Tiene 83 años y está recogiendo plata para ir a México, donde sus canciones aún suenan
Plutarco Urrutia escucha dos perros en su cabeza. Uno ladra grueso y el otro fino. Los escucha por la mañana, y a veces también canta un gallo o una paloma. Dice que eso le sucede porque hace muchos años, él no puede recordar cuántos, le echaron una brujería para enloquecerlo y dejarlo en la calle. Nada quedó de la fama de antaño, de sus canciones que se pegaron en la radio. La maldición lo dejó en la calle, cuenta, y por eso vende sus discos en Junín, sentado sobre una banca de madera y recostado sobre el acordeón.
Plutarco, tocayo del historiador romano, nació en Montelíbano cuando no existía el departamento de Córdoba. Tiene 83 años, aunque le gusta decir que tiene 70. No es capaz de organizar su vida cronológicamente, pero sí recuerda la juventud, la amistad con Alejo Durán y la llegada a Medellín, a los 20 años.
Sentado sobre la banca de Junín, Plutarco recuerda destellos de su vida. Hay que hablarle fuerte porque ha perdido buena parte de la audición. Sin embargo, aún ejecuta bien el acordeón y canta en el tono correcto.
Plutarco pasa todas las mañanas en Junín
—¿Cuándo aprendió a tocar el acordeón?
—¿Qué?
Cuando no escucha, Plutarco estira la cabeza. Lleva un sombrero vueltiao y una camisa blanca, estilo guayabera.
—Aprendí a los catorce años porque mi tío José Domingo me dijo que tenía que ser un acordeonero famoso.
La infancia del músico transcurrió entre Montelíbano, Ayapel y Caucasia.
—En Caucasia dormí dos años con una prima, jaja.
Cuando hace un chiste, Plutarco se lleva las manos a la cara, como tratando de ocultar los ojos. Vacila un momento y luego ríe con amplitud, mostrando los dientes e inclina el cuerpo contra el respaldo.
—Ya me voy, mañana vuelvo a las ocho de la mañana—, dice el músico.
—Espere, pero cuénteme la historia.
—¿Qué?
Y Plutarco continúa con su juventud. Trabajó en la finca de un familiar. Vuelve a la infancia y recuerda que la abuela les pegaba con un palo. Entre todos los nietos, que eran muchísimos, la anciana se ensañaba con él; en parte, reconoce ahora, tiene que ver con que era inquieto y andaba “metido en todo”.
Una de las grabaciones de Plutarco y su conjunto.
Plutarco no menciona a sus padres, que ya murieron. En cambio, habla de José Domingo, el tío que le sentenció el futuro como acordeonero.
—El tío fue bueno conmigo, ufff—se lanza un poco hacia atrás, y sigue recordando: — Si gracias a él me quité de encima un maleficio que me hicieron.
—¿Un maleficio de qué?
—¿Qué?
Y Plutarco vuelve a sus años mozos. A los veinte llegó a Medellín. Se recuerda alegre, parrandero y tomador de trago. En ese tiempo conoció a Miguel Durán, un ícono del vallenato sabanero. Pero Miguel, dice Plutarco, no se amañó en Medellín por el frío y volvió a la costa. Él, en cambio, se radicó en la ciudad y comenzó a tocar en parrandas.
Plutarco es un juglar en todo el sentido de la palabra. Él compone las canciones, las interpreta y toca el acordeón. Es de origen campesino, si bien no de las tierras del Cacique Upar o del Magdalena Grande, sí de las sabanas de Córdoba que antaño hicieron parte de Bolívar. Creció en un ambiente rural, propicio para la creación. Suyas son canciones parranderas, cumbias y “paseitos” con letras picaronas. Una, por ejemplo, habla del hoyo soplador de San Andrés y de su fuerza.
—Me dijeron que la canción era muy vulgar—dice Plutarco. Ríe y se lleva las manos a la cara, cubriéndose los ojos—. Oiga, y hay otra que dice que llegando a Montería no hay hombre que no lo pida ni mujer que no lo dé.
Plutarco vuelve a su vida azarosamente y cuenta que fue amigo de Alejo Durán, el primer rey vallenato. Dice que lo conoció antes de coronarse. También fue amigo de Náfer, el hermano de Alejo que grabó con Diomedes Herencia Vallenata en 1976. En Planeta Rica conoció a Enrique Díaz, apodado el Tigre de María la Baja, un hombre parrandero que legó al vallenato de canciones legendarias como La caja negra y Vida parrandera.
Sin una relación posible, Plutarco vuelve sobre el maleficio que, dice, le echó una mujer con la que tuvo tres hijos. En total, regó por el mundo catorce criaturas, no recuerda con cuántas mujeres. Algunos de sus vástagos viven en Estados Unidos y otros en Medellín, pero lamenta que ninguno le ayude.
—Entonces esa mujé me echó una maldición y me dio una tontina en la cabeza. No podía ni caminar.
Plutarco Urrutia en su paso por Monterrey.
José Domingo, el tío que le sentenció el amor por la música, lo llevó donde una bruja en Cartagena. La hechicera le pidió a Plutarco una muestra de orina para la contra. Además de que no podía caminar, escuchaba el ladrido de los perros en su cabeza; cuando tocaba el acordeón oía mal el tono y cantaba erráticamente, tanto que la gente le silbaba.
—Esa mujé de Cartagena me alivió, pero todavía escucho a los dos perros.
Con 83 años, Plutarco está reuniendo plata para viajar a México. Allá, dice, canciones como Buscando a Patricia todavía suenan en la radio. Cree que en Monterrey tendrá más oportunidades de tocar y de recibir el reconocimiento que merece su vida musical. En la carrera Junín vende sus discos, grabados ya hace muchos años, y espera que le lleguen las regalías por las canciones. Hubo un tiempo en que la fama, con su abrazo efímero y quimérico, lo cobijó sobre su regazo, pero eso parece ya parte de una vida pasada y perdida.
A una mujer en Medellín le amputaron sus manos y pies, tras una depresión que llegó acompañada de una poderosa bacteria que estuvo a punto de matarla. Ella reveló en Exclusivo Colombia que tiene tres hijos: uno se encuentra desaparecido y la menor cayó en una red de prostitución. Quiere convertirse en coach de superación y pidió ayuda para cumplir sus sueños.
Hace 9 años Diana Milena Herrera Sánchez vivió el peor episodio de su vida. Dice que un dolor en el alma, profundo e inexplicable, terminó con la amputación de sus 4 extremidades “me separé de mi esposo y me dejé llevar mucho de la depresión, me entregué a las drogas permitiendo que las defensas de mi cuerpo se bajaran y entrara una bacteria que se llama el Neumococo y en cinco horas, el 29 de diciembre mientras yo dormía, esa bacteria se me comió las manos y los pies”.
Foto: Diana Milena Herrera Sánchez
Mientras contaba el estremecedor relato, la mujer de 36 años inclinaba su cabeza para evitar las lágrimas y el vacío que la acompañan desde el día que no puede caminar, correr e incluso hacer otras actividades funcionales con sus manos. Dice que todo ocurrió en muy pocas horas “me amputaron en una cirugía las manos y los pies del tobillo para abajo”.
Foto: Diana Milena Herrera Sánchez
Vive en el barrio Andalucía. Para llegar a la vivienda hay que abordar el Metrocable y luego bajar decenas de escalas. Actualmente camina arrodillada porque sus prótesis se encuentran en mal estado “pues haber, mis prótesis amigo están dañadas, llevo ocho años con ellas, me las donó un señor de Puerto Rico y una de ellas está partida, le hace falta la parte de abajo”.
Tiene tres hijos de 15, 20 y 21 años. Uno tiene problemas de adicción a las drogas, la menor cayó en las redes de la prostitución y el tercero, quien padece una condición cognitiva fue reportado como desaparecido “tengo un hijo de 22 años qué se llama Fabián Romero Herrera y está en una rehabilitación de drogas voluntaria, es una fundación donde el Estado no colabora, tengo un niño de 21 años que tiene una condición especial y llevo dos meses sin saber de él; tengo una niña de 15 años que hace dos años se me fue la casa y está trabajando en la prostitución y está en las calles de Medellín”.
Su deseo es tener una casa “el sueño es tener una vivienda porque siento que no tenerla me ha quitado muchas oportunidades y entrenarme como Coach de vida: quiero ser una conferencista, por eso abrí mi canal”.
A pesar de las múltiples dificultades que está atravesando y las precariedades en las que vive, publica videos de motivación personal en Tik Tok (cuenta: @lamochita) y sueña con superarse, recibir ayuda para alcanzar sus sueños, recuperar a sus hijos y retribuirle a su mamá los últimos años de acompañamiento.
Un recorrido por la plaza popular más grande de Medellín
Un paso dentro de la plaza y el olfato anula a los demás sentidos. Huele a pescado, a carne cruda, legumbres, frutas y queso; a inciensos, a plantas aromáticas. Una vez se sosiega la nariz, los ojos se posan sobre las yucas y los ñames cáscaras ásperas, sobre los pescados de pieles tornasoladas. La Minorista es un mercado de lo absoluto.
En un rincón de la plaza, en el bloque central, hay una miscelánea muy bien surtida. La atiende un hombre calvo, bajo, de pocas palabras, quien explica que la variedad de productos se debe a la variedad misma de la gente que frecuenta la plaza. En este negocio se venden dulces, cuadernos, peluches que van desde los 13.000 hasta los 180.000 pesos.
Uno de los mostradores tiene lo impensado: juguetes sexuales. Hay dildos y penes de plástico; lubricantes y vaginas de goma. El hombre que regenta el lugar dice, con vaguedad, que la oferta de juguetes sexuales comenzó cuando alguien preguntó por ellos. “Hay que ofrecer lo que la gente pide”, dice el hombre, lacónico. ¿Pero, sí se venden? Dice que sí, que se los van llevando con lentitud, pero se venden.
Es el único negocio en toda la plaza que vende juguetes sexuales. A muy pocos metros de allí se ofrecen frutas, verduras y pescado. El contraste es casi inverosímil, pero, para el hombre que atiende, es apenas normal, una cuestión de oferta y demanda.
Muy cerca del estante con juguetes sexuales está uno de los negocios más representativos de la Minorista: el restaurante Aquí paró Lucho. Dicen los que saben que ahí se come la mejor paella de Medellín. La hacen todos los viernes y la gente llega por montones. El restaurante es especialista en platos mediterráneos y típicos de la comida criolla colombiana.
Así se ve el interior de la odontología de la Plaza Minorista.
El restaurante lo fundó Luis Fernando Díaz, oriundo de Cartago, y quien vivió un tiempo en España. En el país ibérico se interesó por la gastronomía y, después de volver a Colombia, emprendió la creación de varios restaurantes, hasta dar con el definitivo en el primer piso de la Minorista. Aunque Luis Fernando murió en 2012, su hermana Fabiola continuó el legado de ofrecer un restaurante gourmet en un lugar popular. Su filosofía es que la buena comida no tenía que estar encerrada en una calle de estrato 25, ni en una milla de oro rodeada por carros de alta gama.
El restaurante tiene una enorme demanda y es una de las razones por la que muchos visitan la plaza Minorista. Pese a estar en un lugar popular, ajetreado y muy transitado, las mesas están bien dispuestas con amplios manteles y los meseros, con elegancia, atienden a los comensales.
Pero la plaza tiene más sorpresas. En el segundo piso hay una sucesión de bares que abren a las 9:00 de la mañana y cierran en la tarde. Son frecuentados por campesinos o coteros que terminan temprano sus labores y se sientan a tomarse unas cervezas o unos aguardientes.
En una de esas cantinas atiende Sebastián Muñoz, un joven manager de cantantes de reguetón. Es el encargado de administrar el local, servir los tragos y poner la música. Un hombre le pide que ponga la música de Olimpo Cárdenas, mientras enciende un cigarrillo. Se toma una Pilsen y explica que es campesino, de Palmitas, y que por eso le gustan esas canciones viejas.
En los bares de la Minorista, como en muchas otras partes del centro, atienden mujeres jóvenes que alientan a los clientes a beber más. Se sientan con ellos y charlan largos ratos, escuchando con paciencia las historias del que está bebiendo. Las tabernas están muy cerca entre sí y por eso a veces se hacen indistinguibles las canciones populares y los vallenatos, los dos géneros que más suenan.
El anuncio de la odontología de Maicol Pérez.
Pero el negocio más extraño en la Minorista, y a la vez uno de los más exitosos, es la odontología de Maicol Pérez, un especialista de la Universidad CES que en su infancia fue cotero y creció en la plaza. Hoy es el dentista de quienes cargan bultos a diario. Con precios bajos ha cautivado a una larga clientela.
Entrar al consultorio de Maicol es como adentrarse en un mundo diferente dentro de la plaza. La puerta es de vidrio y al entrar se agradece el sosiego que ofrece el aire acondicionado. El espacio es amplio y bien dividido, pulcro, con paredes blancas en las que resalta una frase de Charles Chaplin.
Las paredes y los vidrios refulgen; en la parte superior hay televisores que ayudan a que el paciente pase el rato. Maicol saluda con afabilidad y pregunta al cliente cuál es su música favorita. Quien se recuesta en la silla, abriendo la boca para que le metan los instrumentos, olvida que está en una plaza de mercado que huele a la mezcla de todos los frutos conocidos.
Ya hay un consultorio mpedico en toda la plaza Minorista.
La aventura de Maicol en La Minorista, que comenzó hace año y medio, propició la llegada de otro médico. En la parte central, cerca a las oficinas de la administración, un doctor abrió su consultorio, un pequeño cubículo donde atiende a las personas de la plaza, muchas de ellas con enfermedades de riesgo como obesidad o hipertensión. Ofrece, por supuesto, tarifas a la medida para que la gente pueda acceder a sus servicios. Más que un producto comercial, Maicol y el médico ofrecen un servicio social en un lugar en el que se necesita mucha ayuda.
En La Minorista es posible encontrar todo, desde la fruta más exótica hasta un diseño de sonrisa, desde una olla a presión hasta animales vivos. O un dildo, si es del gusto.
Carros clásicos, neveras, pianolas, gramófonos, cámaras y cientos de artículos forman parte de la colección
El centro de Medellín guarda muchos secretos. Uno de ellos, hasta ahora muy bien guardado, es el museo de Alirio Tavera, un coleccionista que lleva 40 años recuperando carros y restaurando cuanta antigüedad llegue a sus manos, desde rockolas de los locos años 20 hasta neveras, pianos y revistas.
El museo, que todavía no abre sus puertas al público, queda en la calle Bolivia, entre Palacé y Venezuela. Para más señas, está a una cuadra del parque Bolívar. El museo de Alirio está camuflado por una puerta enorme con pinturas en aerosol. Cuando alguien toca la puerta, esta se abre solo un poco, deslizándose, y desde adentro se escuchan los ladridos de tres perros, los custodios de las reliquias.
Alirio hace pasar a los invitados con afabilidad. Y ofrece un café, “un muy buen café”, que sirve en un pocillo grande, al estilo gringo. La primera impresión del visitante es la de entrar en otro tiempo. Es el siglo XX el que aparece ante sus ojos: decenas de publicidades de empresas gringas, rockolas como las que aparecen en las películas, muebles espaciosos y abullonados que recuerdan a Pulp fiction. Hay neveras por todas partes, aparatosas y pesadas, que hay que desconectar una vez a la semana para que no hagan escarcha. “No son no frost”, dice Alirio.
El dueño del museo encierra a los perros en un cuarto para que no interrumpan la conversación. Luego cuenta que comenzó a coleccionar hace 40 años, cuando en las manos suyas y de su familia cayó una carroza funeraria de comienzos de siglo. Alirio y un hermano habían recibido la herencia familiar del negocio de las funerarias, y por eso alguien les ofreció esa reliquia. Aunque después la vendieron, a Alirio le picó la curiosidad por las antigüedades.
Este es el coche fúnebre modelo 1929, único en Colombia.
Por eso, un tiempo después, compró un Ford modelo 56. Entonces empezó, casi sin darse cuenta, a comprar y vender carros viejos, modeludos, de colas largas y colores pastel. De algunos de ellos quedan partes. Los muebles del museo son los frontales y las traseras de viejos Cadillacs o Caprices, donde hace muchos años se sentaron los conductores y los pasajeros.
Algunos de esos coches han sido utilizados para ser algo más que sillas. Alirio, en un arrebato de imaginación, convirtió uno en una mesa de billar. El visitante puede ver el carro como cortado a la mitad, recubierto con la suavidad del paño. Es un objeto extraño que de inmediato llama la atención. En la parte trasera, donde estaba el portaequipaje, tiene un cajón para guardar los palos y las bolas.
El museo de Alirio tiene dos pisos. En el primero está la sala con las neveras, los muebles-carro y el billar. También hay carros antiguos y clásicos en perfecto estado. La joya de la corona, por decirlo así, es un coche funerario modelo 1929, único en Colombia. El coche, un Studebaker Superior Westminster, llegó al país por el puerto de Santa Marta. Alirio dice que solo se fabricaron 248 unidades de ese modelo.
El coche, pese a sus 95 años a cuesta, conserva sus piezas en su estado original. Alirio se sube, le abre el capó, que se desliza hacia los lados, y le echa un poco de aceite y gasolina. Después se sube a la cabina y, sin demasiado esfuerzo, presiona el acelerador y acciona la llave. El carro, en un estertor mecánico, se enciende y tiembla ruidosamente. ¡Funciona a la perfección!
En el museo de Alirio todo funciona, desde los carros hasta un fonógrafo de finales del siglo XIX. ¿Cómo es que todas esas cosas tan disímiles han llegado a este taller en el centro de Medellín? La respuesta es sencilla: la pasión y la tozudez de Alirio. Al coleccionista le escriben cada tanto para ofrecerle neveras, pianos, rockolas, libros, discos de vinilo y cuanta vejez se pueda imaginar.
Todos los carros del museo están casi originales y funcionales.
Junto al coche funerario hay otras piezas de valor como un Chevrolet Impala 1959, una ambulancia Pontiac 1952 y un Chevrolet Bel Air 1966. Son carros, por decirlo, de un barroquismo que ya no se ve en la industria: largas colas, finos acabados, tableros elegantes. Los colores, dice Alirio, tienen muchos matices y abarcan una escala muy grande, no como los de hoy que casi todos son grises, blancos o negros.
El panorama es muy distinto en el piso superior del museo. Al subir las escaleras se encuentra el visitante con un amplio salón revestido de madera, lustroso, como de antaño. Hay una colección de libros sobre la guerra contra el narcotráfico de los años 80, una valiosa donación que hizo un familiar de Alirio. Entre los títulos aparecen Palacio sin máscara, La historia de las guerras y Crónicas que matan.
Si el primer piso es una oda al mercado gringo del siglo pasado, con sus reflectores y sus colores estridentes, el segundo es un sosegado espacio de cultura, con gramófonos, cámaras, libros y revistas. El objeto más preciado, quizá, es una pianola de la década del 30. En apariencia es un piano normal, al que Alirio, sentado, le saca unas notas.
El segundo piso es más sosegado, con libros, revistas, pianolas y fonógrafos.
Pero oculta una sorpresa. Alirio abre una portezuela e introduce un papel parecido a un papiro. Es un rollo que la pianola comienza a reproducir y se hace la magia. Las teclas se mueven solas y los engranajes dan mil vueltas. Es como si alguien estuviera interpretando el piano frenéticamente. “Esto yo solo lo había visto en una película de la época, es una cosa impresionante”, dice Alirio. En ese momento aparece un hombre cercano al coleccionista, y se acerca a ver el engranaje, maravillado. No cuesta mucho recordar las películas del viejo Oeste, de borracheras y tiroteos en cantinas donde las pianolas, como la que tiene Alirio, interpretan una canción que puede ser tan triste como vertiginosa.
Ahora bien, ¿es posible visitar este museo de lo impredecible? Por ahora no está abierto al público. Alirio ha venido organizando el lugar para recibir visitantes. Aún faltan detalles, pero la idea es que máximo, en tres meses, se abran las puertas de este tesoro del centro de Medellín.
Los visitantes podrán tomarse un café o una cerveza y maravillarse con la magia de la pianola; o sentarse en los muebles de un Cadillac en el que alguna vez paseó una familia. Dos o tres meses, sí, dice Alirio, ya es momento de abrir esto al mundo.
Con frases como “poner la casa en orden”, “la Alcaldía de la gente” y un discurso retador con el Gobierno Nacional, el popular “Fico” presentó los primeros resultados de la administración, que, no obstante, tiene sombras por aclarar, retos inexorables para la ciudad y la responsabilidad de 689.519 votantes que lo llevaron al primer cargo de la ciudad por segunda vez.
¿Qué hay de diferente en el Federico Gutiérrez de hoy y el de 2016? Para comenzar, el de 2016 no había sido candidato presidencial, no tenía las confrontaciones políticas que se desataron en los últimos años y no había llegado a la Alcaldía en un ambiente hostil. No obstante, llegó por segunda vez con la votación más alta de la historia, con reconocimiento nacional y con la presión de superar su primer mandato. ¿Qué ha logrado en estos primeros 104 días?
“Poner la casa en orden”
La primera frase que resume la primera parte de esta administración es “poner la casa en orden”, aunque ésta, demostrado con las apariciones públicas del popular “Fico” Gutiérrez, es una frase que en primera instancia se redujo a La Alpujarra. El 4 de marzo pasado, con asistencia masiva de todos los medios, en una mesa de la sala de prensa de la Alcaldía de Medellín, “Fico” presentó decenas de carpetas, donde aseguró, había 501 hallazgos de corrupción del gobierno de su antítesis Daniel Quintero.
“Se hallaron evidencias de la presunta desviación de los fondos del Presupuesto Participativo, recursos públicos para la financiación de campañas políticas a la Alcaldía de Medellín. Este correo fue recibido en la línea ética de Plaza Mayor, donde una corporación manifiesta que no le han realizado un pago, porque quién debía realizarlo, tuvo que entregar un porcentaje a una campaña política a la Alcaldía de Medellín”, dijo en su momento el Alcalde Gutiérrez.
En los primeros meses, buena parte del recurso humano de la administración estuvo trabajando en cada una de las dependencias en la búsqueda de indicios de corrupción o mala administración entre 2020 y 2023. La auditoría forense se hizo palmo a palmo y se convierte en el primer punto de los 100 días, punto que Odría ser positivo y también negativo.
Más de un mes después de haber entregado los cientos de folios a autoridades como la Procuraduría, la Fiscalía e incluso a la Contraloría, no se ha dado un avance notorio en las investigaciones, de las cuales, se espera resultados en corto tiempo. De no lograrse unos procesos serios en contra de los señalados de corrupción, este esfuerzo por la “limpieza” interna de la Alcaldía, podría quedar en entredicho. Con seguridad, el tema dará para varios meses de cruces de mensajes en X, declaraciones públicas y una batalla legal que promete ser larga y controversial.
“Poner la casa en orden” implicó también una gran movilización de las entidades de la administración en tareas urgentes de ciudad. Pagar las deudas de las instituciones educativas para iniciar clases y poner en marcha una jornada masiva de limpieza en las calles, zonas verdes y parques de Medellín, es, entre otros, uno de los logros destacados en el informe presentado esta semana.
Foto: Alcaldía de Medellín
“Bajo la estrategia Tacita de Plata, 1.100 operarios y máquinas barredoras de Emvarias hicieron recorridos para la limpieza de las vías de la ciudad lo que suma 358.718 kilómetros, logrando recolectar más de 134.000 toneladas de residuos ordinarios e intervenir más de 32 millones de metros cuadrados de zonas verdes. En total, van 242 acciones ambientales y tareas de mantenimiento y cuidado de los recursos naturales”, dice textualmente el informe fechado el pasado 9 de abril de 2024.
Tal vez fue un error de redacción o, una cifra realmente elevada, pero lo cierto es que 32 millones de metros cuadrados es un poco menos que la superficie de La Luna, que tiene 37.9 millones de metros cuadrados según las cifras de la NASA, según las cifras de la agencia espacial, tendríamos que decir que, comparativamente, los recorridos de operarios y barredoras de Emvarias, equivalen a casi la distancia entre La Tierra y Luna, medida en unos 384.000 kilómetros. Si las cifras, en efecto corresponden, se hace muy evidente que Medellín necesitaba limpieza urgente. Bien, esto se refuerza, teniendo en cuenta que la cantidad de desechos recogidos, según el informe, equivale a 2.2 veces el peso total del edificio Empire State, uno del rascacielos más famoso del mundo.
Apersonarse de la seguridad
En su primer mandato, “Fico” se había ganado el apodo de “Sherif”, en buena parte, por participar directamente en los operativos de captura de delincuentes y su campaña de “Los más buscados”, una especie de álbum de rostros en sombras, que se iba llenando en la medida en la que se fueran capturando. Hoy no hay un cartel de los más buscados, pero si, una evidente iniciativa del mandatario por hacer personalmente los anuncios importantes en materia de seguridad.
Por el momento, las cifras lo favorecen. A la fecha los homicidios en Medellín tienen una reducción del 4.7% frente al mismo periodo de 2023, con una sutil diferencia de 5 casos registrados en este lapso, según advierte el Sistema de Información para la Seguridad y la Convivencia. No obstante, habría que mencionar que comunas como El Poblado y San Javier, presentan aumentos del 350% y el 400% en este delito.
En estos 104 días, Federico Gutiérrez ha enfrentado crisis de orden público en Manrique, Castilla y El Poblado. Se ha referido insistentemente al Proceso de Paz entre el Gobierno Nacional y las organizaciones delincuenciales del Valle de Aburrá, entre ellas “La Oficina”, conversaciones en las que son parte activa muchos de los cabecillas que fueron capturados en su anterior administración y otros que ahora están en libertad, como se supo recientemente de Gustavo Adolfo Peña, alias “El Montañero”, líder de la banda de “El Mesa”, quien sería cobijado por beneficios como Gestor de Paz.
Otro de los incidentes que lograron generar zozobra entre las autoridades, fue el asesinato de Edinson Rodolfo Rojas, alias “Pichi”, líder de la organización delincuencial de “La Terraza”. Hasta el momento no se han dado avances de la investigación ni la captura de los asesinos. Lo que podría ser una nueva confrontación entre grupos delincuenciales, no pasó.
Foto: Alcaldía de Medellín “Los hurtos bajaron con relación a 2023: en el caso de hurto a personas el 25 %; a establecimientos comerciales el 55 %; a residencias el 14 %; y de motos el 8 %. Con relación a otros delitos, se destaca que la extorsión bajó 40 % y el secuestro 86 %”, dice el informe de la Alcaldía de Medellín.
A pesar de las reducciones de los delitos de alto impacto, es real que existe una percepción negativa de la seguridad en varios puntos de la ciudad. El Decreto 0044 del 17 de enero de 2024, restringe el consumo de drogas en instituciones o establecimientos educativos públicos y privados, parques y plazas públicas, centros deportivos y recreativos, así como en eventos públicos o privados con presencia de menores de edad.
No obstante, las quejas son múltiples y el cumplimiento obligado de la norma está en la lista de deudas de los primeros 100 días de la administración. Tan solo hace dos semanas, un equipo de Exclusivo Colombia, realizó un recorrido por la comuna 14 de El Poblado, encontrando expendios de droga al aire libre y a plena vista pública, en por lo menos cuatro zonas, incluyendo el Parque de El Poblado y el Parque Lleras, aunque este último, merece un análisis aparte.
En materia de seguridad, además, cabe anotar que, a pesar de los más de 20 operativos de intervención en zonas como Cúcuta con La Paz, en el centro de Medellín y otras zonas deprimidas por la presencia de cientos de habitantes en condición de calle, los cambuches y los asentamientos irregulares de esta población no han cedido. Se estima que la población en esta condición puede llegar a más de 12.000, según cifras de las entidades que atienden de primera mano los servicios básicos en la ciudad, pero oficialmente, la cifra solo llega a unos 2.800 que se tienen en los registros.
“La atención a los habitantes de calle registró cifras significativas en los primeros 100 días de gobierno, con un incremento de 309 % con respecto a 2023. También, entraron en funcionamiento 21 Centros Integrales y de Familia, que ofrecen acompañamiento psicosocial y la oferta institucional ante situaciones de violencia intrafamiliar”, dice el informe.
La recuperación del Espacio Público, apenas inicia con algunas acciones puntuales, pero no será una tarea fácil en la administración de Federico Gutiérrez.
La crisis del turismo y la explotación sexual
Foto: Exclusivo Colombia
Ni es nuevo, ni es un problema que se haya descubierto en estos 104 días en Medellín. Es el tema, que, por un caso aberrante, reventó como una bomba mediática en el corazón del turismo y de la economía del entretenimiento en la ciudad: el Parque Lleras, que resume varios de los principales retos del alcalde Federico Gutiérrez.
Para comenzar es el epicentro del turismo sexual, turismo de extranjeros que el año pasado dejó la entrada de más de 400.000, sin contar los turistas internos, que son más de un millón. La concentración de la prostitución se mudó al icónico parque, donde se promedian unas 1.500 mujeres y trans que trabajan todos los días en un perímetro no superior a los 2 kilómetros cuadrados. Lo grave: la explotación de niños, niñas y adolescentes, que según advirtió la misma Alcaldía, son manejadas, instrumentalizadas por bandas delincuenciales como “La Terraza”, “La Raya” y “Robledo”, como mercado ilegal para los extranjeros que pagan entre 300 y 600 dólares por tener sexo con niñas paisas y venezolanas.
Se han realizado más de 20 operativos de control, que incluyen el cierre de establecimientos, con unos 50 policías que casi a diario hacen presencia y revisan, vigilan y procuran el control, en medio de un mercado que tiene todo lo legal e ilegal, y cuyo control, advierte Gutiérrez, apenas está en proceso, una batalla que apenas comienza.
El reto de las megaobras
Los avances de las megaobras en Medellín, están por verse. Los proyectos del Metro de la 80 y sacar adelante la finalización y puesta en funcionamiento total de Hidroituango. Contra todos los obstáculos posibles, las dos obras deben ver, según el Plan de Desarrollo, un desarrollo tangible al final del periodo de la Alcaldía, pero para esto faltan 1.456 días y contando.
La coyuntura política
En esta primera evaluación de la administración de Medellín, es imposible dejar por fuera la coyuntura política a la que se somete todos los días Federico Gutiérrez, visto adentro con una gran popularidad, que según la más reciente encuesta Invamer es del 76% y en el ámbito nacional, como una de las principales voces opositoras al Gobierno de Gustavo Petro.
En esta etapa, no solo se han dado controversias varias y en varios temas, sino el pedido constante de la Alcaldía al Gobierno por la atención a proyectos de ciudad, la seguridad y el Proceso de Paz. Gutiérrez, aliado casi incondicional del Gobernador Andrés Julián Rendón, ha conformado un bloque de alcaldes en todo el país, con un liderazgo marcado desde incluso, antes de ser posesionado el 1 de enero en la Plaza Botero.
La evaluación de estos días deja en claro que ya “Fico” ha encontrado temas que serán “caballitos de batalla” durante toda su administración:
Foto: Alcaldía de Medellín
Juicio y sanción pública a la administración anterior de Daniel Quintero Calle.
Adoptar, como ya lo supo hacer, toda la responsabilidad y la vocería de los temas de seguridad y orden público en Medellín.
Equilibrar las cargas en la opinión pública frente al Gobierno Nacional, adoptando una vocería opositora desde las regiones con alcaldes afines.
En materia de seguridad, por lo menos en un comienzo, ha mostrado tres temas inexorables: explotación sexual de niños, niñas y adolescentes, seguridad urbana, hurtos y casos de “fleteo” y el tema del Proceso de Paz con las estructuras delincuenciales del Valle de Aburrá.
Tras la presentación del Plan de Desarrollo, consolidará un poder nunca antes visto en el Concejo de Medellín, donde la coalición tendrá prácticamente desaparecida cualquier oposición.
El internet ha acabado con la distribución de pornografía. Los negocios han tomado otros rumbos
Sus clientes lo llaman el “flaco”. Todavía vende películas porno para DVD, pese a que ya casi nadie las compra. Hubo un tiempo, recuerda el flaco, en que el pasaje Boyacá era todo pornografía. Los puestos callejeros se sucedían con películas de sexo lésbico o de “paisitas”, las más apetecidas por los pensionados. Los clientes se amontonaban y, excitados, revolcaban los puestos en búsqueda de algo que satisficiera su lujuria. A veces pasaban señores renegando, tapando los ojos de sus hijos.
El esplendor del porno en el pasaje Boyacá es pasado. Hoy quedan dos o tres puestos que lo ofrecen. El “calvo”, compañero del flaco, ahora vende tenis para ayudarse. El flaco ha tenido que hacer lo propio con unas cucharas de palo, un negocio en el que está incursionando.
“Esto ya no da para vivir. Si no fuera por una hija que me ayuda, aguanto hambre”, dice el flaco.
El pasaje es en realidad una parte de la calle Boyacá, una de las principales del pueblo provinciano y en extremo católico que fue Medellín en los siglos XVIII y XIX. Está detrás de la iglesia Nuestra Señora de la Candelaria, la primera parroquia que tuvo la ciudad. Cuesta imaginar que ese pedazo de la calle, hoy tan populoso, fue ayer el paso obligado de los comerciantes, los mineros y los ricos de la época que llegaban los domingos al encuentro con su Señor.
El pasaje es hoy un mercado de lo absurdo. Como el porno ya no es solicitado, los venteros tuvieron que recurrir a otros negocios. Miguel Calle, por ejemplo, montó un pequeño taller de gafas. Hace diez años dejó de vender porno. “Lo hice porque, además de que ya no se vendía igual, es como conseguir plata mal habida. Nos iba bien, claro, pero así mismo gastábamos”, dice.
Solo quedan dos o tres puestos en los que todavía se ofrecen las películas pornográficas.
En sus buenas épocas, recuerda Miguel, llegaban hombres, casi todos entrados en años, a preguntar por porno “de sardinas”, es decir, de menores de edad, lo que se configura como un delito. La policía daba ronda por el lugar y les hacía guardar las películas: “Era una persecución constante. Todo el tiempo nos tocaba guardar la mercancía o movernos para otro lugar. Aún así seguían llegando clientes”.
Lo raro del desuso de la pornografía es que, según los mismos venteros, comenzó con la pandemia. Hasta antes de las cuarentenas, pese al avance del internet, las películas pornográficas seguían siendo bastante solicitadas. El flaco y el calvo lamentan que el negocio se haya venido a menos, pero no entienden por qué justo después de la pandemia.
Aunque la pornografía no es un negocio rentable en el pasaje Boyacá, sí que lo es en el mundo. Se estima que en internet hay 4,2 millones de sitios pornográficos. El más conocido en Pornhub, el gigante canadiense que se ha visto en serios aprietos por permitir que en la plataforma se subieran contenido con menores de edad o no consensuados. Se estima que en Estados Unidos hay unas 40 millones de personas que visitan sitios porno con regularidad y, de ellas, 12 millones consideran que tienen un problema de adicción.
Pero volvamos a Boyacá. Por esta calle pasó, a comienzos del siglo XX, el grupo de los Panidas, los jóvenes poetas liderados por León de Greiff. Ese grupo es recordado por una célebre pelea en la iglesia de San Ignacio. En Boyacá tomaban tinto y aguardiente y se adentraban en discusiones literarias y políticas.
El pasaje está más organizado ahora, sin tanto atiborramiento de puestos como en los años pasado.
Hoy, después del languidecimiento del porno, el pasaje Boyacá es un mercado de lo absurdo. Lo que más se vende, dice Miguel, es veneno. En muchos de los puestos se exhiben venenos para ratas y cucarachas; exhiben botellas llenas de un líquido blanquecino que bien podría confundirse con suero costeño. Hay otros, también blancos, que tienen forma de bola. Uno más llamativo viene en un tarro diminuto y se llama Sicario, lo adorna la imagen de un ratón con una pistola y pantalones de pana.
Hay venenos tan fuertes que inundan el aire del lugar. Los ojos, que lagrimean, se resienten ante ese olor penetrante que se expande como en algún momento se expandieron las portadas de las películas de porno.
Pero hay más negocios, por supuesto. Lucho es un relojero que llegó al pasaje hace 32 años. Nunca ha querido incursionar con otro negocio, aunque mucho se lo han recomendado. No, lo de él es el tiempo, sentarse bajo la sombrilla que incrementa el calor, y trabajar en la filigrana que es un reloj de pulsera. Ese negocio también ha decaído. “Esto está malo. Uno por ahí pone una pila o arregla una correa, pero es muy duro. No hay clientes como antes”, se lamenta Lucho.
También hay quienes venden lociones y memorias usb con música. La puerta lateral de la iglesia, que da hacia el pasaje, se mantiene cerrada desde la pandemia. Para Miguel es una ironía que antes, cuando se vendía porno de todo tipo, el templo tuviera su puerta abierta, y en cambio ahora, cuando casi se erradicaron esas películas lascivas, esté clausurado.
El flaco reconoce que pronto tendrá que dejar de vender porno. Por eso, desde hace un mes, tiene a la venta unas cucharas de palo que hacen un contraste extraño con las carátulas de mujeres perniabiertas y despelucadas. Como la mayoría de los venteros, el flaco es un hombre mayor que vive en las laderas de Medellín. Con lo que gana en su negocio, que es muy poco, compró un lote en Vallejuelos, un barrio de invasión. Les dio tres millones de pesos a los bandidos para que le entregaran el pedazo de tierra demarcado por una cinta.
El porno no da para más, dice el flaco, triste; sus ojos se ven cansados, ausentes, como perdidos en un tiempo ido, irrecuperable.
En pleno sector de la Veracruz en Medellín, una mamá convirtió su voz y talento musical en una opción de vida. Con su persistencia, le demuestra a cientos de mujeres que hay otros caminos para lograr el éxito y narró en Exclusivo Colombia que su sueño es subirse a una tarima y conocer grandes artistas de la música romántica.
En Carabobo con Boyacá, en pleno centro de Medellín, una voz femenina irradia esperanza y con sus letras busca alcanzar el éxito que todos los días se promete lograr. Se trata de Zaira Grisales Ibarra, una mujer oriunda de Supía – Caldas que busca en la música una opción de vida.
Zaira trabaja en la Veracruz, un sitio muy comercial pero también marcado por el turismo sexual. Pero ella, a diferencia de otras mujeres demuestra que hay otras formas de soñar, construir carrera y salir adelante. Todos los días su voz deja un mensaje de superación a quienes transitan y se detienen para verla.
Minutos antes de iniciar su jornada laboral, la mujer de 31 años habló con Exclusivo Colombia y explicó que es madre cabeza de hogar y su deseo es que nunca le falte nada a su hijo de 23 meses “el papá del niño decidió apartarse de nosotros y yo empecé a emprender en el tema de la música porque yo ya lo venía haciendo desde mis 12 años”. Agregó que “uno de los episodios más difíciles es mi hijo y que me ha motivado a seguir cantando es mi hijo porque siento que a él no le puede faltar nada, que me falte a mí pero que él lo tenga todo”.
Su herramienta de trabajo es un bafle y un micrófono. Siempre está acompañada por su hijo a quien no deja solo ni un solo minuto e incluso, en ocasiones la acompaña bailando. Ella contó, con orgullo, que ha sido padre y madre y por eso emprendió un sueño musical en las calles de Medellín “y gracias a Dios la gente me ha dado mucho apoyo, me he dado a conocer bastante, a la gente le gusta mi trabajo porque yo no le hago daño a nadie”. Dice que su vocación como madre y su actitud emprendedora ya le trajo las “primeras bendiciones”. En estas calles del centro de Medellín conoció un nuevo amor con quien inició una relación hace 6 meses. Se trata de Jhony Guevara, quien llegó huyendo de la crisis en Venezuela y empezó de cero en la ciudad. Él es un trabajador informal de la zona que vende medias y otros implementos y como ambos comparten el mismo lugar de trabajo se apoyan con el cuidado del niño.
Zaira es una mujer humilde, que a pesar de las pocas posibilidades económicas ya ha dado pasos contundentes. Su trabajo artístico lo está compartiendo en redes sociales y algunos de sus videos se han viralizado en Tik Tok. Ella habló de los géneros musicales que más la identifican “la balada romántica y la ranchera, aunque a la gente le gusta mucho como canto la salsa y el merengue, soy una mujer muy versátil”.
Dijo que sueño es conocer muchos artistas, entre ellos Ana Gabriel y Mirian Hernández y garantizarle un mejor futuro a su hijo, por quien todos los días se levanta a cantar con el propósito de conseguir el dinero para los gastos del menor y de la casa ubicada en la comuna 3 – Manrique “mi sueño es darle su estudio, universidad, darle todo lo que él se merece y por qué no, algún día subirme a una tarima bien grande”.
Redes sociales: Tik Tok: zaira_cantante Facebook: Zaira Ibarra
En el departamento de Guanía las comunidades y su guardia indígenas son ejemplo en temas de protección y conservación de sus bosques; estos ecosistemas son estratégicos en la lucha contra la Crisis Climática mundial por las grandes cantidades de carbono que almacenan.
Patrullan la tierra y los ríos velando por la seguridad y el bienestar de sus comunidades. Protegen a su gente y a su territorio de amenazas a sus formas de vida, como la minería, la pesca ilegal y la tala de sus bosques; estos que son los principales catalizadores en la lucha contra la Crisis Climática, debido a las grandes cantidades de carbono que almacenan. Así es la Guardia Indígena, quienes, en su libre determinación para ejercer su gobernanza forestal, se organizan y protegen a los suyos, a sus bosques, y con ello, al mundo entero.
Ese es el caso del resguardo Bachaco Buenavista, creado mediante la resolución 029 del 30 de abril de 1986, habitado por el pueblo Puinave en su gran mayoría. Está ubicado en jurisdicción del municipio de Inírida a dos horas del casco urbano, vía fluvial, en el departamento de Guanía, en las márgenes derecha e izquierda del Cañón del Bocón en la Amazonía colombiana. Desde allí, con la implementación del proyecto REDD+ Awakadaa Matsidali, a través del convenido de las organización Masbosques y Soluciones Proambiente, se vienen adelantando acciones para fomentar la reducción de la deforestación, proyectos productivos, y de manera especial, la conservación de más de 10 mil hectáreas de bosque.
Esta comunidad ha venido fortaleciendo su guardia indígena conformada por al menos 14 personas, principalmente hombres jóvenes y adultos mayores. Dentro de sus labores están la de patrullar y cuidar, con lo que tienen a su alcance, los bosques de los aserradores y los ríos de los pescadores que ingresan al Cagón del Bocón con mallas de pesca, lo que en algunos casos viola las reglas de pesca y se convierte en una problemática que pone en riesgo el ecosistema y la seguridad alimentaria de su comunidad. Cabe recordar que la Amazonía es uno de los sistemas fluviales más importantes del planeta por donde transitan cada año cientos de especies de peces migratorias.
Es por eso, que desde el proyecto se priorizó a través de la concertación de la comunidad la dotación y el fortalecimiento de la guardia indígena de la comunidad, para preservar y conservación de su territorio.
“La importancia de la guardia para nosotros es que monitorea el área donde vivimos, la guardia es la que hace cumplir el reglamento interno que tenemos en la comunidad de Bachaco. Lo otro es que la guardia también controla lo referente al medio ambiente, la fauna y la flora, ya que para nosotros es muy importante la conservación del medio ambiente, especialmente por el proyectos que estamos desarrollando que están enfocados en cuidar el medio ambiente. Por eso, se crea la guardia, para darle control a todo el área de nuestro resguardo y realizar los monitoreos de manera continua en nuestro entorno, en nuestro resguardo.” Así lo explicó Fabio Parra líder de la comunidad de Bachaco.
Es por eso que desde el proyecto REDD+ de Masbosques y Soluciones Proambiente que se está implementado allí, la comunidad priorizó a su guardia indígena, por lo cual se adelantó la compra de camisetas, sudaderas, gorras, botas de caucho, radio teléfonos de comunicación, chalecos, exploradoras, bastones ancestrales de mando en palo de Brasil y una deslizadora metálica con carpa y cojinería con capacidad para 10 personas con un motor de borda de 40 hp para lograr reaccionar a tiempo frente a cualquier emergencia o situación que se presente, facilitando el desplazamiento de la guardia y la comunidad en las zonas de monitoreo.
De otro lado, la comunidad de Carrizal, ubicada a dos horas de la cabecera municipal por el río Guaviare, conformada por los grupos étnicos el Sikuani y el Puinave, también ha priorizado el fortalecimiento de su guardia indígena para garantizar la seguridad y conservación de su territorio. Dentro de sus funciones, la guardia viene realizando labores de reforestación de algunos árboles nativos de la zona. Ellos también hacen parte del proyecto REDD+.
“Comenzó como una iniciativa de seis personas por la inseguridad que tiene la comunidad. Pero gracias a Dios, y al proyecto REDD+, se fortaleció con seis guardias más, para un total de 12 guardias de la comunidad que hoy en día están activos prestando su servicio. Dentro de sus funciones está la del cuidado y en el manejo del medio ambiente a través del monitoreo, en nuestro territorio, porque hay personas malintencionadas que pueden generar tumbas o quemas de árboles para afectar el territorio”. Dijo Alexis Mejía Gobernador Cabildo Carrizal.
El proyecto REDD+ Awakadaa Matsiadali también vincula a otras nueve comunidades y otros cuatro resguardos indígenas del departamento de Guanía, con el que se busca la remoción de 11,302,487 toneladas de CO2e para un periodo de 30 años. Como este proyecto REDD+ son varios los que se viene liderando el convenido de las organizaciones Masbosques y Soluciones Proambiente los cuales permiten a estas comunidades, liderar procesos de gobernanza ambiental y étnica en sus resguardos, mejorado en los últimos años, la vida de cientos de familias que reciben este incentivo por conservar sus bosques.
El mundo debe reconocer los esfuerzos de los pueblos indígenas y su guardia en sus tareas de conservación. Su trabajo es crucial en la protección de estos bosques primarios. Así como el trabajo de organizaciones como Masbosques, Soluciones Proambiente, aliados y empresas comerciales que le apuestan a una verdadera sostenibilidad.
Un conductor de una aplicación nos cuenta en detalle cómo es su día y cómo se trabaja con estas plataformas en Medellín
El pasado 28 de febrero murió una joven mujer en un accidente de tránsito en Medellín. Los medios reportaron que iba como parrillera en una moto que había pedido a través de una aplicación. De inmediato se habló del auge de estas aplicaciones. En la ciudad es cada vez más habitual que la gente tome este transporte, que además es absurdamente más barato y más rápido que un taxi o un carro. Según la empresa Picap, el ahorro en tiempo de sus usuarios es de un 60 por ciento en comparación con un viaje en carro.
En Exclusivo Colombia hablamos largamente con un conductor de Didi Moto, otra de las empresas que, pese a ser ilegal, prestan el servicio de moto taxi en Medellín.
El conductor es un hombre de mediana edad, experto en ventas y con larga trayectoria en empresas privadas. Prefiere no dar su nombre, pero relata en detalle cómo es manejar moto ocho o más horas en el valle de Aburrá.
Nuestro protagonista trabajó hasta hace seis meses en una empresa, hasta que le desmejoraron las condiciones laborales y no tuvo de otra que irse. Empezó a mandar hojas de vida, pero se encontró con un obstáculo que no había calculado: su edad. En un proceso de selección, sin ningún tacto, le dijeron que era muy viejo; coloquialmente, muy cucho, y que para ese cargo estaban buscando hombres jóvenes, de máximo 35 años.
Acababa de comprar una moto. Un amigo le dijo que se metiera a Didi y él contestó, con ingenuidad, que no tenía carro. El amigo lo convenció de que Didi Moto podía ser una posibilidad. Y así, un día, más movido por la necesidad de moverse que otra cosa, salió desde Titiribí, donde vive, a recorrer las calles de Medellín. No fue fácil adaptarse a manejar desde las 6:00 de la mañana, cuando el frío agarrota los dedos, hasta terminar en la tarde, a veces bajó un sol abrasador o una lluvia insolente.
¿Es rentable?
Picap dice que sus conductores pueden hacerse hasta 4.5 millones en un mes, es decir, casi tres salarios mínimos. Suena atractivo, claro, pero no se menciona que hay que correr el riesgo de andar por las calles de una ciudad hostil con los motociclistas. El año pasado, por ejemplo, murieron 149 motociclistas en Medellín.
Didi, por su parte, advierte que sus conductores pueden ganarse 3,5 millones. Nuestro conductor dice que eso es demasiado y que tal vez algunos logren esa cantidad, pero trabajando más de 12 horas al día: “El problema es que las carreras son demasiado baratas. Por ejemplo, yo cojo una carrera que dura 20 minutos, pero a eso le tengo que sumar el tiempo de llegada para recoger al usuario y la espera, pues muchas veces lo hacen esperar a uno. Termina siendo una carrera de 40 minutos por la que uno cobra 4.600 pesos”.
Según el periódico La República, estas aplicaciones prestan servicio a unas ocho millones de personas en el país. Lo que más influye, claro, es el costo de las carreras, que muchas veces es irrisorio. “Una vez hice un viaje desde Plaza Mayor a la 65 y, cuando descargué al pasajero, el sistema me indicó que el costo era de 920 pesos”, dice nuestro entrevistado.
¿Entonces, cuántas carreras hay que hacer en un día para librar los gastos de la moto y sacar algo de ganancias? El conductor dice hay que darle parejo desde la mañana y tomar la mayor cantidad de viajes posibles. Muchas veces son más de treinta y hay que echar mano a unos bonos de ayuda que las empresas ofrecen a sus afiliados.
Hay que decir, también, que para trabajar con estas plataformas no se necesita más que una moto, una licencia de conducción y un SOAT vigente. “No es más. Uno manda los papeles por internet y en menos de 48 horas le dicen que ya puede empezar a trabajar”, dice el conductor.
El trabajo en estas plataformas, hay que decirlo sin ambages, es igual al que hacen muchos mototaxistas en los pueblos. Trabajan igual, llevando gente de un lado a otro en una moto, optando por un sustento de vida que haga frente al desempleo y la falta de oportunidades. Estos conductores, al igual que los mototaxistas, son informales y las empresas ni siquiera les piden seguridad social. En caso de accidentes, las empresas se lavan las manos y los dejan solos: “En un accidente se jode uno, porque lo pueden demandar y esto es ilegal”.
Aún sabiendo esos riesgos, nuestro conductor decide salir cada mañana a recorrer las calles en busca de usuarios. ¿Por qué lo sigue haciendo, a sabiendas del riesgo tan alto y los réditos tan bajos? La respuesta es la falta de oportunidades para una persona mayor de 50 años: “Yo sigo buscando trabajo, pero no se me ha dado. Esto es muy duro, de verdad, y las plataformas no valoran a los conductores. Los precios son demasiado bajos y se privilegia únicamente al usuario”.
“Hágale rápido”
Además del beneficio económico, los usuarios apelan a las motos por la rapidez. “El servicio se mueve mucho por la mañana. Lo piden principalmente mujeres que van de afán y exigen que uno vaya rápido”, comenta el conductor.
Como dice el dicho, de todo se ve en la viña del señor. Nuestro entrevistado ha tenido que transportar a universitarios y a personas de más de 70 años. Una vez le pidieron un servicio con perro a bordo, y así lo hizo. Muchos usuarios entablan conversación con el conductor, como si de un taxi se tratara, y hacen que el viaje sea más agradable.
Es tal el auge de estas plataformas que en Medellín ya hay un gremio de mototaxistas. Entre ellos se identifican y desayunan con frecuencia en una panadería por la carrera 65, cerca a la Terminal del Sur: “Hay algunos que hablan mucho y dicen que ya se van para la casa, que se hicieron tanta plata. Es como en todos los gremios, hay gente aburridora”.
Sobre el nuevo gremio, dice nuestro conductor, hay un estigma. Cuenta que algunos usuarios son groseros o despectivos:“Consideran al conductor como algo inferior (…) aunque también hay que decir que algunos colegas van mal presentados, con motos mal tenidas y cascos sucios”.
La clave del éxito, dice el conductor, tiene que ver con la atención al usuario. Por ejemplo, lavar el casco cada dos o tres horas; para ello carga siempre un trapo húmedo con Soflán. “Hay que ser profesional en lo que sea que uno haga”, agrega.
Medellín, sin pensarlo y gracias a las tecnologías, se llenó de mototaxistas, algo impensado hace 10 o 15 años. Hay un nuevo gremio, con necesidades insatisfechas, que seguro seguirá creciendo a la par del caos vial de la ciudad.