De la calle a la universidad: Gustavo cumplió su sueño de ser abogado a sus 70 años
Gustavo, un hombre nacido en Medellín en 1953, vivió una infancia marcada por el abuso y la soledad, pero tras caer en la drogadicción y la vida en la calle, logró reinventarse. A los 70 años, superó sus demonios personales, concluyó su carrera de Derecho y demostró que nunca es tarde para cambiar y cumplir sueños, a pesar de las adversidades que la vida le impuso.
Nacido en Medellín en 1953, Gustavo vivió una infancia marcada por la violencia y el abandono. Su hogar, más parecido a una prisión emocional que a un refugio, estuvo lleno de agresión y soledad. Un padre alcohólico y agresivo, que lo sometía a humillaciones constantes, y una madre distante que jamás le brindó afecto, marcaron su temprana vida. Aislado del resto del barrio, sufrió abusos y estigmatización, lo que lo llevó a una retirada emocional que lo acompañó a lo largo de los años.
“Mi hogar se caracterizaba por la ausencia de lazos afectivos y de unidad familiar; no teníamos vínculos cercanos ni con tíos, tías, primos, ni con ningún otro familiar. A los niños del barrio se les prohibía ser nuestros amigos. Además, tenía que hacer los mandados que me ordenaban mis padres, siendo yo el menor. Eso era duro y doloroso; eso sí es violento. Mi padre, alcohólico, además consumía calmantes, lo que lo desequilibraba totalmente, es decir, enloquecía. En alguna ocasión estuvo en el manicomio, y se convirtió en una persona agresiva y extremadamente violenta”, recordó Gustavo.
A pesar de las condiciones adversas, Gustavo encontró refugio en la lectura. La búsqueda de conocimiento se convirtió en su único escape, y fue gracias a esta pasión por los libros que terminó sus estudios secundarios. En 1976, ingresó a la Universidad de Antioquia, justo en medio de una época de agitación política, marcada por la lucha estudiantil y el conflicto armado que sacudía a Colombia. La universidad se convirtió en un campo de batalla ideológica, con protestas constantes y un ambiente cada vez más tenso.
“Era una época en la que el conflicto armado y las dinámicas internas eran extremadamente opuestas y se presentaban numerosas protestas. No hubo una salida dialogada al conflicto, lo que trajo como consecuencia cierres temporales en la Universidad de Antioquia. Esa situación me llevó a abandonar la universidad. Un día unos amigos me invitaron a probar un cigarrillo de marihuana a la edad de 24 años. Es aquí donde prácticamente se inicia ese proceso de degradación y ruptura social y moral, que me llevó de nuevo a la calle”, relató Gustavo.
Fue en ese momento cuando su vida dio un giro irreversible. El consumo de drogas comenzó como una forma de evasión, pero rápidamente se convirtió en una espiral destructiva que lo arrastró hacia el abismo. A medida que se sumergía en el vicio, los robos y los conflictos familiares se volvieron comunes en su día a día. En 1990, tras la muerte de su hermana, Gustavo se convirtió en habitante de la calle. La violencia, la soledad y el peligro se convirtieron en su nueva realidad, sobre todo en los barrios más marginales de Medellín, como la Toma y sus alrededores.
“Allí, pasé muchas noches. Los habitantes prácticamente han perdido el respeto por sí mismos. Hacían sus necesidades, quemaban alambres de cobre, había mucha basura y una degradación moral y sexual extrema. Aquí, todo se vale, y ese todo implica andar con mucho cuidado porque cualquier error puede costar la vida. Es una zona de mucho atraco y robo. Aun así, yo ni siquiera me molestaba”, confesó Gustavo.
Fue un ciclo sin fin: el consumo, el robo, el maltrato. Hasta que un día, el destino le ofreció una oportunidad. Conoció a una joven que lo introdujo al Centro Día, un lugar de acogida para habitantes de calle. Allí, comenzó un proceso de resocialización, donde se ofrecían atención médica y charlas pedagógicas. Aunque al principio dudó, esta oportunidad fue el primer paso hacia su transformación.
“En este sitio conocí a un amigo, abogado de la Universidad de Antioquia, quien me motivó para que pidiera reingreso. Me dijo que no se perdía nada. En realidad, no le puse mucha atención, pues continuaba consumiendo. Un día cualquiera, viniendo de Niquitao y pasando por la calle San Juan, me desmayé. Fui al dormitorio y al otro día me dijeron que fuera al centro de salud para una cita. Me diagnosticaron hepatitis con cirrosis. Cuando me dieron de alta, salí desintoxicado y definitivamente dejé de consumir. Me puse las pilas y envié una carta a admisiones y registros de la Universidad de Antioquia, exponiendo mi situación con mucha honestidad”, explicó Gustavo, quien, con el diagnóstico médico a cuestas, decidió cambiar radicalmente su vida.
Tras este episodio de enfermedad y reflexión, Gustavo retomó sus estudios en 2016, a los 63 años, con el firme propósito de culminar lo que había comenzado tres décadas atrás. El proceso no fue fácil; su edad, su pasado y las dificultades económicas fueron obstáculos constantes. Sin embargo, el mismo espíritu de lucha que lo había mantenido con vida en las calles lo impulsó a seguir adelante. En 2024, a sus 70 años, Gustavo se graduó de la Facultad de Derecho de la Universidad de Antioquia, cumpliendo un sueño que parecía imposible. Hoy, Gustavo es un testimonio viviente de perseverancia, un ejemplo de que nunca es tarde para cambiar la vida. También aprovechó para hacer un llamado a la reflexión sobre las realidades de las personas que viven en la calle y las oportunidades que, a veces, la sociedad les niega. Con su título en mano, Gustavo ha demostrado que, independientemente de las circunstancias, siempre hay espacio para el cambio, la esperanza y la reconstrucción.
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El antioqueño que a sus 50 años ha logrado más de 80 títulos académicos
A sus 50 años, Fernando Zapata ha acumulado 82 títulos académicos, un testimonio de su dedicación incansable al estudio. Con una vida marcada por el esfuerzo, la disciplina y una pasión por el conocimiento, este hombre de Medellín se ha convertido en un ejemplo claro de que el éxito no depende de la suerte, sino de la constancia. Hoy, sigue proyectándose hacia nuevas metas, buscando siempre aprender y crecer, sin importar cuántos logros haya alcanzado ya.
En una época donde la rapidez y la inmediatez parecen gobernar, hay historias que nos recuerdan la importancia del esfuerzo, la disciplina y la dedicación constante. Una de esas historias es la de Fernando Zapata, un hombre de 50 años que, con más de 80 títulos académicos, es el ejemplo claro de que el aprendizaje nunca termina, y que el éxito no es cuestión de suerte, sino de trabajo constante y pasión por el conocimiento.
Fernando, vive en el barrio Los Colores, en Medellín, es una de esas personas que se destaca no solo por su inteligencia, sino también por su tenacidad para seguir creciendo y aprendiendo. “Soy una persona que me he dedicado a estudiar permanentemente a través del conocimiento y el aprendizaje constante”, afirmó, al referirse a su carrera académica.
Pero no solo de libros vive Fernando. Mientras estudiaba, también comenzó a trabajar en el campo de la contaduría, lo que le permitió aplicar sus conocimientos en el mundo real. “En ese momento, empecé a estudiar técnicas y, al mismo tiempo, a laborar haciendo contaduría y tomando diplomados y seminarios”, explicó.
No conforme con su formación inicial, Fernando continuó su camino de aprendizaje sin descanso. Se especializó en administración, homologó materias, y siguió con su formación académica realizando diplomados y seminarios. Incluso, en el año 2003, completó sus estudios de ingeniería en la Universidad Remington, lo que significó un paso más en su arduo proceso de formación integral.
“Todos los días me seguía capacitando, haciendo diplomados, seminarios y tecnologías en mi carrera. Estuve realizando entre seis o siete diplomados. Realicé una especialización en mercadeo y luego me adentré en el mundo de la alta gerencia. También soy técnico en sistemas y finanzas”, añadió Fernando.
Pero no solo su vida académica y profesional ha sido destacable. Fernando ha sabido equilibrar su carrera con su vida familiar. Vive con sus padres y su hermano en el barrio Los Colores, un entorno que ha sido clave en su motivación y éxito.
“Mi principal motivación es que desde pequeño mi mamá me decía que podía lograr cualquier cosa si me lo proponía, que podía llegar muy alto con esfuerzo y dedicación”, recordó con cariño, haciendo referencia al apoyo incondicional de su madre.
Pese a su intensa carrera académica y profesional, le gusta divertirse y realizar actividades recreativas. “Me gusta también divertirme, ir de paseo, bailar tango, porro, gaita y cumbia. Siempre he sabido balancear mi vida”, afirmó.
Hoy, con tres pregrados, dos especializaciones, una maestría, un doctorado, dos técnicas y más de 40 diplomados, Fernando sigue buscando nuevas metas. “Estoy pendiente de que la Universidad de Esumer me apruebe para estudiar una especialización en formulación de proyectos, y si es posible, una maestría. Mi objetivo es seguir avanzando en el ámbito académico”,
Fernando se proyecta a seguir aprendiendo, incluso con la intención de alcanzar un récord en Colombia y a nivel internacional por su número de titulaciones. Especialmente en el campo de las finanzas y los presupuestos, áreas que le apasionan profundamente.
“Soy un tipo que tiene metas claras, que toda la vida ha estudiado y que va a seguir estudiando”, dijo con seguridad.
A sus 50 años, sigue soñando con nuevos retos y alcanzando nuevas metas, demostrando que, para él, el aprendizaje nunca termina.
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La música como herramienta de transformación social: La historia de Conde Musik
La vida de Alejandro Cataño, conocido en la industria musical como Conde Musik, es un testimonio de pasión, dedicación y un profundo compromiso con el poder transformador de la música. Con 11 años de experiencia en el mundo musical, ha recorrido un camino lleno de aprendizajes y desafíos que lo han llevado a profesionalizar su carrera y a descubrir un propósito mucho más allá de los escenarios: enseñar y llevar la música a aquellos que más lo necesitan.
Desde muy joven, Alejandro estuvo rodeado de música. Participó en coros y orquestas, lo que despertó en él un amor por el canto y la composición. Con el tiempo, esa pasión lo llevó a estudiar música en la Universidad de Antioquia, donde se especializó en canto popular.
En sus años de formación, desarrolló una comprensión más profunda de la técnica vocal y la teoría musical, herramientas que hoy le permiten tener una carrera sólida como músico y maestro. “La música ha sido mi vida desde siempre. Es más que una carrera, es una pasión que no se puede explicar, algo que se lleva dentro y que nunca me ha dejado“, dijo Alejandro, reflejando lo que ha sido su relación con la música a lo largo de los años.
Pero su historia no se limita a los estudios y la ejecución musical. Alejandro señaló que, “desde 2019, emprendí un nuevo camino, uno en el que la música se convirtió en un medio para el cambio social y decidí compartir mi conocimiento y experiencia con las nuevas generaciones, comenzando a impartir clases de música y técnica vocal en diferentes colectivos, academias y universidades de Medellín”.
A través de estas actividades, no solo consolidó su carrera como educador, sino que también comenzó a percibir el impacto que la música tiene en la vida de los estudiantes. “Siempre supe que la música podía transformar vidas, pero al dar clases descubrí que también era una herramienta para sanar, para conectar con los demás de una manera profunda y única”, afirmó el músico.
Sin embargo, uno de los hitos más significativos en su trayectoria profesional llegó en 2023, cuando fue invitado a ser profesor en el Instituto Tecnológico Metropolitano (ITM) para trabajar con mujeres privadas de la libertad en la Cárcel de Pedregal, en Medellín. Esta experiencia marcó un antes y un después en su carrera, ya que no solo se trataba de enseñar música, sino de ser parte de un proceso de sanación y reintegración social a través del arte.
En este contexto, Alejandro impartió clases de iniciación musical, guitarra, piano, teoría musical y técnica vocal a más de 80 mujeres, algunas de las cuales habían vivido experiencias de violencia y trauma en sus vidas. “Lo más impactante de todo fue ver cómo la música les ayudaba a abrir su corazón. No solo se trataba de aprender a tocar un instrumento, sino de sanarse, de entender que aún podían soñar y transformar sus vidas“, comentó Alejandro con emoción. Para él, enseñarles música no fue solo una forma de transmitir conocimiento, sino una manera de acompañarlas en su proceso de transformación personal y colectiva.
El impacto de este proceso fue significativo, tanto para las estudiantes como para él. En las clases, las mujeres no solo aprendieron a tocar instrumentos y a entender la teoría musical, sino que también encontraron un espacio seguro para expresar sus emociones, sus historias y sus sueños. A través de la música, muchas de ellas pudieron superar barreras emocionales, sanar heridas profundas y encontrar nuevas oportunidades para su vida.
“Ver cómo las mujeres se transformaban, cómo sus ojos brillaban al aprender y descubrir lo que podían lograr, fue una experiencia que nunca olvidaré“, expresó Alejandro.
El trabajo de Alejandro en la Cárcel de Pedregal es un ejemplo claro de cómo la música puede ser una herramienta poderosa para la reintegración social. A través de la enseñanza, no solo les dio a las mujeres nuevas habilidades, sino que también les ofreció una forma de verse a sí mismas de una manera diferente: como creadoras, como artistas, como personas capaces de transformar su realidad. “Es increíble lo que puede lograr la música. No solo ayuda a sanar, sino que también empodera, motiva y da esperanza a quienes más lo necesitan”, concluyó Alejandro.
Hoy en día, Conde Musik continúa su trabajo en el ámbito musical, pero su labor social sigue siendo una de sus principales pasiones. A través de sus clases y proyectos, no solo forma músicos, sino seres humanos más conscientes de su potencial y de su capacidad de cambiar el mundo que los rodea.
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Black Hawk, el ángel de los cielos colombianos
El Comando Aéreo de Combate, ubicado en Rionegro, Antioquia, lleva 33 años de servicio ininterrumpido en la defensa de la soberanía y la seguridad de Colombia, desempeñando un papel crucial en la lucha contra el narcotráfico, el terrorismo y en la protección de las comunidades más vulnerables, mientras continúa salvando vidas y promoviendo el desarrollo social y económico en diversas regiones del país.
El Comando Aéreo de Combate No. 5 (CACOM 5), ubicado en Rionegro, Antioquia, ha sido un pilar fundamental en la defensa de la soberanía y la seguridad de Colombia durante sus 33 años de historia.
Desde su fundación en 1988, esta unidad estratégica de la Fuerza Aérea Colombiana ha desempeñado un papel crucial en la protección de la nación y en el desarrollo de las regiones de Antioquia, Chocó y el sur de Córdoba, contribuyendo al fortalecimiento de la presencia del Estado en zonas vulnerables.
A lo largo de más de tres décadas, el CACOM 5 ha realizado misiones esenciales con sus aeronaves, tanto tripuladas como remotamente piloteadas, que han sido determinantes en la lucha contra el narcotráfico, el terrorismo y otras amenazas a la seguridad nacional. Siempre con el firme propósito de preservar los valores democráticos y el bienestar de los ciudadanos, esta unidad ha garantizado la estabilidad y seguridad de las comunidades colombianas.
En su amplia gama de funciones, los helicópteros Black Hawk del CACOM 5 han sido esenciales no solo en operaciones militares, sino también en el apoyo a la comunidad.
Estos helicópteros contribuyen constantemente en la extinción de incendios forestales, realizan evacuaciones aeromédicas, y despliegan su capacidad para enfrentar desastres naturales. Además, a través de operaciones conjuntas, combaten la violencia y la criminalidad en diversas regiones del país.
En estos 33 años de labor, el CACOM 5 ha salvado más de 20.700 vidas. Solo en este año, la unidad ha realizado más de 70 misiones aeromédicas, rescatando a 170 personas, de las cuales 42 eran civiles y 128 miembros de las Fuerzas Armadas. Estos esfuerzos de rescate han sido clave para garantizar la atención inmediata y profesional a quienes más lo necesitan.
Además de su misión de defensa, el Comando Aéreo de Combate No. 5 ha liderado actividades de asistencia médico-humanitaria, trabajando en conjunto con diversas organizaciones públicas y privadas, brindando atención médica en las áreas más remotas del país. A lo largo de su existencia, más de 6.400 personas han recibido apoyo, mejorando su acceso a salud y bienestar en regiones afectadas por el conflicto.
El liderazgo y profesionalismo del personal del CACOM 5 ha sido fundamental para adaptarse a los desafíos cambiantes del contexto nacional. No solo se han centrado en la defensa aérea, sino también en la protección del medio ambiente, la mejora de la infraestructura en áreas apartadas y la promoción del desarrollo social y económico en las regiones afectadas por la violencia.
Hoy, el Comando Aéreo de Combate No. 5 se consolida como un aliado estratégico del desarrollo regional y sigue demostrando su capacidad de adaptación y operatividad en beneficio de todos los colombianos, manteniendo su compromiso con la paz, la seguridad y el progreso de Colombia.
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Muñecos que Guardan la Memoria: El Emprendimiento de Leidy Johana Ruiz Ocampo
Leidy Johana Ruiz Ocampo, una periodista de 38 años, casada y madre de tres hijos, nunca imaginó que el dolor de perder a su madre la llevaría a emprender un proyecto lleno de significado. Hace tres años, en medio del duelo por la muerte de su mamá debido a un agresivo cáncer, Leidy encontró una manera de transformar su tristeza en creatividad y consuelo.
El inicio de una idea
“Mi mamá falleció en solo tres meses desde que le diagnosticaron el cáncer. En ese momento, mis mellizos tenían apenas cuatro años, y yo, desesperada por evitar que olvidaran a su abuela, busqué maneras de mantener su recuerdo vivo,” relató Leidy. Aunque no le gusta tener fotos de seres queridos fallecidos, una sobrina le hizo un cuadro conmemorativo, pero con el tiempo, aquello no fue suficiente.
Durante la pandemia, Leidy se inspiró al ver a una mujer en México que confeccionaba camisas conmemorativas. Entonces recordó una historia entrañable que marcó su relación con su madre: “Uno de mis mellizos estuvo hospitalizado gravemente por un absceso hepático, mi mamá cuidaba del niño en el hospital San Vicente para ese entonces y cuando estaba en cuidados intensivos, mi hijo dijo que quería un peluche y mi mamá se lo regaló. Ella le dijo a mi hijo que el peluche estaría cargado de su energía para protegerlo cuando estuviera solo”.
La primera puntada
Un día, después de que su madre había fallecido, su hijo le entregó el peluche y le dijo que extrañaba mucho a su abuela. Esa conmovedora declaración la llevó a una decisión: “intentaría confeccionar un muñeco con una de las camisas favoritas de mi mamá. Soy periodista y no tengo experiencia previa en costura, así que comencé a aprender viendo videos en Internet. Encendí una vela, hice una oración y le pedí permiso a mi mamá para realizar el muñeco. Quise que tuviera su esencia”, explicó Leidy.

Los primeros intentos no fueron exitosos, pero poco a poco perfeccionó su técnica. Finalmente, logró confeccionar muñecos que compartió con su familia: su hermano, sus sobrinos y, por supuesto, sus hijos. La prenda y el proceso estaban impregnados de amor y significado, convirtiéndolos en objetos cargados de memoria y emoción.
El nacimiento de Garabato
“El nombre de Garabato lo elegí porque así le decía a mi mamá cuando hablábamos de los niños pequeños y algo desaliñados. Para mí, estos muñecos son como garabatos: no perfectos, pero llenos de amor y hechos para honrar a quienes ya no están.”
Cuando una sobrina le sugirió abrir una cuenta de Instagram para mostrar su trabajo, el emprendimiento despegó. Pronto, comenzó a recibir pedidos de amigos, conocidos e incluso funerarias interesadas en producir muñecos en grandes cantidades. Sin embargo, Leidy prefirió mantener el propósito original de su proyecto: confeccionar cada muñeco con un significado único y personal.
En estos dos años, Garabato se ha consolidado como un emprendimiento especial. “No es solo un negocio; es una forma de ayudar a las personas a mantener cerca a sus seres queridos. Muchas familias me dicen que estos muñecos les permiten sentir el olor y la energía de quienes han partido.” Además, Leidy escribe notas personalizadas para acompañar cada muñeco, reforzando la conexión emocional.
Hoy, Leidy Johana Ruiz Ocampo no solo ha encontrado una manera de lidiar con su propia pérdida, sino también de llevar consuelo a otras familias. Con aguja, hilo y un corazón lleno de amor, ha tejido no solo muñecos, sino también puentes hacia los recuerdos y el amor eterno.
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Estrella del deporte, modelo y stripper: el trágico accidente que lo dejó cuadripléjico y lo transformó en un símbolo de superación nacional
De las pistas de bicicross a las pasarelas, y de los escenarios como stripper a una silla de ruedas, la vida de Andrés ha sido una montaña rusa de desafíos. Pero es precisamente ese cúmulo de experiencias lo que lo convirtió en el líder que hoy transforma comunidades enteras.
Andrés encontró la manera de convertir su propia tragedia en una luz de esperanza para miles, mostrando que la verdadera grandeza nace cuando abrazamos nuestro pasado para construir un futuro mejor.

Andrés, un hombre lleno de energía y pasión, comenzó su trayectoria como profesor de fitness y aeróbicos. Era una figura reconocida en el deporte y el entretenimiento en Bello, Antioquia y fue también uno de los pioneros del bicicross en la región, dejando huella al ser tutor de nada menos que Mariana Pajón, la bicampeona olímpica colombiana. Pero el camino de Andrés no siempre fue sencillo.
“Yo entrenaba a Mariana cuando era una niña, solo tenia 6, 7 años aproximadamente y verla ya es todo un orgullo. En esa misma época cuando corría bicicross, me lesioné y me mandaron a hacer terapia,” recordó.
Fue durante su recuperación que su vida dio un giro inesperado. Su físico, moldeado por la disciplina de su entrenamiento, lo llevó al mundo del modelaje.
En muy poco tiempo Andrés se convirtió también en uno de los primeros strippers, animando despedidas de soltera y trabajando en discotecas los fines de semana.
Su vida era un torbellino de actividad, hasta que un fatídico día lo cambió todo.
El 4 de febrero de 2001, cuando tenía 24 años, Andrés se encontraba en una hostería celebrando con amigos. Un clavado en la piscina terminó en tragedia cuando su cabeza golpeó contra el fondo. La lesión lo dejó en una silla de ruedas, marcando el inicio de un desafío que, según confiesa, aún hoy sigue siendo muy difícil de aceptar.

“Todavía no he sido capaz de aceptar esto. Es muy duro,” dijo con melancolía. Sin embargo, Andrés no permitió que la adversidad lo consumiera. “Si uno se encierra entre cuatro paredes, es como morirse poco a poco,” afirmó. Con esta filosofía de vida, Andrés encontró una nueva manera de impactar positivamente a su comunidad.
Hoy, Andrés lidera torneos barriales de fútbol y microfútbol, transformando vidas a través del deporte. “De nuestros torneos han salido grandes figuras como Sebastián Villa y Carlos Cuesta,” comentó con orgullo.
Andrés también está al frente de una corporación sin ánimo de lucro que gestiona dos proyectos deportivos, beneficiando a más de 1500 deportistas. Además, recrean a más de cinco mil niños de forma gratuita en municipios como Bello y comunas como la 13 y Altavista.

El impacto de Andrés no solo se mide en cifras, sino en las sonrisas y oportunidades que brinda a las nuevas generaciones. Andrés ya no solo es un pionero en el bicicross, sino un referente de superación y liderazgo social en Antioquia.
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“No hay temporada de patos”: Copacabana lanza campaña para frenar el uso de pólvora en Navidad
Copacabana se une contra la pólvora con un llamado a la conciencia para celebrar sin riesgos y proteger la vida de todos.
Con el firme propósito de proteger la vida y la integridad de sus habitantes, la administración municipal de Copacabana lanzó la campaña “Mero pato el que quema pólvora”, una iniciativa creativa y educativa que busca generar conciencia sobre los peligros asociados al uso irresponsable de la pólvora durante las festividades decembrinas.
La campaña utiliza de manera estratégica la expresión popular “pato”, que en el contexto local hace referencia a quienes buscan aparentar valentía al realizar acciones que, en realidad, son irresponsables o incluso peligrosas. Bajo este enfoque, la administración busca transmitir un mensaje claro: quemar pólvora no solo pone en riesgo la vida propia y la de los demás, sino que también refleja una actitud poco consciente y responsable.
“En Copacabana no hay temporada de patos” se convierte en el lema central de esta iniciativa, destacando el compromiso del municipio con la seguridad, la salud pública y el bienestar de sus ciudadanos. La campaña se enfoca especialmente en reducir los índices de quemados por pólvora, que suelen aumentar durante las celebraciones de fin de año, afectando principalmente a niños y jóvenes.
A través de actividades pedagógicas, mensajes en redes sociales y la colaboración de líderes comunitarios, la campaña invita a las familias copacabanenses a optar por celebraciones seguras y libres de pólvora, promoviendo alternativas que fomenten la unión y el disfrute responsable.
La administración municipal reafirma que no permitirá la comercialización ni el uso indebido de pólvora en el territorio, recordando las graves consecuencias legales y sociales que conlleva su manipulación. Además, hace un llamado a la ciudadanía para unirse a esta causa, protegiendo especialmente a los más vulnerables y demostrando que la verdadera valentía está en cuidar de los demás.
Con esta iniciativa, Copacabana no solo rechaza la pólvora, sino también cualquier conducta que ponga en riesgo la tranquilidad y la alegría de la temporada navideña, reafirmando su compromiso con una comunidad más consciente y responsable.
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Copacabana honra a sus deportistas destacados y lanza estampilla para impulsar el talento local
Copacabana celebra el talento y la dedicación de sus deportistas, invirtiendo en su futuro y consolidándose como un referente del deporte en Colombia.
En una noche llena de emoción y gratitud, la Alcaldía de Copacabana reconoció a los deportistas, entrenadores y al equipo técnico de la Junta Municipal de Deportes y Recreación, quienes representaron con orgullo al municipio en los recientes Juegos Intercolegiados y Juegos Departamentales, realizados en Apartadó, Carepa, Andes y Jardín.
La ceremonia, organizada por la administración municipal, destacó el esfuerzo, la dedicación y los logros de atletas de diversas disciplinas que han llevado en alto los valores de la “Fundadora de Pueblos” en competencias locales, nacionales e internacionales.
Durante el evento, se otorgaron $16 millones en bonos económicos a los atletas más destacados, en reconocimiento a su desempeño. La jornada concluyó con un brindis que celebró los logros alcanzados y renovó los ánimos para los retos deportivos que se avecinan en 2025 para la delegación copacabanense.
La administración municipal destinó más de $120 millones para garantizar la participación en estos eventos, cubriendo gastos como transporte, hospedaje, alimentación y uniformes.
Johnnatan Pineda, alcalde de Copacabana dijo que “en esta administración, hemos trabajado con el compromiso firme de fortalecer el deporte y brindarles el apoyo que merecen. Sabemos que para que los atletas puedan desarrollar todo su potencial, es necesario ofrecerles las mejores condiciones posibles. Desde la adecuación de nuestros escenarios deportivos hasta el respaldo constante a programas de formación. Hemos puesto todo nuestro esfuerzo en crear capacidades y procesos que hagan que su compromiso valga la pena”
Además, la reciente creación de la estampilla pro-deporte permitirá recaudar recursos que serán invertidos en la mejora de escenarios deportivos, el apoyo a la formación de jóvenes talentos y la cobertura de viáticos para los representantes del municipio.
Con estas iniciativas, la Alcaldía de Copacabana reafirma su compromiso con el deporte como motor de desarrollo integral, impulsando la excelencia y el esfuerzo de sus atletas.
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De tragedia a esperanza: la historia detrás de la Fundación Juanes del Alma
La tragedia marcó la vida de Francisco Javier Marulanda Giraldo cuando perdió a su hijo menor en un atentado terrorista. Sin embargo, en medio del dolor, encontró un propósito: convertir su pasión por los caballos en un proyecto terapéutico que hoy mejora la vida de decenas de niños con discapacidades. Así nació la Fundación Juanes del Alma, un homenaje al amor.
Francisco Javier Marulanda Giraldo, fundador de la Fundación Juanes del Alma, no imaginaba que el dolor más profundo de su vida lo conduciría a crear un proyecto que transforma la vida de decenas de niños con diagnósticos complejos.
“Mi hijo menor ingresó la policía y mientras hacía el curso para ser oficial de la escuela general Santander en Bogotá, en el 2019 ingresó un carro bomba en la escuela y murieron 22 policías y el atentado fue perpetuado por el grupo terrorista ELN y 22 cadetes mordieron. Entre ellos, mi hijo Juan Esteban”.
Francisco dedicó 28 años de su vida a la Policía Nacional, veinte de ellos en la sección de carabineros de Medellín. Allí inició una labor que marcaría su camino: emplear caballos para ayudar a niños con discapacidades.
“Fue en la clínica de la Policía donde comprendí que trabajar con caballos podía tener un impacto terapéutico enorme”, relató. Así, junto con un equipo interdisciplinario de médicos, fisioterapeutas, psicólogos y trabajadores sociales, formalizó el uso de caballos en terapias destinadas a niños con diagnósticos como autismo y síndrome de Down.
Cuando Francisco se retiró de la institución, su conexión con los caballos lo llevó a luchar por la donación de Faraón, el caballo con el que había trabajado durante años. Este animal no solo fue su compañero de servicio, sino también un refugio emocional tras el evento que cambió su vida para siempre: la pérdida de su hijo menor.
“Es el dolor más grande que puede sufrir un ser humano”, dice Francisco con voz entrecortada. En medio del duelo, encontró consuelo en Faraón. “Un día, mientras estaba con él, pensé: ¿por qué no usarlo para trabajar con niños que necesitan ayuda terapéutica? Fue entonces cuando recibí una llamada de una madre que me pidió montar a su hijo con autismo, y así comenzó todo”.
Ese fue el primer paso para fundar la organización que lleva el nombre de su hijo. Hoy, cinco años después de su inicio y con tres años de estar legalmente constituida, la fundación cuenta con seis caballos argentinos donados por la Policía, así como un criollo rescatado de las calles. En este tiempo, han atendido a unos 30 niños que llegan cada semana buscando mejorar su calidad de vida.
“Cada vez que un niño sube a uno de los caballos y sonríe, siento que el dolor de perder a mi hijo se transforma en algo positivo”, reflexionó Francisco.
Francisco Marulanda sigue adelante, acompañado de sus caballos y de su amor por el servicio, demostrando que, incluso en las pérdidas más devastadoras, puede nacer una fuerza capaz de cambiar vidas.
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Mal manejo de residuos en Copacabana deja 75 ciudadanos multados
En Copacabana, 75 ciudadanos han sido multados por prácticas indebidas en el manejo de residuos, un problema que refleja la creciente crisis ambiental en el país.
La Secretaría de Agricultura y Medio Ambiente, en conjunto con la Policía Ambiental del municipio, ha intensificado las sanciones contra conductas que afectan el medio ambiente, como no respetar los horarios de recolección de residuos, arrojar escombros voluminosos en puntos críticos o fuentes hídricas, y no recoger las heces de mascotas.
Hasta ahora, se han emitido 75 comparendos efectivos, con multas económicas que alcanzan los 32 salarios mínimos diarios legales vigentes. Estas sanciones se suman a las impuestas en meses anteriores, que fueron de carácter pedagógico.
Además de las medidas sancionatorias, la Alcaldía ha reforzado su estrategia pedagógica con el apoyo de la Policía Nacional, que lidera capacitaciones sobre normas ambientales, frecuencias de recolección y canales de denuncia para reportar comportamientos que afectan el orden y la limpieza en el municipio.
Lina Marcela Foronda Fonnegra, secretaria de Agricultura y Medio Ambiente de Copacabana dijo que “pese a que durante este año hemos desarrollado 56 jornadas de sensibilización puerta a puerta, 16 espacios de formación sobre manejo de residuos, seis tomas barriales, nueve jornadas de recolección de residuos voluminosos y 25 intervenciones constantes en puntos críticos, siguen presentándose acumulaciones de basuras y escombros que contaminan el paisaje, propician la presencia de roedores y son focos de afectación para la salud humana”.
Por su parte, la empresa Copaseo, encargada de la recolección de residuos, ha contribuido a la solución del problema mediante jornadas especiales en las que se han recogido 25 toneladas de escombros y enseres voluminosos, evitando que estos agraven la situación en los puntos críticos.
La administración municipal hace un llamado a la ciudadanía para que adopte un mayor sentido de pertenencia, respete las frecuencias de recolección y asuma la responsabilidad en el manejo de los residuos.
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