Exclusivo Colombia publica la estadística oficial de homicidios en 2023 en las 9 subregiones de Antioquia y con detalle explica cuáles son los 30 municipios con la tasa más alta.
La idea es recuperar el sector y darle vida al hotel, ícono de la “Belle Époque” de Medellín en el siglo XX.
La tarde es cálida y el sol se filtra entre las palmeras. El bochorno agobiante no se siente en el tercer piso del Hotel Nutibara, en cambio, la brisa es fresca, envolvente, evocadora. Desde la terraza se ve el metro, que pasa raudo, el Palacio de la Cultura, y se columbran las montañas del occidente. Abajo, sobre el pavimento caliente, caminan miles de personas con rumbos azarosos. Arriba la vida va más lento, más apacible.
Esa pequeña descripción encierra lo que es La Dolce Vita, el café recién inaugurado en el mítico Hotel Nutibara. La historia del café, donde se ofrecen cocteles exóticos, panadería fina y cafés gourmet, no es menor.
Andrés Angarita es el gerente del Nutibara y, desde que llegó al cargo, se dio a la tarea de recuperar ese ícono de la ciudad que fue inaugurado en 1940, después de la pequeña Belle Époque que vivió Medellín en los años 30, pero que con las décadas decayó como lo hizo todo el centro, y sobre su reputación se cirnió una nube oscura.
La vista es privilegiada: el metro, el Palacio de la Justicia y las montañas.
En el Nutibara estuvo Jorge Eliécer Gaitán en 1947, un año antes de su asesinto, y se tomó una foto en la terraza, muy de cachaco él, muy posudo, con la Basílica Metropolitana de fondo; unas décadas después se alojó Pelé allí, y conocidas son las anécdotas y los cuentos de un Zubeldía que caminaba por los pasillos y por el Lobby, a veces hablando de fútbol, otras veces de hípica.
Pero el hotel, como todo el centro, sufrió la presión de una ciudad que se desbordó, en la que se enquistó la violencia. El nuevo milenio ha sido malo para el hotel. Andrés, el gerente, cuenta una anécdota que retrata muy bien cómo la fama se vino a menos. Para los conciertos de Carol G, a comienzos de diciembre de 2023, la ocupación del hotel fue del 100 por ciento. La gente llamaba a reservar y tenían que decirle, con pena, que todas las habitaciones estaban vendidas.
Pero muchos llegaron y se aterraron con los alrededores del hotel: habitantes de calle, drogadicción, cerros de basuras, un ruido ensordecedor. Muchos se negaron a dormir allí, donde hace muchos años durmieron el rey Pelé y el negro Gaitán. “La ocupación cayó hasta el 75 por ciento por la gente que decidió irse, y eso es muy triste, porque nosotros trabajamos por el centro, pero nos queda imposible, como privados, manejar el tema del espacio público, de los venteros sin permiso, del perifoneo”, cuenta el gerente del hotel.
La administración de Quintero prometió mucho con el centro, pero los resultados, a la vista de todos, fueron más que pobres. El gerente dice que con la administración actual, la de Federico Gutiérrez, ya tuvieron varias reuniones para hablar de la importancia de recuperar el centro, en especial el centro histórico, que encierra la Plaza Botero, el Parque Berrío y el Hotel Nutibara.
La Dolce Vita
La obsesión de Andrés Angarita ha sido recuperar el sector, que vuelvan a florecer los restaurantes, los cafés especializados, las cafeterías finas. En ese empeño llevó una idea a la junta: convertir la terraza del tercer piso del hotel en un café gourmet. Los dueños le dijeron que no debían ampliar la línea de negocios y que lo mejor era arrendar el lugar para que un tercero lo operara.
Entonces Andrés, con la terquedad por recuperar el centro y el hotel, decidió invertir él mismo en el café. Consiguió un administrador, un mostrador para exponer los productos, y un chef que se encargó de la coctelería. “La idea es ofrecer un lugar diferente, que no se venda el mismo tinto, sino un café gourmet, un cocktail con ingredientes exóticos. Es darle vida de nuevo al centro”, comenta el gerente.
En el hotel se ofrecerán cocteles con ingredientes diferentes a los comunes.
Esta no es la única iniciativa de ese tipo. Desde hace unos meses, algunos restaurantes de Provenza han abierto sucursales en Plaza Botero. Es una apuesta por ofrecer, de nuevo, espacios de esparcimiento sanos en un lugar en el que la explotación sexual, el ruido y las drogas lo conquistaron todo.
El café Dolce Vita abrió este 20 de enero a las 2:00 de la tarde y promete darle nueva vida al Nutibara, que durante tantos años agonizó en medio de un ambiente convulso y decadente.
El horario del café es de 9 a 9 todos los días, pero los fines de semana será hasta más tarde, pues la intención también es darle vida nocturna al sector. Los fines de semana habrá música en vivo, toda clase de música, desde rock a son cubano. Será una reminiscencia de los tiempos ya pretéritos en que Lucho Bermúdez y su orquesta amenizaban las noches en el Hotel Nutibara.
El denominado “fleteo” es una modalidad de hurto, que en Medellín se convirtió en una práctica delincuencial hace unos 20 años y que durante este tiempo ha tenido un factor común: la banda delincuencial “La Viña” de Manrique.
Uno de los primeros anuncios en materia de seguridad del recién posesionado alcalde Federico Gutiérrez fue el ofrecimiento de una recompensa de hasta $20 millones por dos hombres, identificados con el alias de “Tacita” y de “Josua”, a los que describió como integrantes de la banda delincuencial de “La Viña”. Ambos quedaron grabados en video, en medio de un asalto a una pareja, incluso, sin importarles que llevaban un bebé en brazos.
El video circuló en redes logrando la indignación de la ciudadanía, que pidió y pide acciones contundentes contra el hurto en la ciudad. Para tener un contexto claro de lo que pasa en la capital paisa, hay que decir que según el Sistema de Información para la Seguridad y la Convivencia (SISC), solo el año pasado se presentaron más de 30.000 hurtos en la ciudad y un aumento de este delito del 11% en los últimos 4 años.
El segundo anuncio del alcalde fue la creación de la “Central contra – atracos”, una estrategia de la que se sabe aún poco. No obstante, Exclusivo Colombia conoció parte del proyecto, que tiene, entre otros, la inclusión de más de 200 uniformados de la Policía, con componentes de Inteligencia, investigación con Sijín, la Fiscalía Seccional, y tecnología del Sistema Integrado de Emergencias y Seguridad de Medellín.
¿Qué tiene que ver lo uno con lo otro? El factor común es el hurto y de fondo, las bandas delincuenciales dedicadas casi de lleno a este delito, que según advierten las autoridades en el marco del “Inventario Criminal 2023”, en la que participa la Secretaría de Seguridad y Convivencia de Medellín, son unas cuantas que ponen la mayoría de los casos identificados: “La Roja” de Caicedo, “Los Ototos”, de Castilla y el Doce de Octubre, y en la mitad del problema: “La Viña” de Manrique.
Joyas en oro, relojes de alta gama, celulares y dinero en efectivo, son los botines preferidos por la banda delincuencial y en general lo más valorado por los delincuentes que hurtan en esta modalidad. Foto: Policía Meval
La universidad del “Fleteo”
Para explicar el fenómeno del hurto en la modalidad de “Fleteo”, los investigadores se remontan hasta 20 años atrás, cuando grupos de delincuentes comenzaron a unirse para ejecutar hurtos de alto valor, a víctimas incautas que retiraban altas sumas de dinero en las sedes bancarias de Laureles, La América, el Centro de Medellín o El Poblado.
La modalidad consiste en “marcar” a la víctima desde el interior de la sede bancaria, seguirlo en motocicleta y esperar el punto más favorable para asaltar, en el menor tiempo posible y de manera violenta, al portador del dinero. Para la época, reposa en los expedientes de la Sijín, a los que Exclusivo Colombia tuvo acceso, fueron identificadas 8 bandas dedicadas a este delito, de las cuales fue priorizada una conocida como “Los Ototos”, un grupo de delincuentes en las comunas 5 y 6 de Medellín, que fue sistemáticamente atacado por las autoridades, con capturas como las de alias “Viejo Calima”, que recibía su apodo por su motocicleta favorita y alias “Tosecita”, cada uno con múltiples antecedentes de hurto en esta modalidad.
Con el tiempo, con la cantidad de casos conocidos la modalidad se convirtió en una marca de la delincuencia en la ciudad y tomó relevancia la banda delincuencial de “La Viña”.
“Ahora “fleteo” es cualquier hurto que se comete desde una motocicleta. Para nosotros existe el atraco a mano armada, o el hurto agravado en esos casos. Pero la gente comenzó a llamarte “fleteros” a los delincuentes en moto y con eso se creó la marca. En Medellín es sin duda, la ciudad donde más delitos de este tipo se cometen”, advierte un investigador de la Policía Metropolitana, que por razones de seguridad no es identificado.
Por esa misma época y al otro lado de la ciudad donde se asentaron “Los Ototos”, se forjaba una banda delincuencial, considerada hoy, en 2024, como una de las más peligrosas organizaciones dedicadas al hurto, en modalidad de “Fleteo”, entre otros delitos como extorsión, hurto de automotores y homicidios. “La Viña”, en el corazón de Manrique, se convirtió en el sitio y refugio de una banda que las autoridades advierten, solo ha tenido tres cabecillas en su historia.
Luis Henry Jaramillo Jiménez, alias “Paraco”
El primero fue Luis Henry Jaramillo Jiménez, alias “Paraco”, fundador de la estructura criminal, incluso cuando fue una especie de “hija” de la reconocida organización de “La Terraza”. Fue asesinado en un restaurante en Copacabana el 31 de marzo de 2019.
“Paraco” hizo parte de varios de los carteles de los más buscados, con los que el entonces y hoy, alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, persiguió a la delincuencia rampante de hace algunos años, de la mano del ofrecimiento de millonarias recompensas. Precisamente, el segundo cabecilla de “La Viña”, Alexander González, alias “Cerdo”, fue capturado el 16 de mayo de 2019, gracias a esa misma estrategia.
Desde entonces queda como remanente alias “La Teta”, un curtido delincuente que, según los expedientes judiciales de la Fiscalía Seccional de Medellín, tiene toda una estructura para ejecutar y “profesionalizar”, el “Fleteo” en la ciudad.
Fotos: cortesía Alcaldía de Medellín
“Se dice que para entrar a “La Viña” hay que manejar moto hasta con los ojos cerrados. Entrenan en las lomas de Manrique y en Las Palmas y andan en motos de bajo cilindraje, la mayoría hurtadas. Son muchos “peladitos” que están dispuestos a todo”. Explica el investigador.
De acuerdo con los más recientes informes de Inteligencia, este grupo delincuencial tiene entre 25 y 30 integrantes, la mayoría identificados por seguimientos e Inteligencia, a los que se les atribuyen la mayoría de “Fleteos” en el Nororiente de la ciudad, en el Centro y en ciertos sectores de Laureles, incluyendo el más reciente caso que rodó por las redes sociales y cuyo video provocó la reacción de “Fico”, que en su segundo mandato, conserva, desde los primeros días, a “La Viña” entre sus objetivos de alto valor.
Crímenes sonados
En los expedientes judiciales esta banda está asociada a varios crímenes que han sacudido a Medellín. Tal vez, el más recordado, fue el incidente lamentable en el que el reconocido reguetonero e influencer Fabio Legarda, resultó muerto en un intercambio de disparos producto de un intento de “fleteo”, en el que los delincuentes fueron identificados por el entonces secretario de Seguridad y Convivencia Andrés Tobón, hoy concejal de Medellín, como integrantes de “La Viña”.
En el incidente falleció uno de los delincuentes identificado como Jorge Hernán Ardila, de 27 años, el otro, Juan Sebastián Duque, de 21 años, fue encarcelado. Ambos tenían anotaciones judiciales, eran reincidentes en el delito de hurto.
Otro delito en el que aparece el nombre del grupo delictivo, ocurrió también en 2016. La víctima fue el reconocido futbolista Víctor Ibarbo, al que le hurtaron objetos por valor superior a los $190 millones. Tres años después fue capturado uno de los principales sospechosos, un coordinador de la banda, conocido con el alias de “Lolo”. Al hombre le incautaron nada más y nada menos que un fusil, AM-15 Multical, calibre 5.56, un arma de asalto avaluada en más de $30 millones. También era reincidente, de hecho cuando lo capturaron llevaba brazalete del Inpec, que portaba tras ser capturado antes por los mismos delitos de hurto agravado.
La Policía Metropolitana, en su momento presentó la captura de alias “Lolo”, con un arma de alto poder que logró llamar la atención de las autoridades. Foto: Policía Metropolitana
Según los expedientes a los que tuvo acceso Exclusivo Colombia, el prontuario de la banda, además del hurto en todas las modalidades, incluyen la desaparición forzada, concierto para delinquir, hurto de motocicletas de alta gama, narcotráfico y se les investiga, además, por ser una de las bandas precursoras de la modalidad de “Fleteo”, en ciudades de Chile y en Perú.
Por el momento, los ojos están puestos en los alias “Tacita” y “Josua”, apenas conocidos en los carteles de los más buscados, pero ya desde el inicio de su administración, de nuevo, el alcalde Federico Gutiérrez, ha identificado el objetivo. En unas semanas y después de articular la estrategia con la Dirección Nacional de la Policía, se conocerán los detalles de la llamada “Central Anti-atracos”, la novedosa iniciativa que busca, de nuevo, acabar con el flagelo de “La Viña” y de las bandas dedicadas al delito con más crecimiento en los últimos años en Medellín: el “fleteo”.
Esta historia deja reflexiones sobre el aumento de delitos sensibles en la ciudad
Siete horas de angustia vivió Laura Acosta. Todo comenzó el pasado 2 de enero, a las 7:46 de la mañana, en Itagüí. Ese día, con el letargo del año nuevo, empezó con el pie izquierdo. A la hora señalada, un carro negro pasó por el gimnasio Oasis, propiedad de Laura y su novio. Nadie notó la presencia del vehículo. El conductor, supieron después, se bajó con naturalidad y, en un descuido de segundos, aprovechó para llevarse a Brandy, la perrita de Laura. Entonces comenzó una persecución que tomó rumbos inesperados.
Al papá de Laura, que estaba en el gimnasio, una vecina le advirtió que un hombre había subido a Brandy a un Chevrolet negro. La mujer recordaba el número de la placa del vehículo, pero no las letras. Con esa información llamaron a la Policía, que empezó a monitorear las cámaras de seguridad para hacer seguimiento al carro, pero en un punto perdieron el rastro y la zozobra se acrecentó.
Desesperada, Laura subió un video a Instagram contando el robo de su mascota. De inmediato comenzó a recibir llamadas y mensajes. A las 9:00 de la mañana, solo dos horas después de que el carro negro se paseara por el gimnasio, un hombre se comunicó con Laura y, de una manera convincente, le dijo que tenía a Brandy en su poder. Dijo que no quería extorsionarla para devolver a la perra, pero que su situación económica era compleja. Sus palabras, recuerda Laura, sonaron convincentes.
Finalmente, después de muchos ambages, el hombre dijo que necesitaba que le hicieran una transferencia por 800.000 pesos para devolver a Brandy. Dio más señas, que en el momento no parecieron extrañas: que dos personas fueran por la mascota al parque de Itagüí, y que allí hicieran la transferencia. Otra vez, el hombre hablaba con ambages, pero sonaba tan convincente, y Laura estaba tan desesperada, que era la tabla de salvación a la que había que aferrarse.
Brandy ya está de nuevo con su familia.
Antes de las 10 de la mañana estaban ella y su papá en el parque de Itagüí, como lo había indicado el hombre que decía tener a Brandy. “Ahí nos hizo una llamada y nos conectamos los tres y nos empezó a dar indicaciones”, cuenta Laura. El hombre, del otro lado de la línea, le dijo a Laura que fuera dos cuadras abajo del parque. “La llamada estaba aislada, nos dimos cuenta después, y yo no escuchaba lo que le decían a mi papá. A él lo mandaron para otro lado”, sigue Laura con su relato.
De manera paralela, mientras los dos estaban siguiendo indicaciones en el parque de Itagüí, el hermano de Laura salió a buscar al carro negro en el que habían subido a Brandy. Ya sabían, gracias a la Policía, que el conductor había tomado hacia la loma de los Zuleta, también en Itagüí. Él mismo fue a buscarlo y lo encontró.
“Otra vez, el hombre hablaba con ambages, pero sonaba tan convincente, y Laura estaba tan desesperada, que era la tabla de salvación a la que había que aferrarse”.
Pero volvamos con Laura y su papá, que quedaron en el parque de Itagüí. Del otro lado de la línea, el hombre comenzó a presionar para que se hiciera la transferencia. “Entonces dijo que tenía retenido a mi papá y que tenía que entregarle la plata para que lo liberaran con la perrita. Ahí me entró la desconfianza”, cuenta Laura.
Siguiendo el instinto, invadida por el miedo y nublada, Laura le contó lo que estaba pasando a un policía que por allí patrullaba. Por las cámaras de seguridad buscaron a su papá, indicando cómo iba vestido, y se dieron cuenta de que no lo habían secuestrado. Era una estratagema del hombre del otro lado de la línea, un extorsionador que nada tenía que ver con Brandy, cuyo único “mérito” fue haber visto la publicación de Laura en redes sociales.
Acá vuelve el hermano de Laura a la historia. Una vez localizó el carro negro, llamó a la Policía y entonces se desató una persecución hasta el barrio Boston de Medellín. A Brandy la habían llevado a un criadero y ahí, sin escrúpulos, la habían vendido a otra persona. De nuevo, la Policía comenzó la persecución hasta el barrio Manrique, donde encontraron al comprador.
Brandy volvió a casa pasadas las 2:00 de la tarde, después de siete horas de angustias, de un supuesto secuestro, de un intento de extorsión y una persecución a través de las cámaras.
La historia de Brandy no es una mera anécdota. La extorsión es un delito en aumento en Medellín y el Valle de Aburrá. Aunque en este caso no hubo secuestro, bien pudo haberlo en el parque de Itagüí. Laura bien dice que en esta historia se cometieron dos delitos diferentes. Primero, el hombre que pasó en el carro y se robó a Brandy; segundo, la extorsión perpetrada por quienes vieron la publicación de Instagram.
“La historia de Brandy no es una mera anécdota. La extorsión es un delito en aumento en Medellín y el Valle de Aburrá”.
Solo el año pasado (hasta el 25 de diciembre) se denunciaron en Medellín 831 casos de extorsión, 183 más que en el año anterior. Es decir, el delito incrementó en un 28%. Eso sin mencionar que los secuestros se aumentaron en un 60%.
El caso de la persona que se llevó a Brandy, y que al parecer trabaja en una plataforma de transporte, está en conocimiento de la Policía. A Laura le preocupa que esta persona siga por ahí trabajando en su carro, merodeando y al acecho.
Laura accedió a contar esta historia a Exclusivo Colombia para dejar constancia de una situación que le puede pasar a cualquiera en el valle de Aburrá.
Manuel Villa Mejía, Secretario de Seguridad y Convivencia, está acompañado por el General (R) y excomandante de la Policía Metropolitana, Pablo Ferney Ruiz. Foto: Alcaldía de Medellín.
Manuel Villa Mejía es abogado, especialista en economía, con perfil de administrador, no obstante, hoy está al frente de la seguridad en la ciudad más compleja del país.
En las primeras dos semanas de 2024 en Medellín han aumentado en casi un 50% frente a las mismas dos semanas de enero de 2023, no obstante, la diferencia es de cuatro casos, las cifras son aún muy cortas como para determinar una tendencia estadística, como la que muestra el Sistema de Información para la Seguridad y la Convivencia.
No obstante, en estas semanas, al frente de la Secretaría de Seguridad y Convivencia se encuentra un abogado, mano derecha del Alcalde Federico Gutiérrez. Manuel Villa Mejía, quien fue Secretario privado del popular “Fico” en su primera alcaldía, jefe de la campaña presidencial del mismo y uno de los fundadores del partido “Creemos”, es el séptimo Secretario de Seguridad y Convivencia en la historia de la ciudad, con antecesores que han dejado marcas muy importantes, el más reciente, el Brigadier General (RA) José Gerardo Acevedo Ossa, que en medio de la más polémica e impopular alcaldía de la historia, deja las cifras más bajas de homicidios en Medellín en 40 años.
Fotos: Alcaldía de MedellínEn un recorrido, acompañado por varios de los nuevos secretarios de la Alcaldía de Medellín, Manuel Villa Mejía, evaluó la situación actual en el Parque Lleras y El Poblado. Fotos: Alcaldía de Medellín
Pero el Secretario Villa Mejía no está solo. El recién nombrado Subsecretario Operativo de esta Secretaría es nada más y nada menos que el Brigadier General (RA) Pablo Ferney Ruiz Garzón, excomandante de la Policía Metropolitana mal recordado por el incidente de la captura de alias “Manolo”, presunto abusador de varios niños en un jardín de “Buen Comienzo”, que se entregó en la Estación de Policía de Yarumal tras ser intensamente buscado, pero que por un error en el informe policial, el General Ruiz, dijo públicamente que se había capturado tras la persecución de las autoridades.
Sepultado el incidente, literalmente tras la muerte de “Manolo” en la cárcel, el General Ruiz vuelve a la ciudad y con los movimientos de las primeras semanas de enero, es innegable que hay un interés por mostrar resultados rápidamente.
En 12 días, según cifras de la Secretaría de Seguridad, Fueron dispuestos más de 150 uniformados para la realización de planes especiales de registro, control y solicitud de antecedentes, implementando 6 puestos de control diarios en articulación con Secretaría de Seguridad y Secretaría de Movilidad en más de 23 puntos estratégicos de la ciudad.
Además, se han realizado intervenciones especiales en la Plaza Botero, en el Parque Lleras y en 5 comunas. Se desplegó una actividad con pocos antecedentes para el control del orden público en Manrique, Aranjuez, en el Centro de Medellín, se intervino el Skate Park de la 4 Sur y hasta se reforzó con el Ejército la vigilancia en los corredores de ingreso y salida de la ciudad. Por lo menos, en el comienzo, la “escoba barre bien”.
Hay 24 agentes de policía custodiando el lugar. Se han visto personas durmiendo en las zonas verdes.
Once días han pasado desde que la Alcaldía de Medellín, ahora liderada por Federico Gutiérrez, levantó las vallas que durante diez meses rodearon la Plaza Botero. Con una mirada rápida, sin mayor detalle, se puede concluir que todo sigue igual desde el retiro de las cercas: la prostitución se mantiene junto a la iglesia de La Veracruz, los turistas siguen llegando en bermudas, y en una esquina siguen poniendo las mismas canciones de Diomedes.
Hay que escudriñar un poco más, hablar con los venteros que pasan las horas bajo el sol, para notar sutiles diferencias. Lo primero que se nota al llegar es la amplitud. La entrada se ve extrañamente amplia sin las vallas. El acceso es ilimitado a la plaza, que además es un espacio público, hay que decirlo. En una tarde de miércoles, bajo los rayos del sol, una veintena de personas hacen corrillo, gritan, celebrando un juego callejero.
Las paredes exteriores de la iglesia, que recuerdan a las ciudades amuralladas del Caribe, sirven de asiento para mujeres jóvenes y viejas, flacas y barrigonas, con dientes y desdentadas, que descansan bajo la sombra esperando clientes. Fuman, tranquilas, y se cruzan de piernas, haciendo chistes a veces procaces.
Ni las vallas ni el retiro de ellas cambió en absoluto las dinámicas de la prostitución y la explotación sexual en los alrededores de Botero. Cuando se le pregunta a la gente por ese tema, miran de soslayo, escurriéndose en la conversación, y dicen que “sigue lo mismo de siempre”.
“La prostitución se mantiene junto a la iglesia de La Veracruz, los turistas siguen llegando en bermudas, y en una esquina siguen poniendo las mismas canciones de Diomedes”.
Y es que el problema del centro, como muchas veces lo ha dicho Jorge Mario Puerta, director de Corpocentro, es que no se atacan los problemas de raíz. Como ha pasado en otras zonas, se arregla la infraestructura, se instalan bancas y mesas, pero los problemas sociales continúan o se agravan. Eso pasó en Botero, y basta una mirada para darse cuenta de ello.
Hablan los venteros
Jorge Arias, un vendedor ambulante asociado a Asobotero, dice que la plaza se siente tranquila, que está “una chimba”. Hasta ahora, pasados once días del retiro de las vallas, dice que la calma se ha mantenido. Y es cierto, los turistas se toman fotos en las 23 esculturas de Fernando Botero, caminan con despreocupación.
La estrategia de la alcaldía de Gutiérrez ha sido controlar el espacio público y poner policías para que vigilen el parque. Bajo los árboles, huyendo del sol de la tarde, los patrulleros levantan a los habitantes de calle que deciden meterse a dormir en los jardines. “Ellos intentan meterse, pero de una los quitan. Uf, eso ha pasado cada rato”, dice uno de los vendedores.
Pero otros no son tan optimistas. Román Agudelo, uno de los fotógrafos que pasa los días enteros en Botero, dice que, pese a la presencia de la Policía, ya se han presentado robos. “Hace unas horas robaron una bicicleta de esas de motor, de un gringo. Cuando llamaron a los policías, el ladrón ya se había volado, porque ahora sin vallas se van mucho más fácil”, comenta el fotógrafo.
Son 24 los policías que están patrullando la plaza durante el día. La presencia es constante, hay que decirlo, pero el temor de los comerciantes es que a la larga se relaje la vigilancia y el desorden vuelva. Agudelo no es optimista: “Le doy dos meses a esto para que vuelvan a meterse y esto acá esté oliendo a mierda otra vez”.
Aunque los comerciantes están de acuerdo con las vallas, buena parte de la ciudad criticó la medida y la tomó como un derecho de admisión a un espacio público que debe ser de todos. La estrategia de cerrar el espacio público se trasladó al parque Lleras, en El Poblado, con pocos resultados y muchas críticas.
En los jardines ya se han visto personas durmiendo. La Policía los retira de las zonas verdes.
Los alrededores
La plaza cerrada se convirtió en un oasis. Mientras en los interiores había pocos vendedores ambulantes y el espacio se veía limpio y seguro, los alrededores, por donde la gente camina para entrar a la plaza, bullían en medio del ruido ensordecedor, la invasión del espacio público, el consumo y la venta de drogas.
A la Plaza Botero la rodean los barrios Estación Villa y La Candelaria. En ambos los homicidios se incrementaron un 20% y un 12% respectivamente durante 2023, cuando las vallas estuvieron puestas. En el caso de los hurtos, se presentó una situación similar. Solo en el barrio La Candelaria, según el SISC, se documentaron 3.765 casos de hurto, un aumento del 18.5%, y en Estación Villa, se produjeron 616 casos, un aumento del 7.5%.
Durante el cierre, además, los alrededores se llenaron de ventas ambulantes irregulares. Eso aumentó el tránsito de personas y la suciedad. El CAI de la Policía, que está bajo el metro, se convirtió en un baño público maloliente, lleno de charcos de orines rancios y mosquitos.
La realidad hoy es diferente. Esa zona fue despejada en los primeros días de la nueva administración y hoy se puede caminar por allí con tranquilidad. Pero pasó lo mismo que con las vallas: los problemas se movieron solo unos metros. Bajo el viaducto, junto a los murales de Pedro Nel Gómez, están arrumados todos los venteros que fueron removidos de sus espacios.
La zona se convirtió en un verdadero tumulto en el que vendedores con permiso y sin él aprovechan el espacio. Se hizo tan intransitable como la parte que lindaba con las vallas.
Es pronto para sacar soluciones sobre el retiro de las vallas, pero una cosa queda clara: con o sin ellas, los problemas siguen ahí, moviéndose apenas unos metros.
Nelson Flórez reveló en Exclusivo Colombia detalles del servicio exequial del hombre más temido del país, en la década de los 90.
Lleva 32 años dedicado a los servicios funerarios, conoce cada historia que ha ingresado a los pasillos de reconocidas empresas exequiales de Medellín y su memoria es exacta para recordar que hay detrás de cada muerte.
Nelson Flórez Madrid tiene 60 años y lleva la mitad de su vida acompañando la “muerte”. Actualmente se desempeña como director de servicios y ejecutivo comercial de la Funeraria San Juan Bautista de Medellín. Es, quizás, uno de los hombres más experimentados en una profesión que a diario se cruza con el dolor, el llanto e incluso la resistencia emocional.
Tras cumplirse los 30 años de la muerte de extinto capo colombiano, Pablo Escobar, narró como asumió la responsabilidad de su entierro, las presiones de la familia, la prensa, las autoridades, el valor de las exequias e incluso el estado en el que fue recibido el cuerpo.
Dejaron obras literarias y arquitectónicas, pero hoy poco visitan sus tumbas y están cayendo en el olvido.
El cementerio San Pedro no está rodeado de cipreses sombríos, como en los poemas, ni sus alrededores son campos desiertos o tristes. Está en medio de la ciudad, sembrado con pinos y palmeras que le dan cierto aire de tropicalidad. Desde la rotonda central, donde descansan los muertos ilustres, se ve la comuna Nororiental, que destella antes del atardecer.
Hay placas de mármol suntuosas, muy barrocas, que recuerdan a personas encumbradas de la historia de la ciudad. Casi en el centro está Pedro Justo Berrío, en cuyo honor se bautizó el parque más emblemático de Medellín. Muy cerca de allí está Jorge Isaacs, autor de María, la novela romántica de América. Hasta ese lugar llegaron sus restos en 1904, nueve años después de su muerte. Pero esa es otra historia.
El ilustre recién llegado es don Tomás Carrasquilla, el del Ánima sola. Después de 35 años, cuando fue sacado para llevarlo a la Basílica Metropolitana, volvió al San Pedro el 19 de abril de 2023, en las manos de Gustavo Álvarez Guardiazábal. Su tumba está coronada por un busto en el que resalta la cara seria, aunque de mirada irónica, del escritor.
Pero esta pequeña crónica no es para mencionar a los muertos que todos llegan buscando. En el cementerio hay 44.000 posesiones, es decir, osarios, cenizarios y bóvedas. No todos están llenos, por supuesto, y cada tanto se hacen exhumaciones. El cálculo es que en el cementerio hay 30.000 cuerpos. Hay galerías llenas de personas jóvenes, cuyas vidas se truncaron por la violencia o accidentes de tránsito. Muertos nacidos en 2005, que apenas estaban empezando a vivir.
Fernando Estrada era masón. El Palacio Egipcio, construido en Prado Centro, fue un capricho suyo que persiste hasta hoy.
El director ejecutivo del San Pedro, Juan José Restrepo, ha dicho varias veces que en el cementerio está la historia de la ciudad. Y no es una exageración.
Detrás de la rotonda, una de las galerías donde reposan los muertos más antiguos, está Fernando Estrada, un optómetra que dejó un singular legado a la ciudad. Estrada se fue a estudiar a París, y de allí viajó a Egipcio, donde se maravilló con la historia antigua. Se convirtió en un entusiasta egiptólogo y volvió a Medellín en la década del 20. Empeñado en construir algo como lo que había visto, se lanzó a la quijotesca construcción de un palacio egipcio en el barrio Prado de Medellín.
Pero Estrada guardaba otro misterio: era masónico. De hecho, dirigía una secta, Sol de la Montaña. El palacio fue tomado como una afrenta por los católicos, que tenían a poca distancia la Basílica Metropolitana; lo cierto es que Estrada era respetuoso de la religión, pero no escondía su pensamiento masónico.
Otro muerto ilustre que ha ido perdiendo visitantes es Juan de Dios de María Uribe, conocido como el Indio Uribe, nacido en Andes en 1859. El indio murió en 1900, es apenas lógico que su recuerdo, con el pasar de más de un siglo, se haya ido diluyendo. Uribe fue liberal en una tierra de conservadores, y su pluma era panfletaria, pero apasionada y genuina. Está enterrado en la sección laica del cementerio, donde fueron llegando ateos como él, pero también putas y suicidas. Su tumba es diferente a las que la circundan: está como empotrada en la pared, como vertical.
Es lógico que el furor del periodista y pensador del siglo XIX haya decaído, pero la ciudad debe voltear los ojos, reconocerse en sus personajes, y el Indio es un espejo de lo que ha sido y no ha sido la sociedad antioqueña.
Menos inexplicable es el olvido de un muerto muy reciente, conocido por casi todos, que llegó al cementerio en 2019. Se trata de Jota Mario Valencia Yepes, el popular conductor de televisión. Jota Mario nació en Medellín en 1959 y murió en Cartagena. Uno de sus tíos era fundador de los almacenes Ley, que por mucho tiempo fueron emblema en la ciudad. El presentador hoy descansa junto a su tío.
Así recuerdan en el cementerio a ese hombre del entretenimiento:
“Hoy Jota Mario, hace parte de los hombres y las mujeres aquí enterrados, que caminaron y actuaron sobre esta tierra transformándola, enriqueciéndola, creando y compartiendo cultura. Su lucha o proyecto de vida se ha convertido en nuestro patrimonio: un legado diverso, transmitido a los descendientes mediante la evocación de su materialidad funeraria, expresada en nombres, familias, fechas, símbolos, epitafios; obras artísticas, arquitectónicas y mausoleos, erigidos como emblemas”.
Si el lector de esta crónica tiene fresco el nombre de Jota Mario, tal vez no tenga tan presente el de Clementina Trujillo, recordada como la “gran dama de la industria y el comercio antioqueño”. Pese a su legado, la tumba no es suntuosa, sino más bien común, con el retrato de una virgen. Está en la galería San Vicente y una foto descolorida es el único arreglo que tiene.
Sin embargo, hace parte importante de la historia de Antioquia. Su biógrafo, Agustín Jaramillo, cuenta que Clementina nació “mujer, mulata, pobre y fea”, es decir, con todo en su contra (para la sociedad de la época) y aún así logró convertirse en una empresaria exitosa. Fue la fundadora de la cadena de almacenes Primavera, símbolo antioqueño hasta la década de los 90, y también creó la Fábrica de Camisas Primavera.
A través de las historias de los habitantes del San Pedro se entiende un poco el devenir de Medellín y Antioquia. Guerras civiles, desengaños, traiciones, reconocidas obras literarias, casas discográficas exitosas, todo está ahí, en el cementerio donde crecen los pinos y las palmeras, a espaldas de la comuna nororiental.
En Medellín se han documentado al menos 5 casos recientes de “depredadores” sexuales con diferentes modus operandi. Foto: Policía Metropolitana
Los “depredadores” sexuales, o “violadores” en serie son más comunes de lo que se cree. La Fiscalía General de la Nación, solo entre 2020 y 2023, identificó 40 casos, varios de ellos en Medellín, al menos 8 de los cuales obedecían a victimarios reincidentes. ¿Cómo actúan?
Las víctimas de estos delincuentes generalmente tienen características comunes. En muchos casos los rangos de edad, color del cabello, contextura física o el color de piel, son determinantes en el accionar de los llamados “depredadores”, delincuentes, que según las investigaciones más recientes de la Fiscalía General de la Nación, obedecen a modus operandi, en los que la principal herramienta es la intimidación.
Uno de los más sonados casos ocurrió precisamente en Medellín y terminó a finales de 2023, con una condena de 24 años contra el agresor de al menos 12 mujeres de entre los 14 a los 34 años. El hombre fue identificado como Andrés Felipe Castrillón Zapata, de 34 años, un sujeto calificado por los investigadores como solitario y violento, que escogía a sus víctimas tras seguirlas y observar sus rutas habituales y repitiendo la misma conducta de infringir el terror para obtener la indefensión por físico miedo.
Los casos, conocidos por una fiscal del Centro de Atención Integral a Víctimas de Abuso Sexual (Caivas) de Medellín, se compilaron entre diciembre de 2020 y diciembre de 2021, todos con una actuación similar del agresor, quien se acercaba a las mujeres y adolescentes para intimidarlas, se hacía pasar como miembro de las bandas delincuenciales conocidas como “Convivir” y las amenazaba con un cuchillo.
En cámaras de videovigilancia quedó grabado el hombre mientras acechaba a una de sus víctimas. Foto: Cortesía
Así precisamente lo relata la directora Seccional de Fiscalías de Medellín, Yiri Milena Amado:
“Es el caso de una asaltante sexual, en diferentes lugares de la ciudad de Medellín. Estamos hablando por el Jardín Botánico, el centro de Medellín, el Parque San Antonio, por el Estadio y por el sector Floresta. Se les acercaba, les pedía a la hora, o les se les acercaba con algún pretexto e inmediatamente estaba cerca de ellas, las intimidaba con arma. Les decía que él hacía parte de una organización criminal que no estaba solo. Una vez las sometía este hombre las amenazaba y las conducía a hoteles, a moteles o a lugares oscuros donde les realizaba tocamientos de carácter sexual, actos de carácter sexual e incluso accesos canales violentos. Las hurtaba, les las despojaba de sus bienes”.
Escurridizo “depredador”
Exclusivo Colombia tuvo acceso al expediente de la investigación que terminó con la condena de Andrés Felipe Castrillón, quien en juicio oral y ante la certeza de las pruebas no tuvo más remedio que aceptar la condena.
Los seguimientos y el aporte de los testimonios de las víctimas, con escalofriantes relatos que incluían descripciones aberrantes de los abusos del hombre contra ellas, fueron determinantes para que un equipo de la Fiscalía Seccional de Medellín y la Policía Metropolitana dieran con la captura de este hombre.
El uso de las cámaras del Sistema Integrado de Emergencias y Seguridad fue una de las herramientas para ubicar y obtener las imágenes del hombre, lugares que frecuentaba y determinar si en realidad era parte de uno de los grupos delincuenciales que actúan en el centro de la ciudad. Esto fue descartado. Era solo una forma de intimidar, de asustar sus objetivos: mujeres jóvenes, de contextura mediana, en su mayoría de cabello oscuro. También se determinó que prefería las menores de edad, colegialas.
No obstante, la captura ocurrida el 27 de febrero de 2022, ocurrió por un afortunado cambio en los acontecimientos, o mejor, en el modus operandi. Su víctima no se dejó intimidar y los gritos de auxilio alertaron a las autoridades que lograron apresar al violador, que ya tenían bien conocido en los registros.
No obstante, esa casualidad afortunada, por poco se ve frustrada. El 10 de abril de ese año, el delincuente hábilmente se provocó una herida en su mano izquierda, lo que obligó a su traslado al Hospital La María, en Castilla, para que le atendieran. Ya en el sitio y aprovechando un descuido de la guardia del Inpec, el hombre se escapó por una ventana. Solo hasta mayo de 2023, gracias a que el equipo de investigadores no se rindió, pudo ser recapturado en una vivienda del Barrio Popular, donde fue identificado por la ciudadanía que dio aviso a las autoridades
Reincidentes y peligrosos
Un investigador, que habló con Exclusivo Colombia, advierte que es un fenómeno más común de lo que se piensa.
“Los depredadores son sistemáticos. Si lo hacen la primera vez, repiten casi siempre la misma conducta y de manera frecuente. Someten a las víctimas con violencia o con intimidación, les gusta, aunque suene crudo, sumar, coleccionar las mujeres abusadas y son feminicidas en potencia. En Medellín y el área metropolitana hemos tenido ya varios casos con ese factor común”, dice el funcionario.
Según la Fiscalía General de la Nación, entre 2020 y 2023 fueron capturados y judicializados 40 asaltantes sexuales seriales, a los que se les atribuyen 97 víctimas (80 mujeres y 17 menores de edad).
Si bien, en los casos locales la acción de la justicia ha demostrado eficiencia, las modalidades de este delio se han expandido debido a las redes sociales, la llegada por miles de turistas a Medellín y la vulnerabilidad de las menores de edad, sometidas por extranjeros con engaños.
Ese es el caso del influencer “Orion Deep”, capturado el 18 de agosto pasado, justo antes de que abordara un avión para huir del país. Al hombre las autoridades lo señalan, no de unos cuantos, sino de decenas de casos de abuso sexual a menores en Medellín y en Bello. Su verdadero nombre: Krishan Agarwal, de origen indio, que ahora reposa en una celda de la cárcel Bellavista, mientras se van conociendo más y más testimonios del modus operandi de este otro depredador sexual.
Su verdadero nombre: Krishan Agarwal, de origen indio, que ahora reposa en una celda de la cárcel Bellavista. Foto: cortesía
En este caso, advierten las autoridades, el hombre, aduciendo tener una creciente empresa de modelaje, captaba jovencitas en el Metro de Medellín. Usaba como gancho, sus propias cuentas en redes sociales, con más de 3 millones de seguidores y ofrecía algún dinero para realizar castings.
No obstante, testimonios que se han ido recopilando en la investigación, han evidenciado que no solo drogaba a sus víctimas, sino que de manera sistemática grababa y comercializaba imágenes pornográficas en el exterior.
Solo en 2023, se realizaron 5 investigaciones estructurales en Medellín en casos particulares de “depredadores” sexuales y ahora, con toda la tecnología disponible, no solo en las calles de la ciudad, sino en las redes sociales y en el complejo mundo del Internet, revelarán más casos de estos, de los cuales, advierten las autoridades, apenas se está descubriendo la punta del iceberg.
El pintor tardó 40 años en retratar todos los municipios del departamento. Esta es su historia
Jairo Franco cuenta historias que se bifurcan. Teje anécdotas olvidadas, como una pelea entre conservadores y liberales en el parque de Amagá.
—Oiga, pues, se les acabaron las balas de escopeta y se acercaron para darse con machete. Jairo dice que tiene memoria desde 1955. En 1962, cuando tenía 15 años, pintó la iglesia de Amagá, el primero de los 125 municipios que retrató durante 40 años. Pero esa es otra historia que se bifurca en varias aventuras de juventud.
Tiene un programa en radio y otro de televisión. Cuenta lo que muchos olvidaron y el lema es que no son historias de oídas, sino vividas por él mismo, como una suerte de Heródoto del Suroeste
—Yo trabajo desde los ocho años—dice Jairo, sin necesidad de escudriñar demasiado sus recuerdos—. Trapeé cantinas, cargué parva para las veredas, hacía dibujos por un centavo.
Pero esta corta crónica se centra en los últimos 22 años de su vida. Es la historia de una terquedad, de un empeño inquebrantable. En 2001, Jairo presentó un proyecto a la administración municipal. En unas hojas impresas, muy seguro de sí, radicó la idea del Museo del Carbón. Justificó la importancia de tener un lugar que contara cómo se extrae este material, paso a paso, y su lugar en la historia y la cultura del municipio. Pero no le prestaron atención.
En 2004 envió una carta a Aníbal Gaviria, entonces gobernador, haciendo la misma petición. Hizo una maqueta del museo, manejada con controles y movimiento. Todavía la conserva, pero ya no es más que un trasto viejo, polvoriento, ignorado.
Jairo escribió sobre una pared el nombre de todas las víctimas de la tragedia de 1977.
Jairo sigue contando las historias que se bifurcan:
—Trabajé entre 1966 y 1969 en la mina San Fernando—dice, atropellando las palabras—. Ahí vi morir a un compañero. Le cayó encima una roca de una tonelada. Cuando la roca cayó, empecé a llamarlo, pero no me contestaba—toma un poco de aire—. Entonces me monté encima de la roca y di la vuelta. Ahí me di cuenta de que él estaba debajo.
Jairo buscó otro trabajo menos riesgoso. El 20 de octubre de 1969 entró a Coltejer, donde se convirtió en un pesebrista de fama. Para esa época ya había pintado muchos de los 125 municipios de Antioquia. Estudió Bellas Artes seis años, becado por la empresa. Se casó, tuvo hijos. Pero esas son otras historias que se bifurcan.
El inicio de los 2000 llegó con la idea del museo. Administración por administración, sin falta, radicó el proyecto, con la terquedad del que sabe que algún día vencerá. Le dijeron que sí, que la maqueta se haría realidad. Concejales y políticos le prometieron ayuda para financiar el museo. Pero, en sus palabras, “político es político”.
En ese tiempo, aunque pensando en el museo del carbón, terminó de pintar los pueblos de Antioquia. También hizo maquetas de los lugares emblemáticos de Amagá. Con orgullo muestra una versión a escala del viejo teatro, con cada una de las butacas en miniatura, y la casa de Belisario Betancur, con paredes color pastel y techos declinados. Pero Jairo se recuperó y terminó de pintar los 125 pueblos. El último fue Caucasia. Ya no tenía el ímpetu de la juventud, ni de la soltería en búsqueda de aventuras. Lo que sí le había quedado, como encarnado en lo más profundo, era la idea del museo del carbón, que siguió presentando a las administraciones de 2016 y 2020.
Jairo visitó la mayoría de pueblos de Antioquia y luego los pintó con paciencia en su estudio.
Como no recibió ayuda, la rectora de la Normal Superior de Amagá, Flor Ángela Urrego, le ofreció un espacio para, al fin, hacer el museo. Jairo, con la paciencia de siempre, y ya con siete décadas a cuestas, comenzó a pintar las paredes. De un lado el ferrocarril, donde su papá fue funcionario. Al frente, un paisaje de la mina San Fernando en la década del 60, cuando trabajó allí y vio morir a un compañero. Sobre una de las paredes del museo están escritos, con la letra de Jairo, los nombres de las 86 personas que murieron en la tragedia de 1977.
—Por las bandas que transportan el carbón sacaban los cuerpos, muchos mutilados. Oiga, sacaban brazos, cabezas.
El museo tiene maquetas muy precisas, con movimiento, que explican el proceso de extracción del carbón. Hay obreros en miniatura que pican las rocas negras, y sus caras son vívidas. Pero el gran atractivo del museo está por hacerse. Con ayuda de la mina San Fernando, se construirá una mina natural, de 40 metros de profundidad. Los visitantes se subirán a los coches y descenderán dentro de la tierra, como si de verdad fueran mineros en un socavón.
Jairo solo espera cumplir este sueño, y que dios le dé vida para verlo terminado. A los visitantes les contará historias olvidadas, de conservadores y liberales, novias de la juventud; historias que se bifurcan.