Su cuerpo se paralizó, su espíritu nunca se rindió: la historia de un antioqueño que venció al Guillain-Barré
Julián Alonso Pérez se despertó como cualquier otro día, pero en cuestión de horas su cuerpo dejó de responderle. La parálisis lo atrapó mientras los médicos ignoraban su urgencia. Sin embargo, el agua, que alguna vez fue su pasión, se convirtió en su salvación. Con cada brazada, le ganó la batalla a la enfermedad.
El 2 de septiembre de 2023, Julián Alonso Pérez se despertó sintiendo un cansancio extraño, como si el peso del mundo se hubiera instalado en su cuerpo. No le dio demasiada importancia. Pensó que tal vez era el trabajo o el estrés de la cotidianidad. Intentó caminar, pero algo no estaba bien. En cuestión de segundos, la fuerza en sus piernas y manos desapareció como si alguien le hubiera apagado un interruptor “di unos pasos y cuando me senté, perdí la fuerza en las piernas y en las manos”, recuerda con nostalgia, porque ese fue el instante exacto en el que su plan de vida se interrumpió.
El miedo lo envolvió. Intentó mover los dedos, pero no respondieron. Quiso levantarse sin éxito, pero su cuerpo no le obedecía. Se obligó a pensar que sería algo pasajero, un malestar temporal, pero en el fondo sabía que algo más estaba ocurriendo. Su padre llegó de inmediato y al verlo tan frágil, sin poder sostenerse en pie, lo llevó a urgencias del Hospital Pablo Tobón Uribe. Julián confiaba en que allí encontrarían respuestas. Sin embargo, la indiferencia fue lo primero que encontró “llegó mi papá, me llevó al hospital al Pablo Tobón, el médico me atendió, luego dijo que no era una urgencia, entonces me sacó del hospital. Yo estaba paralizado por completo, no tenía fuerza. Entonces mi padre me llevó como pudo a la sede de urgencias en el barrio Córdoba. Allá me tuvieron desde las 8 de la mañana, me revisaron cuatro médicos y ninguno descubría mi diagnóstico”.
¿Cómo podía no ser una urgencia perder la movilidad en cuestión de horas? ¿Cómo podía un cuerpo, que hasta el día anterior nadaba con destreza, ahora no responder? Pero los médicos lo dejaron ir. Su padre, angustiado, no se rindió. Lo llevó a otro centro asistencial, esperando que alguien comprendiera la gravedad del asunto. Cuando finalmente lo trasladaron a la clínica Fundadores, una neuróloga lo examinó y, sin dudarlo demasiado, concluyó que lo suyo era estrés “al comienzo la neuróloga me dijo que era un nivel de estrés alto”.
Pero Julián sabía que no era estrés. Su cuerpo se estaba rindiendo y él no podía hacer nada para detenerlo. La enfermedad avanzaba sin tregua y luego, cuando intentó desayunar, la angustia se convirtió en terror “después me llevaron el desayuno y mi tráquea estaba cerrada, ya no podía comer ni siquiera un huevo, tampoco agua, me ahogaba con todo, entonces volvieron a llamar a la neuróloga y me trasladaron para una UCI”.
El tiempo se convirtió en un enemigo. A cada hora que pasaba, su cuerpo se paralizaba más. Sus piernas eran dos bloques de cemento, sus brazos no le obedecían, y luego llegó lo impensable: su rostro también empezó a apagarse “al domingo, es decir, casi una semana después dijeron que efectivamente adquirí el síndrome de Guillain Barré. Yo estaba paralizado, también se me paralizó la cara. Fue otro momento traumático. Lloré, fue algo muy duro”.
El síndrome de Guillain-Barré había atacado sus nervios y le estaba arrebatando todo. El hombre fuerte que entrenaba en el agua ahora dependía de otros para absolutamente todo. No podía moverse, no podía comer solo, no podía sostenerse en pie. En sus momentos más oscuros, llegó a pensar que nunca volvería a hacerlo.
Pero Julián no estaba dispuesto a rendirse “contraté a un terapeuta para que me ayudara y poder moverme con toda la actitud. Luego me fui para la finca de un familiar y en la piscina comencé a hacer terapia”.
El agua, que antes era su campo de batalla en el Rugby acuático, se convirtió en su refugio. Allí, donde su cuerpo no pesaba tanto, comenzó a recuperar pequeños movimientos. Al principio apenas podía flotar, luego empezó a mover lentamente los brazos y las piernas. Pero el camino estuvo lleno de obstáculos “tuve muchas caídas que me retrocedieron mucho en mi proceso, estuve casi quieto varios días porque me había jodido un tobillo, entonces no podía ponerme de pie”.
Cada caída era una prueba de fuego. Cada dolor, un recordatorio de que la recuperación no sería rápida ni sencilla. Pero si algo tenía claro era que no estaba solo “la ayuda de Dios fue indispensable, mi papá y mi mamá que fueron incondicionales. Ellos estuvieron atentos, moviéndome y haciéndome cosas, también mis hermanas, mi mejor amiga que se llama María Luisa Ramírez estuvo pendiente de mí mucho tiempo y era la que me movía, la que me activaba, la que me hacía reír. Después llegó una prima quien estuvo pendiente todo el tiempo; todos los del grupo Rugby estuvieron súper pendientes, Santiago fue uno de los que estuvo más pendiente”.
Con paciencia, y con el apoyo de quienes nunca lo dejaron solo, Julián logró su primera gran victoria: ponerse de pie, aunque fuera con ayuda “luego tuve el soporte de un aparato que me sostenía de pie, entonces no me dejaba caer. Con eso también empecé el ejercicio para caminar”.
Pero los triunfos que más lo llenaban de emoción no eran los grandes avances físicos, sino los pequeños momentos de independencia que la enfermedad le había arrebatado “en diciembre fue la primera vez que pude cocinar. En enero cogí por primera vez un carro y en febrero empecé a nadar. Yo llegaba en silla de ruedas, entonces todo el mundo me apoyaba y me ayudaba a meterme a la piscina y así me fui recuperando”.
El club Medellín Underwater no solo le abrió las puertas, sino que le devolvió la esperanza. En cada entrenamiento, rodeado de compañeros que lo apoyaban, encontró la fuerza para seguir adelante. El agua, que alguna vez fue su refugio, se convirtió en su mayor aliada para vencer la enfermedad. Allí, entre brazadas y esfuerzo, recuperó no solo su movilidad, sino también las ganas de seguir luchando.
Cocinar. Conducir. Nadar. Acciones que para cualquiera pueden ser simples, para él eran pruebas de que estaba recuperando su vida. Pero su historia aún no termina. Su cuerpo, aunque más fuerte, sigue en un proceso de recuperación. Y él, que ya ha logrado lo imposible, no tiene dudas de lo que viene “los dos próximos objetivos que tengo es correr y subir escalas”.
Y lo logrará. Porque Julián es la prueba de que la voluntad puede ser más fuerte que cualquier enfermedad, que el cuerpo puede rendirse, pero el espíritu nunca, que, aunque la vida le haya dado el golpe más duro, él se ha levantado. Y seguirá haciéndolo, hasta volver a correr.
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Durango y Abogados, junto a Arias y Pereira Abogados, expande su presencia internacional con la apertura de su primera oficina en Miami
La firma legal Durango y Abogados, S.A.S. en asociación con Arias y Pereira Abogados, ha inaugurado su primera sede en Estados Unidos, ubicada en el 2600 S. Douglas Road, STE 1004, Coral Gables, FL 33134. Este paso estratégico responde a la creciente demanda de servicios legales transfronterizos, especialmente en un entorno global donde la comunidad hispana y clientes internacionales requieren asesoría especializada en cuestiones complejas.
La nueva oficina se establece en Miami, uno de los principales centros financieros y culturales del país, lo que la posiciona de forma ideal para atender casos de alta complejidad. Con esta expansión, las firmas buscan ser un puente legal entre América Latina y el mercado estadounidense, ofreciendo soluciones integrales en áreas críticas del derecho.
Dentro del equipo de Durango y Abogados se destaca el liderazgo del reconocido abogado penalista Iván Durango, experto en extradición. Su vasta experiencia y trayectoria en la defensa de casos de alto impacto han cimentado la reputación de la firma como referente en el ámbito legal internacional. Durango ha sido fundamental para desarrollar estrategias de defensa sólidas y efectivas, lo que le ha permitido asesorar a clientes en procesos judiciales que trascienden fronteras.
La firma se especializa en diversas áreas, entre las que se encuentran:
• Extradición
• Delitos relacionados con drogas
• Delitos sexuales
• Delitos violentos
• Crímenes de cuello blanco
• Derecho migratorio (incluyendo visas de inmigrantes y no inmigrantes, asilo, green card, naturalización y defensa en deportación)
Estas líneas de práctica están diseñadas para abordar los desafíos legales más complejos, desde casos penales hasta litigios internacionales. La combinación de experiencia y conocimiento en distintas ramas del derecho permite a la firma ofrecer asesoría de alto nivel y soluciones personalizadas para cada situación.
La apertura de esta sede en Miami no solo refuerza el compromiso de Durango y Abogados y Arias y Pereira Abogados con la excelencia, sino que también amplía su capacidad de respuesta ante situaciones transfronterizas.
Esta expansión se produce en un momento en que la interconexión global exige un enfoque multidisciplinario y coordinado en el campo legal. La nueva oficina permitirá a la firma coordinar esfuerzos con organismos internacionales, facilitando la gestión de casos complejos que involucran jurisdicciones múltiples y retos legales innovadores.
Con una visión clara de crecimiento y adaptación a un mercado legal en constante evolución, Durango y Abogados y Arias y Pereira Abogados se posicionan para liderar la asesoría legal en el ámbito internacional. La apertura de esta sede es el reflejo del compromiso inquebrantable de la firma por brindar servicios legales de alta calidad, reafirmando su misión de garantizar justicia y protección para sus clientes en cada etapa de sus procesos judiciales.
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“Dicen el cómo pero no el porqué”: piloto que encontró aeronave siniestrada en Urrao, tras informe preliminar de la Aerocivil
Bajo el manto de la niebla en el Páramo de Piedras Blancas, en Urrao – Antioquia, una aeronave se estrelló, dejando 10 muertos y un enigma sin resolver. El informe preliminar de la Aerocivil detalla cifras y protocolos, pero el piloto, Miguel Gnecco, quien encontró la aeronave en medio de la selva sostiene que, tras esos números, se ocultan interrogantes fundamentales sobre las causas reales del accidente.
Tras el informe preliminar revelado por la Aerocivil sobre el accidente aéreo en el Páramo de Piedras Blancas en Urrao – Antioquia, que dejó 10 muertos el pasado 8 de enero, Miguel Gnecco, el piloto que avistó la aeronave en medio de la selva, hizo un análisis detallado del documento. Según Gnecco, el reporte resulta excesivamente superficial “es un documento que explica a simple vista lo que cualquier persona con acceso a la información básica ya conoce: se describe el cómo, pero no se profundiza en el porqué”, afirmó el piloto. Para él, a pesar de que se evidencian ciertos hechos, faltan detalles fundamentales sobre las causas reales del accidente, lo que deja muchas preguntas sin respuestas.
Uno de los puntos críticos que destacó fue la discrepancia en la altitud de vuelo “lo que se ve claro es que, aun volando bajo reglas visuales (VFR), la aeronave nunca alcanzó la altitud estipulada en el plan de vuelo. En lugar de llegar a los 11.500 pies, se limitó a 11.200”, explicó Gnecco. Este dato resulta alarmante, ya que poco después inició un descenso en condiciones que no eran del todo visuales, lo que culminó en un impacto fatal contra un cerro, mientras la aeronave se encontraba entre nubes.
El análisis revela además que, a 40 millas de Medellín, el último reporte de la torre indicaba que deberían haber mantenido al menos los 11.500 pies, pero la investigación muestra que ya venían descendiendo. En la ruta, a la izquierda se encuentra el cerro El Burro a 12.000 pies y, más adelante, a la derecha, el cerro San José, también a 12.000 pies. Entre ambos, existen elevaciones que alcanzan los 10.000 pies “nadie entiende por qué volaban a 9.500 pies, aún en plena trayectoria entre esos cerros”, cuestionó Gnecco, quien también se sorprendió por la falta de advertencia por parte de la torre de control, que conocía la altitud y velocidad de la aeronave.
El piloto enfatizó que, si bien el informe insiste en que no se busca asignar culpabilidad, es inaceptable que alguien deba rendir cuentas en un accidente que cobró 10 vidas y destruyó una máquina valorada en casi medio millón de dólares “las víctimas y sus familias tienen derecho a conocer no solo el cómo, sino el porqué de lo ocurrido”, insistió.
El análisis de Gnecco se apoya en cifras reveladoras:
• La aeronave despegó y a los 5 minutos de vuelo se registró un reporte en ascenso.
• 32 minutos después del despegue, el radar mostró que alcanzó su máxima altitud de crucero, 11.200 pies, en lugar de los 11.500 indicados en el plan de vuelo.
• Siete minutos más tarde, la altitud descendía a 10.650 pies mientras aún se encontraba a unas 36 millas de Medellín.
Estas cifras abren una serie de interrogantes:
• ¿Por qué inició el descenso estando aún entre cerros, sin haber sobrepasado la zona de peligro?
• ¿Se debió a una falla en la aeronave o fue un error humano?
• ¿Qué motivó que nunca se mantuviera la altitud de crucero estipulada?
• ¿Por qué la torre de control, conociendo la situación, no advirtió o exigió mantener la altura mínima, especialmente entre 40 y 25 millas de Medellín?
La oficina de radar confirma que el descenso comenzó prematuramente y, según los datos, en condiciones de vuelo instrumental (IMC) en lugar de visuales (VMC/VFR). Esta situación refuerza la necesidad de indagar a fondo en la secuencia de decisiones y acciones que llevaron al fatal desenlace.
Finalmente, se sabe que la aeronave fue encontrada el 9 de enero a las 15:50 en un helicóptero de Heliservice, matrícula HK 4276, casi 22 horas después del accidente. Este hallazgo, lejos de resolver las dudas, intensifica la demanda de claridad y responsabilidad.
Mientras la investigación continúa, el análisis de Miguel Gnecco plantea preguntas esenciales que requieren respuestas urgentes:
• ¿Falló la aeronave en algún componente crítico?
• ¿Por qué se inició el descenso antes de tiempo?
• ¿Qué motivos llevaron a no mantener la altitud de crucero prevista?
• ¿Debió la torre de control intervenir para evitar un descenso tan peligroso? La comunidad y las familias de las víctimas exigen una investigación rigurosa que no se conforme con lo evidente, sino que esclarezca
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El impacto de la captura de extranjeros en Medellín
Narcotráfico, hurto y explotación sexual: los delitos detrás de cerca 370 capturas de extranjeros en Medellín
En los últimos dos años, más de 370 extranjeros han sido capturados por distintos delitos, desde homicidios y hurtos hasta narcotráfico y explotación sexual. Las autoridades han desplegado una ofensiva sin precedentes para frenar a quienes llegan a la ciudad con intenciones criminales, reforzando operativos, inteligencia y patrullajes en puntos estratégicos. Mientras miles de turistas visitan la capital antioqueña cada año, un grupo reducido ha intentado convertirla en su centro de operaciones ilícitas, pero la Policía y la Fiscalía siguen creando estrategias para enfrentarlos.
En los últimos dos años, Medellín ha fortalecido su lucha contra el crimen con una estrategia de seguridad que ha permitido la captura de decenas de extranjeros involucrados en distintos delitos. La articulación entre la Policía Metropolitana, la Fiscalía y la Secretaría de Seguridad ha sido clave para logar estos resultados, con operativos focalizados en las zonas de mayor incidencia delictiva y el refuerzo de unidades especializadas que han permitido actuar con mayor precisión frente a diversas amenazas.
Durante 2024, las autoridades capturaron a 228 extranjeros por distintos delitos, y en lo que va de 2025, la cifra alcanza los 143. Si bien el número total ha disminuido, la presencia de extranjeros en actividades delictivas sigue siendo un reto para la seguridad de la ciudad. El narcotráfico ha sido el delito con mayor impacto en las capturas, con 140 detenciones en 2024 y 77 en 2025, lo que demuestra que el tráfico de estupefacientes sigue siendo una de las principales razones por las que algunos extranjeros terminan en la mira de las autoridades.
Para enfrentar este fenómeno, la Policía ha intensificado las labores de inteligencia y patrullaje en puntos estratégicos, logrando desarticular redes dedicadas al tráfico de drogas y al hurto. En este último delito, se registraron 53 capturas en 2024 y 24 en 2025, lo que evidencia una reducción significativa gracias al aumento de los controles y la presencia policial en sectores turísticos y comerciales. Además, se han reforzado los operativos en aeropuertos, terminales de transporte y zonas de alta afluencia para identificar a posibles infractores antes de que cometan delitos.
Más allá del narcotráfico y el hurto, las autoridades han logrado importantes avances en la persecución de delitos de alto impacto. En 2024, fueron capturados cinco extranjeros por homicidio, y en 2025 la cifra es de tres. También se ha logrado la detención de personas vinculadas con delitos sexuales, violencia intrafamiliar y porte ilegal de armas, evidenciando el esfuerzo de los equipos especializados, como el Gaula y las unidades de Infancia y Adolescencia, en la protección de los ciudadanos.
Uno de los principales desafíos ha sido garantizar la seguridad sin afectar la imagen de la ciudad como destino turístico. Medellín es visitada cada año por miles de extranjeros que llegan con fines recreativos, de negocios o académicos, y el trabajo de las autoridades ha estado enfocado en evitar que la delincuencia empañe la experiencia de quienes buscan disfrutar de la ciudad. Para ello, se han implementado estrategias de prevención y acompañamiento en las zonas de mayor concentración de turistas, además de campañas de sensibilización para que los visitantes respeten las normas y eviten situaciones de riesgo.
El compromiso de Medellín con la seguridad sigue firme. La Policía y la Secretaría de Seguridad han demostrado que, con inteligencia y operativos bien estructurados, es posible contener el crimen y proteger a la ciudadanía. Sin embargo, el trabajo no se detiene. La cooperación con agencias internacionales y la integración de nuevas tecnologías en la lucha contra el delito serán claves para mantener a raya a las estructuras criminales que intentan operar en la ciudad.
Los resultados obtenidos hasta ahora son una muestra del esfuerzo constante por hacer de la ciudad un lugar seguro para todos, y la estrategia continuará fortaleciéndose para garantizar que quienes llegan con buenas intenciones puedan disfrutarla sin temor, mientras que quienes pretendan delinquir enfrenten el peso de la ley.
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Pedro Nel Zapata: de la prisión a la libertad, tras probar su inocencia
Pedro Nel Zapata Arroyave, dedicó casi tres décadas de su vida a TCC, fue detenido el 13 de diciembre de 2021, acusado por tráfico de medicamentos de control y tuvo que vivir más de tres años de lucha legal y una detención domiciliaria. Cuenta que a lo largo de este proceso, enfrentó la indiferencia de la empresa que le dio su empleo y el desgaste emocional de una acusación que no solo le robó su libertad, sino que dejó secuelas profundas en su salud y su entorno familiar. Ahora, con la justicia de su lado, Pedro fue absuelto.
El 13 de diciembre de 2021, Pedro Nel Zapata Arroyave vivió uno de los momentos más difíciles de su vida: a las 7 de la mañana, fue capturado en las instalaciones de TCC, donde había trabajado durante casi 30 años. Cuenta que fue acusado de estar involucrado en un supuesto tráfico de medicamentos de control, un cargo que jamás imaginó enfrentar. A partir de ese momento él y su familia comenzaron a vivir un calvario que duro más de tres años.
Pedro Nel ingresó a TCC el 1 de junio de 1994, llegaba desde Liborina con sueños de estabilidad. “Empecé como estibador y luego me cambiaron a auxiliar logístico, un puesto que consistía en recoger y entregar mercancías tanto de otras partes del país como del extranjero”. Durante más de 12 años, su trabajo fue cumplir con esas entregas, sin tener la menor idea de lo que llevaban los paquetes sellados. “Las mercancías llegaban completamente selladas, nosotros no teníamos conocimiento del contenido interior”, explicó.
Sin embargo, la tranquilidad de su rutina laboral se vio alterada cuando, tras una lesión en la columna, fue reubicado en otro puesto “me reubicaron en un trabajo más liviano, que consistía en entregar mercancías a los clientes que iban directamente a nuestras instalaciones”. Pedro cumplió con su labor sin sospechar que un paquete relacionado con un cliente en particular, Humberto de Jesús Muñoz, lo involucraría en una investigación.
Muñoz, quien transportaba medicamentos de control, se convirtió en el foco de una investigación por parte de la Fiscalía. Sin embargo, Pedro asegura que no sabía nada sobre el contenido de los paquetes. “Nunca supe que el contenido de esas mercancías fuera ilícito, pues todo estaba completamente sellado”.
El caso tomó fuerza cuando, seis meses antes de su captura, Alexander Sarasa, jefe de seguridad de TCC, le ordenó no entregar un paquete relacionado con una guía específica que ya había sido entregada. Pedro recordó que intentó aclarar la situación “fui a hablar con uno de mis jefes para explicar lo que había sucedido, pero no fui escuchado. No me atendieron”.
El 13 de diciembre de 2021, Pedro fue arrestado en las instalaciones de TCC. “Me capturaron a las 7 de la mañana. Me leyeron los derechos, me esposaron y me llevaron al búnker de la Fiscalía”, relató. Estuvo recluido durante 24 días y fue sometido a varias audiencias. En su defensa, su abogado, Juan Sebastián Duque, solicitó a TCC que entregara documentación que pudiera aclarar su inocencia, pero la empresa se negó. “Mi abogado pidió información, pero TCC no colaboró. Tuvimos que recurrir a otras instancias para poder demostrar lo que realmente sucedió”, señaló Pedro, frustrado por la falta de apoyo de la empresa.
Durante los 35 meses que Pedro estuvo bajo arresto domiciliario, la situación de su familia se volvió insostenible. “Estuve en casa por cárcel, y eso afectó mucho a mis hijos, mi esposa y mis padres”, dijo. La enfermedad de su padre, que ya sufría de problemas de salud, se complicó y, finalmente, falleció. “Mi padre se agravó mucho, y mi madre, una mujer mayor, también sufrió las consecuencias de todo esto. Ella bajaba hasta el primer piso para verme en el tercer piso, y eso la afectaba mucho. Se deprimió profundamente”, explicó.
La crisis también impactó a sus hijos. “Mi hija Natalia y mi hijo Santiago estaban estudiando en ese momento. Todo eso los afectó enormemente. Fue una situación muy difícil para ellos. Lo que más me ayudó a salir adelante fue el amor y el apoyo de mi familia. Ellos nunca me dejaron caer del todo. Gracias a ellos, hoy estoy aquí tratando de levantarme”.
El proceso judicial fue largo y desgastante, pero finalmente, el 27 de noviembre de 2024, Pedro fue absuelto de todos los cargos. “Después de más de tres años, fui absuelto de todo lo que me imputaron. Es un alivio, pero las secuelas quedan”, dijo Pedro, quien sigue lidiando con las secuelas emocionales de la experiencia. “He tenido insomnio, ansiedad, y siento como si me persiguieran. Esta experiencia me ha dejado huellas muy profundas”.
Una de las personas clave en su defensa fue Humberto de Jesús Muñoz, el cliente que inicialmente había sido el foco de la acusación. “Él fue testigo en mi favor, y afirmó que yo no tenía conocimiento de lo que transportaba. Eso fue fundamental para demostrar mi inocencia”, subrayó Pedro.
Lo que más le dolió a Pedro fue la indiferencia de TCC. “Nunca recibí una llamada de la empresa, ni siquiera para saber cómo estaba. No hubo ni una palabra de apoyo, ni de interés por mi situación. Al contrario, hubo un silencio total”. A pesar de haber dedicado casi tres décadas a la empresa, Pedro no recibió ningún respaldo de la organización en los momentos más difíciles de su vida.
Luego de ser absuelto, Pedro sigue buscando la forma de reconstruir su vida. Aunque la justicia le dio la razón, el daño ya está hecho. La experiencia lo cambió a él y a su familia. “Lo único que quiero es que se haga justicia de verdad, y que las instituciones responsables, como TCC, asuman su parte. Porque la indiferencia de la empresa fue lo que más me dolió en todo este proceso”, concluyó Pedro Nel Zapata, un hombre que, a pesar de todo lo vivido, sigue adelante con la ilusión de retomar su vida y su paz.
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Historia nunca contada: en un solo día, cuatro jóvenes con el mismo nombre fueron asesinados en la ‘Loma’
Exclusivo Colombia revela un caso inédito: en la Loma, cuatro jóvenes fueron asesinados en un solo día, con una coincidencia inquietante: todos tenían el mismo nombre. Sin conexión entre ellos, pero marcados por el destino, sus muertes siguen resonando como un eco de la brutalidad del conflicto en Medellín. Por primera vez, una de las familias rompe el silencio y confirma que este crimen podría ser escuchado en JEP.
A María Adelaida Álvarez todavía le tiembla la voz cuando habla de aquella noche, no porque no haya contado la historia antes, sino porque cada vez que lo hace es como si la viviera de nuevo, como si volviera a ver el rostro de su sobrino Juan Gonzalo Bustamante, desfigurado por los golpes, atravesado por las balas y tirado en la oscuridad de la “Caballeriza”, aquel rincón de la “Loma”, en inmediaciones del corregimiento San Cristóbal y la Comuna 13 de Medellín, donde muchos jóvenes dejaron de respirar por una guerra que a muchos les cuesta olvidar.
Aquel día, 26 de junio de 2002, la muerte se ensañó con cuatro muchachos que tenían algo en común: todos se llamaban Juan. Cuatro vidas apagadas en menos de 24 horas, cuatro nombres escritos en la misma lista de condenados. “Eran unidos: Ejército, Policía y Autodefensas. Se unió todo el gobierno para asesinar a estos jóvenes que nada tenían que ver”, dice María Adelaida con una mezcla de rabia y resignación.
El primer Juan cayó en la mañana, Juan Fernando. Lo vieron por última vez en el sector de Bellavista “los paramilitares se lo llevaron, lo torturaron, lo desmembraron, le sacaron la lengua, los ojos prácticamente lo picaron y lo tiraron por la parte de San Cristóbal”, revela María.
Apenas unas horas después fue el turno de Juan Gonzalo, su sobrino. Cuenta que viajaba en un bus junto a su padre cuando hombres armados lo hicieron bajar “en la caballeriza, lo golpearon y le dispararon 16 veces”. ¿Su delito? Nadie lo sabe con certeza. Algunos dicen que corrió, otros que, como todos los Juanes, su nombre estaba en la lista. Cuenta que Juan Gonzalo dejó un hijo de un año y era un destacado estudiante de la Universidad de Antioquia.
Más tarde, en la noche, atraparon a Juan Manyoma, “lo encerraron en la caballeriza, lo torturaron hasta la madrugada, le sacaron los ojos y le cortaron los dedos. Fue totalmente brutal”, así lo describe María quien aún se pregunta cómo una madre puede recoger a su hijo en esas condiciones.
Y el cuarto Juan, nadie sabe con precisión si cayó en la tarde o en la noche, pero sí se sabe que terminó igual.
¿Por qué los Juanes? Para entender este episodio de violencia hay que retroceder un poco. Años antes, un hombre conocido como alias Gabelo llevó las milicias a la Loma, por primera vez. Era la guerrilla, en ese pequeño rincón del occidente de Medellín y, según el testimonio revelado en Exclusivo Colombia, todos los Juanes en algún momento tuvieron algún tipo de contacto con él: un saludo, una mirada, una palabra cruzada en una esquina, eso bastaba. Cuando los paramilitares llegaron con su nueva orden, el solo hecho de haber coincidido con alguien como “Gabelo” era suficiente para morir. María revelo que, “Gabelo”, también se llamaba Juan.
Los sacaban de su casa y los mataban, los bajaban del bus, entraban a las casas, no importaba quién fuera dice María quien relató que el Ejército tenía un puesto de control en la “Caballeriza”, un sitio de tortura que todos recuerdan. Dice que allí comenzaron a tomar fotos de todos los jóvenes que pasaban y por alguna razón todos los que se llamaban Juan terminaron en esos registros.
La operación Mariscal había ocurrido días antes, fue un intento fallido del gobierno para sacar a las milicias de la Comuna 13, pero lo que realmente dejó esa operación fue la excusa perfecta para que los paramilitares tomaran el control total del territorio y, con ese control, la cacería comenzó.
Años después, los familiares de los Juanes siguen esperando respuestas. Recientemente la JEP se comunicó con la familia de Juan Gonzalo Bustamante y su crimen podría ser escuchado en el caso 08 (crímenes cometidos por la fuerza pública, agentes del Estado en asociación con grupos paramilitares, o terceros civiles en el conflicto armado).
Al terminar el diálogo con María Adelaida, quien concedió esta entrevista en el balcón de su vivienda que tiene una visual hacia la Escombrera de la comuna 13, afirmó que la verdad nunca llega completa, porque en la Loma el silencio es ley “cada día estamos peor. Aquí sí queremos vivir, quedémonos calladitos, dice ella, como quien ha aprendido que la verdad -también mata- “.
Pero hay preguntas que no dejan de flotar en el aire, dos décadas después ¿Por qué los Juanes? ¿Quién hizo la lista? ¿Quién ordenó las ejecuciones? ¿Y cuántos nombres más están esperando ser contados?
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De comerciante a Odontólogo: el joven que pasó de vender panela a atender pacientes en la Plaza Minorista
Desde que tenía ocho años, Maicol Pérez vendía panela en la Plaza Minorista de Medellín, sin imaginar que años después regresaría, pero no como comerciante, sino como Odontólogo. Hoy, en el mismo lugar donde creció entre puestos de mercado, es dueño de su propio consultorio, demostrando que los sueños pueden cumplirse sin olvidar las raíces.
Todo empezó cuando Maicol Pérez tenía apenas ocho años. En ese entonces, la vida no le ofrecía grandes lujos, pero sí le daba una lección invaluable: el trabajo.
Con su abuelo y su padre, Maicol empezó a forjar lo que serían sus primeros pasos en el mundo del emprendimiento. “Todo empieza desde los ocho años. Empiezo vendiendo panela con mi abuelo. Mi padre es el que me lleva, pues allá, a la minorista, a trabajar con él, ya que desde pequeño teníamos un negocitofamiliar, que era vender panela y yo les ayudaba a ellos”.
La Plaza Minorista de Medellín, un lugar histórico y representativo de la ciudad, fue testigo de sus primeros esfuerzos laborales. Su función, en un principio, era simple: “Mi abuelo me enseñó a organizar la panela. Mi labor era organizarla para que se viera bonita para que los clientes la compraran”, comentó Maicol.
Con el tiempo, su padre se independizó y comenzó un nuevo negocio. Maicol, entonces, comenzó a tomar más responsabilidades. “Ya me tocaba a mí sacar a las personas que le compraban a mi papá, a la calle con los carritos. Esa era mi labor, sacar las personas que le compraban en el negocio de mi papá y yo les ayudaba con un carrito afuera”, explicó.
El colegio fue un reto, no solo por los estudios, sino también por las jornadas laborales que llevaba a cabo en los fines de semana. “En el colegio, tenía que terminar mis estudios y, los fines de semana, me iba a trabajar con ellos. Mucha gente me conocía allá en la plaza Minorista. Y así empezó mi historia“, dijo Maicol, con la misma humildad que ha marcado toda su trayectoria.
Pero las oportunidades no tardaron en llegar. Gracias a su madre, quien trabajaba en Empresas Varias, Maicol obtuvo una beca para estudiar odontología en el CES. “Me presento a una beca de ser Pilo Paga, me la gané gracias a que mi madre trabaja en empresas varias de Medellín“, dijo con satisfacción.
Durante sus estudios, Maicol no abandonó sus raíces. “Comencé a estudiar odontología, fui becado, y seguí trabajando en la Minorista ayudándole a mi padre, en el negocio, y ayudando a la gente a sacar el mercadito”, comentó refiriéndose a su continuo apoyo al negocio familiar mientras se formaba como profesional.
Con dedicación, Maicol se graduó como odontólogo y dio su primer paso en el mundo profesional, trabajando en la Clínica de Las Vegas como odontólogo de urgencias. “Trabajé sábados, domingos, festivos, para poder recoger plata y hacer mi posgrado”.
Después de un año y medio de trabajo, Maicol reunió el dinero necesario para su posgrado. “Con ayuda de mi madre, empecé a estudiar el posgrado. Ya estaba pagado con los ahorros que había hecho trabajando como odontólogo, y con lo que mi madre me ayudó, pude sacar adelante el posgrado“.
En lugar de seguir el camino hacia otras partes de la ciudad o incluso fuera de Medellín, Maicol decidió regresar a su lugar de origen, a la Minorista, para abrir su propio consultorio odontológico.
“Decidí volver a la Minorista, donde me vieron crecer desde muy niño trabajando, vendiendo panela. Quise colocar el consultorio allí para ayudarle a las personas que me vieron crecer. Aportar ese granito de arena a la plaza Minorista, que es mi casa, porque desde niño fui criado allí”, agregó con orgullo.
El consultorio de Maicol no solo representa un sueño hecho realidad, sino también una forma de cambiar la percepción de un lugar que a menudo ha sido mal entendido. “La gente tiene la Minorista tachada, como un lugar donde roban, secuestran y matan. Yo quería mostrar otra cara, una cara amable. Aquí estoy para ayudar a las personas, para darle una sonrisa”, afirmó Maicol.
El consultorio de Maicol Pérez no solo es un centro de salud dental, sino un símbolo de perseverancia, amor por la familia y orgullo por su origen. Con un equipo de cinco odontólogos especialistas, Maicol demuestra que la calidad no tiene que estar reñida con la accesibilidad. “Nosotros somos cinco odontólogos y los cinco somos especialistas”, comentó.
La Minorista, que lo vio crecer y trabajar desde niño, ahora es el lugar donde Maicol le da a sus vecinos la oportunidad de una sonrisa más saludable y más segura.
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“Solo queda esperar un milagro”: la historia de Alexis y su batalla contra la muerte
A los 17 años, un accidente dejo a Alexis en silla de ruedas. 21 años después, sigue luchando contra la adversidad. Ha tenido múltiples cirugías, infecciones y una amenaza constante de perder la mitad de su cuerpo. Dice que su fe en Dios y el apoyo de su familia lo mantienen firme, aunque ya no haya nada que hacer, según los registros médicos.
Alexis tiene 38 años, pero lleva más de dos décadas cargando el dolor de un accidente que cambio su vida cuando tenía 17 años, “fui a visitar a un amigo que estaba en el ejército, y él movió su fusil sin querer, se disparó, y esa bala perdida me pegó. Ahí quedé incapacitado, perdí la movilidad de mis miembros inferiores”, relato con una calma.
El destino le fue cruel, pero no lo derrumbó. La silla de ruedas se convirtió en su nueva compañera, pero no en su condena. “La vida no se frenó ahí, yo seguí adelante”. Alexis encontró fuerza para seguir adelante en lo que siempre había sido su pasión: el fútbol, y en especial, su amor por el Atlético Nacional. En 2015, también encontró algo aún más importante: a su pareja. Ella fue, según sus palabras, quien “le dio sentido a mi vida”. A partir de ahí, la lucha de Alexis no solo fue por él, sino también por ella, por sus hijos, por su madre, quienes le daban el aliento necesario para seguir adelante.
Desde 2016, Alexis ha trabajado como asesor en call centers, lo que le permitió mantenerse activo a pesar de las adversidades. Sin embargo, las largas horas sentado le pasaron factura. Una úlcera por presión, producto de su inmovilidad, comenzó a aparecer en su cadera. “Me dio una úlcera por presión, y eso se convirtió en una herida en la nalga. Eso me trajo muchos problemas, tanto físicos como emocionales”, comentó Alexis.
El 9 de diciembre de 2023, Alexis tuvo que acudir a urgencias por el agravamiento de su herida. “La úlcera me reventó un porito, y eso olía demasiado feo”. El dolor y la incomodidad fueron insoportables, y terminó hospitalizado durante 48 días recibiendo antibióticos y cuidados. El 26 de enero, finalmente fue dado de alta, pero su calvario no terminó ahí.
El 7 de febrero, tras experimentar un regreso del dolor y el mal olor en su herida, Alexis tuvo que volver a urgencias. “Me dijeron que no podían ayudarme porque era un hospital de segundo nivel”, recuerdo con una mezcla de frustración y resignación. Fue entonces cuando le ordenaron una remisión que tardó un mes en salir. Finalmente, fue enviado a la Clínica Fundadores de Medellín, donde comenzó un tratamiento que implicaba más antibióticos, curaciones y hasta dos intervenciones quirúrgicas. Sin embargo, lo único que hicieron fue un lavado de la herida. “Me enviaron a la casa con un sistema que absorbía todo lo que la herida botaba, pero eso hizo que la herida se me formara en queloide”, explicó.
La situación siguió empeorando. En octubre de 2024, los síntomas se hicieron más graves. “Empecé a sentir mucha fiebre, y la enfermera me dijo que mejor me fuera a un hospital de tercer nivel, donde pudieran atenderme adecuadamente”. En la Clínica CES, donde le recomendaron ir por sus propios medios, le indicaron que debía ir a urgencias en la Clínica de los Molinos. Allí pasó 15 días, hasta que finalmente lograron encontrar una remisión para el Hospital San Vicente de Paúl.
“En el San Vicente me ingresaron al quirófano de inmediato, me hicieron una cirugía, me retiraron el queloide y me cerraron la herida. Comenzaron nuevamente con los antibióticos, otros 48 días de tratamiento”, detalló. Sin embargo, su proceso de recuperación fue todo lo contrario a lo esperado. A los pocos días, la herida se volvió a abrir debido a una bacteria que la atacó nuevamente. “Volví al San Vicente, donde me dejaron un mes más y me hicieron una cirugía reconstructiva. Cuando regresé a casa, la cirugía se volvió a dañar”.
El diagnóstico fue devastador. En noviembre de 2024, los médicos le informaron que la bacteria se estaba propagando rápidamente. “Me dijeron que la opción era desarticularme la cadera, es decir, amputarme la pierna hasta la altura del ombligo”, dijo envuelto en lágrimas. Los médicos le aconsejaron que, si creía en Dios, debía orar para que la bacteria no le quitara la vida. “Me mandaron con un servicio paliativo, y mi cuerpo comenzó a dolerme de manera insoportable”.
Ahora, Alexis se encuentra en una espera incierta, con los médicos sugiriendo que no hay más opciones. “El infectólogo no quiere volver a tratarme por el riesgo de que la bacteria siga avanzando”, dijo, mientras su voz refleja el cansancio de un hombre que ha peleado muchas batallas. “No queda más que esperar un milagro de Dios para que pueda sanar y la bacteria desaparezca. Pero yo no desfallezco, porque tengo a mi mujer y a mis dos hijos esperando por mí”, aseguró con una sonrisa que, aunque frágil, no pierde la fe en lo que está por venir.
“A veces siento que todo es muy difícil, pero sé que, mientras ellos estén conmigo, no puedo darme por vencido”, concluyó con voz firme.
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“Mido 90 centímetros y nada me ha quedado grande”: la historia del primer colombiano de talla baja en convertirse Influencer
Con 26 cicatrices que cuentan su lucha por la vida y 31 tatuajes que marcan su historia como su edad, David Alejandro Peláez Marín, conocido como Alejolittle, es un símbolo de resiliencia y determinación. Este colombiano, que desafió las probabilidades desde su nacimiento, ha convertido el bullying en una herramienta de empoderamiento y las redes sociales en el escenario de su triunfo. Hoy, con millones de seguidores en TikTok, es un creador de contenido que desde Medellín inspira al mundo entero con su humor, humanidad y mensaje.
La primera vez que vi sonreír a David Alejandro Peláez Marín entendí que hay historias que nacen para desafiar las probabilidades. No es una sonrisa cualquiera; es un arco que ilumina su rostro, un destello que parece decirte que, aunque el mundo intente reducirte, el espíritu puede siempre ensancharse. Y si algo caracteriza a este colombiano nacido el 10 de febrero de 1993, es precisamente eso: su grandeza interior.
Alejandro llegó al mundo como un milagro que desafiaba diagnósticos. En el vientre de su madre, las noticias eran desalentadoras: le faltaba líquido amniótico, y los médicos no le daban esperanzas de vida. Cuando finalmente nació, su cuerpo diminuto pasó 10 días en incubadora, aferrándose al aire como si supiera que su camino apenas estaba comenzando. Su vida ha sido una lucha constante, marcada por 26 cirugías y la hazaña de dar sus primeros pasos a los tres años “26 cirugías y por ahora no necesito más, por ahora”, relata en Exclusivo Colombia.
Es el menor de dos hermanos, su hermano mayor, de 45 años, lo veía con admiración y, desde niño, David aprendió que su tamaño no definiría sus sueños. Creció rodeado de retos, pero también de un espíritu de superación que lo llevó a estudiar publicidad y diseño gráfico. Ejerció su profesión durante cinco años y entre las experiencias que logró se destaca su paso por una empresa que manejaba las redes sociales de grandes artistas como Karol G y J Balvin. Pero su corazón inquieto no estaba hecho para quedarse en un escritorio.
En 2017, David hizo algo que pocos se atreven: dejó su zona de confort. Renunció a la estabilidad de su empleo para lanzarse al incierto y fascinante mundo de las redes sociales como creador de contenido. Su primer video, “Agáchate y conócelo”, fue un hit inmediato. Lo compartieron artistas como J Balvin, Nicky Jam y Wisin y Yandel. Pero más allá de las visualizaciones, ese video fue el punto de partida de una revolución personal y social.

Cuenta que encontró en el humor y la autenticidad su lenguaje. Conectó con la gente desde la vulnerabilidad y el carisma. Un video emotivo donde le regalaba dinero a su madre, y otro donde documentó la operación en sus ojos, tocaron fibras sensibles. Luego llegó su etapa como el “rey de la sopita”, un contenido que, aunque sencillo, lo acercó a los niños y lo consolidó como un referente familiar y cálido “¡ay sí!, soy el -rey de la sopita- y nadie me quita ese puesto” ¿Por qué? Porque tomo mucha sopita. Mi mamá me hace mucha sopita para crecer, pero lamentablemente estoy creciendo para los lados (risas)”.
A David le gusta presentarse como un hombre de carne y hueso, con miedos, incertidumbres y sueños. Le apasiona la actuación, la presentación y el humor y sueña con tener su propio Stand Up y una serie que cuente su trayectoria. Entre risas, confiesa que los 31 tatuajes que adornan su cuerpo coinciden con su edad, cada uno cargado de significado.

Una de las anécdotas más impactantes de su vida fue conocer a Alejandra Azcárate, quien le dio el empujón que necesitaba para creer en sus sueños “ella me dio la patadita de la buena suerte, ella creyó en mí, ella vio lo que muchas o muy pocas personas no han visto en mí”. Pero quizás lo más impresionante es cómo ha convertido el bullying en una herramienta de empoderamiento.
“El bullying me salvó la vida”, dice, con una honestidad desarmante. Y así, a través de campañas en colegios con niños les muestra que lo que otros perciben como debilidades puede convertirse en fortalezas. Agregó que “yo no hago campañas contra el bullying, porque el bullying nunca se va acabar. Es como decirle a la vida ¡Acábense problemas! Yo le enseño a la gente que, a través de mi historia, cómo sobrevivir y cómo llevar el bullying. A mí el bullying me salvó porque si no hubiera existido, no me hubiera querido y amado como en este momento”.

Hoy, David es el pilar de su familia. Su madre, Luz Alba, esa mujer que luchó por él desde el primer día, recibió de su hijo el regalo más preciado: una casa propia. Aunque su vida no ha sido fácil, David ha construido un camino sólido gracias a su humildad y calidez humana. En el mundo del entretenimiento es conocido como Alejolittle y sus casi 4 millones de seguidores en TikTok no son solo números, son una comunidad fiel que encuentra en él inspiración y alegría.
Detrás de las cámaras, es un hombre como cualquier otro. Ha enfrentado momentos de incertidumbre, noches de preguntas sin respuesta, pero siempre ha encontrado la manera de salir adelante. Porque, como él mismo lo dice, “cuando uno se permite dejarse hundir, créanme que uno ve más cerquita el éxito ¿A dónde quiero llegar? Al éxito. Yo cuando salgo a flote, como decía Colón -tierra a la vista- Son las metas a las que quiero llegar”.
Mientras se prepara para lo que venga, Alejolittle sueña con escenarios más grandes. Visualiza un micrófono, un público riendo y aplaudiendo y su trayectoriaconvertida en una serie que inspire a otros. Porque si algo ha demostrado este hombre de estatura pequeña, pero de espíritu gigante es que no hay límites cuando se trata de alcanzar el cielo “gracias a esa discapacidad he podido superarme y alcanzar lugares donde, créanme que, si no me abren la puerta, pues me meto por la ventana o me meto por debajo de la puerta, entonces ser discapacitado también vale la pena”.

Durante un diálogo con un reportero de Exclusivo Colombia, habló de sus sueños “con salud, con mi familia viva y, tercero, girando por todo el mundo como mi Stand Up, o con mi conferencia por todo el mundo y algún día sacar un libro sobre mi vida o una serie y contando muchos secretos de personas que me han querido ver hundido, pero no”.
La sonrisa de Alejo no solo ilumina su rostro; ilumina un camino que nos recuerda que los milagros no siempre vienen envueltos en grandeza, pero sí en un alma capaz de crecer hasta el infinito.
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“Me mataron a cinco de mis seis hijos”: la historia de Teresa, la vendedora de rosas del cementerio San Pedro
A lo largo de más de tres décadas, Teresa Corrales ha enfrentado la pérdida de cinco hijos, víctimas de la violencia que sacudió Medellín en los años 80 y 90. A pesar de la tragedia, esta madre de 79 años se ha levantado cada día, con su último hijo a su lado, para seguir trabajando en la puerta del cementerio San Pedro, ofreciendo novenas, flores y fotolápidas.
Teresa Corrales tiene 79 años. A lo largo de su vida, ha enfrentado pérdidas que marcan a cualquier madre, pero lo que más la define es su fortaleza para seguir adelante, siempre con la mirada al frente. Con voz serena, pero cargada de recuerdos, Teresa nos cuenta la historia de su vida, donde asesinaron a casi todos sus hijos producto de la violencia en Medellín.
“Trabajo en la puerta del cementerio San Pedro desde el 90. Antes venía a ayudarle a un hermano que tengo, que tiene 90 años y era el que trabajaba vendiendo novenas. Pero cuando me empezaron a matar a mis hijos, tuve que quedarme aquí”.
La historia de Teresa comienza en una época dolorosa y difícil. La violencia en Colombia en los años 80 y 90 dejó una huella profunda en su vida. Ella recuerda con claridad las primeras pérdidas: “Me han matado, tuve seis hijos y me mataron cinco”. La violencia política y los grupos armados fueron los responsables de la muerte de sus hijos, pero lo que más le duele es la indiferencia del tiempo. “Los primeros me los mataron como en el 87 y en el 89. No me acuerdo de ellos casi”.
La guerra interna de Colombia, con su horror e insensibilidad, llegó a la vida de Teresa, una mujer madre y luchadora, que a pesar de todo, logró salir adelante con su último hijo. Y que a hoy, más de 30 años después, dejaron una huella imborrable en su corazon.
“Yo soy viuda y cuando me empezaron a matar mis hijos, mi hermano me dijo que él era un hombre y que se podía ir a trabajar a la calle, y que yo me quedara aquí vendiendo novenas en la puerta del cementerio San Pedro y eso hice, me quedé vendiendo novenas, en un plástico, en el suelo. Así fue que me puse a trabajar. Ya empecé a meterle más novenas de otros santos, estampitas, eso”.
A lo largo de los años, Teresa logró adaptarse a las circunstancias. Empezó a vender flores artificiales y a incursionar en el negocio de las fotolápidas, una forma de conectar su vida con las necesidades de quienes llegan a ese lugar. “Ya entraron de moda las fotolápidas, también las hacemos aquí. Eso no lo hacemos nosotros, sino que tenemos la conexión con el taller, entonces nos dan una bonificación”.
“Nos ha tocado una época muy dura“, dijo Teresa, al recordar esos años de violencia, cuando Pablo Escobar y los carteles dominaban gran parte del país. “Me ha tocado una época muy dura aquí. Cuando estaba vivo Pablo Escobar nos tocaba un entierro muy miedoso. Pero ahí seguimos”.
Su osteoporosis avanzada, la pérdida de memoria, y las complicaciones económicas debido a los copagos en la clínica del dolor han sido obstáculos adicionales para Teresa, que a pesar de todo, sigue con la misma determinación. “Ya me da mucha brega trabajar, pero ahí nos vamos yendo. Aquí en esta puerta del cementerio San Pedro es que sobreviví. Sobrevivo, y ahora mi hijo que está aquí también”.
Su único hijo vivo que quedó, al que Teresa crió con tanto amor y esfuerzo, es ahora su compañero en la venta de novenas, flores y fotolápidas. “Ya es un hombre viejo, pero se enseñó a trabajar aquí conmigo. Cuidar los monticos de los entierros, ahora contratar lapiditas o floreritos”, mencionó con orgullo. “Él también le tocó muy duro aquí porque desde niño lo traía para acá, no pudo estudiar, pero ahí vamos”.
Una de las tragedias que más marcó a Teresa fue la muerte de su primer hijo, ocurrido en el 87. “Me mataron, que fue como en el 87, tenía 20 años, estaba detenido en Bellavista. Lo mataron dentro de la cárcel, dos días antes de salir. El fue víctima de un “mano a mano”, yo me descontrolé mucho. Fui a Pareira y me fui con los otros para el Chocó. Estando allá, en marzo, me escribió un sobrino y me dijo que me habían matado al otro hijo, de 23 años. Que lo mataron el 17 de enero. Me avisaron ya como a los dos meses estos, me dijeron que lo habían matado en Nikitao, que en una pelea”.
De manera consecutiva, Teresa fue perdiendo uno a uno sus hijos, “al tercero mataron los milicianos. Él vendía cigarrillos en la calle, yo vivía por allá en una parte que le decían la sequia. Ahí sacaban los pelados, y se los llevaban por esos montes, por esas cosas que hay por yendo para la sierra. A él lo cogieron con el otro hermanito, y le preguntaban algo, pero como él era sordo, él no oía, entonces el otro hermano dijo que él no oía, que él era sordo, y no le creyeron, y lo mataron delante del hermano. Entonces el hermano se fue para Robledo. Y en Robledo, el 25 de diciembre, iban a matar a otro muchacho que estaba ahí con ellos en la calle haciendo un sancocho, y como al fin borrachos, a que le van a dar a esos, nos tienen que dar a todos, pues le dieron a dos, se murió el mío, y los otros no se murieron. Y el tercero de 26 anos me lo mataron en una masacre que hubo en Robledo, en la casa de la suegra, que mataron cinco de esa casa. Y mi hijo trabajaba, cuando eso, en Codesarrollo, tenía dos hijos. Ese fue el último que me mataron, y ese lo mataron en Barrio Robledo, en una masacre que hubo en la casa de la mujer, de la señora que tiene los hijos de él”.
Así, uno a uno, sus hijos fueron asesinados, “me quedó un solo hijo, porque yo no tuve mujeres. Quedó como de 10 añitos, o un poquito así. De eso hace que él también está aquí conmigo”.
Hoy, Teresa sigue levantándose cada día, hombro con hombro con su último hijo, para continuar su labor en la puerta del cementerio San Pedro. A pesar de las adversidades, de la enfermedad y el dolor que la acompañan, su fortaleza sigue latente. Cada jornada, entre flores y novenas, Teresa reafirma que la vida, aunque rota, siempre tiene un propósito: seguir adelante.
“Mi Dios no nos deja de mandar bendiciones, mi hija”, dijo Teresa, con una sonrisa serena que, a pesar de los años, sigue irradiando emotividad. “Aquí seguimos. Y con mi hijo, la nuera y tres hijos de él, seguimos adelante”.
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