
Olviden todo lo que han escuchado, leído o les han contado en voz baja de los bares swinger. La mayoría son mitos y lo comprobamos.
“Aquí uno viene con confianza, sabe que si viene en pareja está dispuesto a que lo vean teniendo sexo, sin restricciones. A mi me gusta que me vean montada, excitar a los que miran, pero no hago intercambios. Vengo con mi esposo hace tres años. A él le gusta ver a las otras parejas mientras lo hacemos y esto ha cambiado para bien la relación”, dice “Andrea”, una visitante que sin problema y sin ropa, habla de su experiencia.
Exclusivo Colombia se infiltró en dos de los más conocidos bares swinger en Medellín, uno ubicado en el corazón del Barrio Colombia de El Poblado y otro, tal vez uno de los más discretos, en Belén La Palma. Ambos, con ofertas tentadoras todos los días de la semana en sus redes sociales y sin afán de pasar inadvertidos.
Días de “solos y solas”, shows de medianoche que incluyen un gang bang con una mujer o hasta cinco según el día y el cover de ingreso, promociones para mujeres, que si entran solas no pagan y la promesa de diversión sin límites hasta la madrugada, son los ganchos con los que se mercadean estos sitios.
Lejos de la imagen decadente que precede a estos bares, no están ubicados en zonas de “tolerancia”, llegar es fácil y son seguros. No obstante, la controversia es inevitable, porque la industria del sexo mueve los instintos más oscuros de los clientes, en su mayoría parejas que se atreven a vivir una experiencia que, para muchos, trasgrede los límites de la moralidad.
Para empezar, hay que decir que la oferta en Medellín tiene por lo menos cinco bares swinger, ubicados en El Poblado, Belén y el centro de Medellín, incluyendo uno dedicado a la población LGBTIQ+ y todos, dotados con más o menos los mismos servicios, que van desde jacuzzi, salas voyeur, cine para adultos, sauna y turco, hasta salas para la práctica de sadomasoquismo y dominación, incluyendo empotrados con esposas y cuartos oscuros. El menú es todo, menos aburrido.
Casi ninguno de estos sitios tiene un gran aviso a la entrada. El de Belén, del cual omitimos el nombre, está ubicado en un segundo piso y para ingresar solo hay que tocar el timbre. La recepción enmarca la entrada a la zona de los casilleros y al pasar la puerta las reglas del swinger se aplican. Lo primero es dejar el pudor afuera.
Dejar el pudor en la entrada



La primera imagen es un cuarto con varios espejos y dos parejas que se desnudan para guardar la ropa en los compartimentos. Las mujeres, ambas, de unos 40 años, ellos, más o menos de la misma edad. Al menos en comienzo, es evidente que no es su primera vez. Las mujeres se miran en los espejos y se ponen la toalla y pasan al bar, más oscuro que un bar convencional, con decoración sugestiva.
Nadie entra vestido, nadie entra con celular. No se puede fumar adentro, hay sala para fumadores. Solo se permite ingresar en ropa interior, muchas de las mujeres adentro se observan con lencería erótica. Sorprende la desinhibición, poco importa el sobrepeso o la celulitis, las mujeres en particular, se exhiben sin mayor prevención.
Al frente una vitrina con juguetes sexuales de todo tipo, ofrece alternativas para la jornada. Dildos, vibradores, aceites, látigos, esposas o lubricantes, la oferta es variada.
Es un sitio amplio lleno de sofás, un jacuzzi, la zona de turco y una pantalla que proyecta indiscriminadamente porno durante toda la noche. A eso de las 9:30 P.M. solo hay dos parejas y tres hombres solos, todos usan toalla, hablan, se toman unos tragos. La diferencia con un bar convencional apenas se distingue. La música se mezcla entre regaetón y pop electrónico, suena una que otra tonada salsera, mientras la noche se “calienta”.
A la medianoche, el anuncio de un show desnudista seguido de un “gang bang”, hace la espera de los asistentes más larga. Los hombres que asisten solos y no interactúan con las parejas, saben que pueden tener sexo con la anfitriona, que terminará con las ganas reprimidas de todos.
La escena se repite en ambos sitios a los que llegó Exclusivo Colombia. Las parejas departen entre algunos tragos, los hombres solos esperan aún con la toalla hasta entrada la noche. Al comienzo parece que son lugares poco concurridos, pero a media semana y después de las 10:30 P.M. el panorama cambia radicalmente.
La hora “loca”
Para las 11:00 P.M. los bares swinger son un “hervidero”. En Belén más de 20 parejas y unos 10 hombres solos ya habían ingresado. En Barrio Colombia, se repitió la escena, más de 50 personas para antes de la media noche. Según los datos consultados por Exclusivo Colombia, a cada uno de estos bares van en promedio unas 300 personas a la semana y en los eventos especiales, se pueden reunir hasta 50 parejas en una noche.
“Yo vengo solo por que mi pareja no se atreve. Ella no sabe, busco la oportunidad y me escapo. Es un sitio relajante, donde puedo disfrutar sin limitaciones. Generalmente solo vengo a ver, me meto al sauna, veo sexo en vivo, me caliento toda la noche y llego a la casa con ganas para tener relaciones con mi esposa. Pocas veces me han invitado a participar con alguna pareja, pero si, a veces se da un trío, porque muchas parejas vienen a buscar un tercero. A muchos hombres les gusta ver a su mujer con otro”, dice “Juan” en medio de una conversación desprevenida.
Antes de la media noche ya se han desinhibido algunos. Hay sin duda muchas toallas tiradas alrededor. Una pareja comienza la “fiesta” y alrededor un par de hombres se masturban sin ninguna limitación. Otra pareja prefiere hacerlo en el sauna para ser observados a través del vidrio, la mayoría se tocan discretamente y el sonido del regaetón es interrumpido por uno que otro gemido.
A las 12:00 A.M. entra la anfitriona bailando en el tubo central. Usa lencería y unas trenzas de colegiala. Antes de su entrada en medio de la canción “Provenza” de Karol G. estuvo hablando con los asistentes, aún sin su indumentaria. Por su acento es inevitable descubrir que es venezolana.
En menos de cinco minutos la mujer está desnuda e invita a los hombres y mujeres que quieran sus servicios. Si, la oferta es abierta y la primera en probar es otra mujer, de unos 30 años, que se tiende en la cama central para que la anfitriona le haga sexo oral. La escena, digna de cualquier producción de porno californiano, termina por levantar el ánimo de los tímidos.
En total ocho hombres toman posición alrededor de las dos mujeres, mientras uno de ellos comienza a tener sexo con la anfitriona, el resto hace una fila singular, desnudos, en una continua masturbación y a la espera del final de la escena lésbica para protagonizar el esperado “gang bang”, donde todos ellos compartirán, tal vez sin pensarlo detenidamente, un acto público de intercambio de la misma pareja, que, además, promete no dejar a ninguno iniciado. Eso sí, cabe aclarar que todos tienen un condón en la mano.
Para ese momento ya no hay ningún rincón del bar sin sexo. Las parejas están distribuidas en los sofás, todas tienen sexo desenfadado, el pudor de las primeras horas quedó en el olvido y cada una de las escenas es diferente de la anterior. No se observa, sin embargo, ningún intercambio de pareja ni las famosas orgías de las que se habla en voz baja. “Cada quién con su cada cual”, en poses creativas, entre gemidos y respiraciones aceleradas, todos se miran esperando los orgasmos, que de manera consecutiva se dan hasta las 2:00 A.M. cuando termina la jornada, entre miradas cómplices de los protagonistas.



“¿Si llegó?” Le pregunta una de las asistentes a otra mujer sentada, desnuda al frente, aún con respiración agitada. “¡Claro!, como dos veces, usted se perdió lo mejor, yo me le puse al frente para que viera, pero usted estaba muy ocupada”, le responde.
Lo que suena al final es la caja registradora del bar. En promedio cada pareja gasta entre $150.000 y $300.000, contando el cover de ingreso, que varía entre $70.000 y $120.000 de acuerdo al día y el show central. El precio es similar en todos los swinger, sin importar la ubicación.
Aunque controversiales, este tipo de lugares son muy populares en casi todas las ciudades capitales en Colombia. Las normas y restricciones en el interior se respetan con rigor, nadie toca sin permiso, si es “no” es “no” y el respeto, en medio de lo que podría ser un total “desmadre”, es completo.
La industria del sexo está en crecimiento en Medellín. Estos locales están reglamentados y desde la Secretaría de Salud se les realizan controles permanentes para vigilar el cumplimiento de las normas sanitarias, en un entorno que es evidentemente riesgoso. No obstante, a primera vista y tras cruzar la puerta de salida en la madrugada, hay que decir que, en ambos casos, estos establecimientos se vieron limpios y bien cuidados.
La oferta swinger se ha extendido a otros espacios también. Hace apenas unos meses y con mucho éxito, se abrió un hotel en San Jerónimo que promete una experiencia completa, con rumba, piscina, comida a la carta y todos los servicios de un destino turístico, con el aditivo lujurioso, que incluye nudismo sin restricciones y al aire libre, sexo ilimitado y actividades recreativas.
Tabú o no, el sexo es un negocio multimillonario, en el que cada uno de los clientes llega hasta donde sus restricciones morales y éticas se lo permiten.