
A lo largo de más de tres décadas, Teresa Corrales ha enfrentado la pérdida de cinco hijos, víctimas de la violencia que sacudió Medellín en los años 80 y 90. A pesar de la tragedia, esta madre de 79 años se ha levantado cada día, con su último hijo a su lado, para seguir trabajando en la puerta del cementerio San Pedro, ofreciendo novenas, flores y fotolápidas.
Teresa Corrales tiene 79 años. A lo largo de su vida, ha enfrentado pérdidas que marcan a cualquier madre, pero lo que más la define es su fortaleza para seguir adelante, siempre con la mirada al frente. Con voz serena, pero cargada de recuerdos, Teresa nos cuenta la historia de su vida, donde asesinaron a casi todos sus hijos producto de la violencia en Medellín.
“Trabajo en la puerta del cementerio San Pedro desde el 90. Antes venía a ayudarle a un hermano que tengo, que tiene 90 años y era el que trabajaba vendiendo novenas. Pero cuando me empezaron a matar a mis hijos, tuve que quedarme aquí”.
La historia de Teresa comienza en una época dolorosa y difícil. La violencia en Colombia en los años 80 y 90 dejó una huella profunda en su vida. Ella recuerda con claridad las primeras pérdidas: “Me han matado, tuve seis hijos y me mataron cinco”. La violencia política y los grupos armados fueron los responsables de la muerte de sus hijos, pero lo que más le duele es la indiferencia del tiempo. “Los primeros me los mataron como en el 87 y en el 89. No me acuerdo de ellos casi”.
La guerra interna de Colombia, con su horror e insensibilidad, llegó a la vida de Teresa, una mujer madre y luchadora, que a pesar de todo, logró salir adelante con su último hijo. Y que a hoy, más de 30 años después, dejaron una huella imborrable en su corazon.
“Yo soy viuda y cuando me empezaron a matar mis hijos, mi hermano me dijo que él era un hombre y que se podía ir a trabajar a la calle, y que yo me quedara aquí vendiendo novenas en la puerta del cementerio San Pedro y eso hice, me quedé vendiendo novenas, en un plástico, en el suelo. Así fue que me puse a trabajar. Ya empecé a meterle más novenas de otros santos, estampitas, eso”.
A lo largo de los años, Teresa logró adaptarse a las circunstancias. Empezó a vender flores artificiales y a incursionar en el negocio de las fotolápidas, una forma de conectar su vida con las necesidades de quienes llegan a ese lugar. “Ya entraron de moda las fotolápidas, también las hacemos aquí. Eso no lo hacemos nosotros, sino que tenemos la conexión con el taller, entonces nos dan una bonificación”.
“Nos ha tocado una época muy dura“, dijo Teresa, al recordar esos años de violencia, cuando Pablo Escobar y los carteles dominaban gran parte del país. “Me ha tocado una época muy dura aquí. Cuando estaba vivo Pablo Escobar nos tocaba un entierro muy miedoso. Pero ahí seguimos”.
Su osteoporosis avanzada, la pérdida de memoria, y las complicaciones económicas debido a los copagos en la clínica del dolor han sido obstáculos adicionales para Teresa, que a pesar de todo, sigue con la misma determinación. “Ya me da mucha brega trabajar, pero ahí nos vamos yendo. Aquí en esta puerta del cementerio San Pedro es que sobreviví. Sobrevivo, y ahora mi hijo que está aquí también”.
Su único hijo vivo que quedó, al que Teresa crió con tanto amor y esfuerzo, es ahora su compañero en la venta de novenas, flores y fotolápidas. “Ya es un hombre viejo, pero se enseñó a trabajar aquí conmigo. Cuidar los monticos de los entierros, ahora contratar lapiditas o floreritos”, mencionó con orgullo. “Él también le tocó muy duro aquí porque desde niño lo traía para acá, no pudo estudiar, pero ahí vamos”.
Una de las tragedias que más marcó a Teresa fue la muerte de su primer hijo, ocurrido en el 87. “Me mataron, que fue como en el 87, tenía 20 años, estaba detenido en Bellavista. Lo mataron dentro de la cárcel, dos días antes de salir. El fue víctima de un “mano a mano”, yo me descontrolé mucho. Fui a Pareira y me fui con los otros para el Chocó. Estando allá, en marzo, me escribió un sobrino y me dijo que me habían matado al otro hijo, de 23 años. Que lo mataron el 17 de enero. Me avisaron ya como a los dos meses estos, me dijeron que lo habían matado en Nikitao, que en una pelea”.
De manera consecutiva, Teresa fue perdiendo uno a uno sus hijos, “al tercero mataron los milicianos. Él vendía cigarrillos en la calle, yo vivía por allá en una parte que le decían la sequia. Ahí sacaban los pelados, y se los llevaban por esos montes, por esas cosas que hay por yendo para la sierra. A él lo cogieron con el otro hermanito, y le preguntaban algo, pero como él era sordo, él no oía, entonces el otro hermano dijo que él no oía, que él era sordo, y no le creyeron, y lo mataron delante del hermano. Entonces el hermano se fue para Robledo. Y en Robledo, el 25 de diciembre, iban a matar a otro muchacho que estaba ahí con ellos en la calle haciendo un sancocho, y como al fin borrachos, a que le van a dar a esos, nos tienen que dar a todos, pues le dieron a dos, se murió el mío, y los otros no se murieron. Y el tercero de 26 anos me lo mataron en una masacre que hubo en Robledo, en la casa de la suegra, que mataron cinco de esa casa. Y mi hijo trabajaba, cuando eso, en Codesarrollo, tenía dos hijos. Ese fue el último que me mataron, y ese lo mataron en Barrio Robledo, en una masacre que hubo en la casa de la mujer, de la señora que tiene los hijos de él”.
Así, uno a uno, sus hijos fueron asesinados, “me quedó un solo hijo, porque yo no tuve mujeres. Quedó como de 10 añitos, o un poquito así. De eso hace que él también está aquí conmigo”.
Hoy, Teresa sigue levantándose cada día, hombro con hombro con su último hijo, para continuar su labor en la puerta del cementerio San Pedro. A pesar de las adversidades, de la enfermedad y el dolor que la acompañan, su fortaleza sigue latente. Cada jornada, entre flores y novenas, Teresa reafirma que la vida, aunque rota, siempre tiene un propósito: seguir adelante.
“Mi Dios no nos deja de mandar bendiciones, mi hija”, dijo Teresa, con una sonrisa serena que, a pesar de los años, sigue irradiando emotividad. “Aquí seguimos. Y con mi hijo, la nuera y tres hijos de él, seguimos adelante”.