Miguel Gnecco, un piloto curtido por décadas de vuelos, se convirtió en los ojos de la tragedia: desde su cabina y, desafiando un océano de árboles de 50 metros, fue el primero en encontrar los restos de una aeronave desaparecida, en Urrao. Gracias a él, fue posible ubicar el lugar del siniestro, donde murieron los 10 ocupantes que viajaban desde Juradó hacia Medellín. La entrevista, en Exclusivo Colombia.
En el corazón de una selva impenetrable, donde la civilización parece un rumor lejano y los árboles desafían las alturas del cielo, Miguel Gnecco escribió una página inolvidable en la aviación. Con 42 años de experiencia en el aire, el piloto jamás imaginó que un día su habilidad para volar le permitiría resolver un misterio que mantenía en vilo a los antioqueños: el paradero de una aeronave siniestrada en una zona de difícil acceso, en jurisdicción de Urrao.
Gnecco, conocido por su temple de acero y su instinto casi sobrenatural para detectar lo invisible, despegó aquella mañana con una misión clara: localizar los restos del avión que, el día anterior, había desaparecido sin dejar rastro.
Durante horas, Gnecco voló sobre un inmenso océano verde. Arboles de 50 metros se alzaban como guardianes silenciosos, ocultando cualquier indicio de vida o muerte bajo sus copas frondosas. Desde el aire, parecía imposible distinguir algo más allá de la densa maraña vegetal.
“Me devolví sobrevolé más bajo y ya logré ver el color azul de la cola del avión. El avión como tal no tenía forma, había muchos pedazos en el área mezclados con vegetación, los árboles que había tumbado el impacto”, relató Gnecco. Con cada vuelta, el combustible disminuía y la esperanza flaqueaba, pero su instinto lo obligaba a seguir, aunque el mal tiempo se atravesó en el objetivo de encontrar a la aeronave y sus 10 ocupantes.
Finalmente, tras varias horas de vuelos en círculos agotadores, ocurrió lo inesperado. En un claro diminuto, apenas perceptible entre los gigantes verdes, Gnecco regresaba a Medellín, a la espera de instrucciones para continuar al día siguiente con la búsqueda, pero durante el vuelo divisó lo que parecían ser fragmentos metálicos reluciendo débilmente bajo el sol. El corazón le dio un vuelco “el impacto fue bastante fuerte una alta velocidad entero no hay nada excepto la cola de color azul que quedó a unos 20 metros abajo del cerro el resto está totalmente deshecho “.
Cuando descendió para observar mejor, Gnecco pudo confirmar lo que temía: el avión estaba en ruinas, reducido a un amasijo de metal retorcido que hablaba de la violencia del impacto “claramente desde que se perdió la señal hasta que impactó se iba en un descenso, pero nadie sabe bajo qué circunstancias, eso lo dirá la investigación que se está llevando a cabo. El mal tiempo es un factor determinante para el accidente”.
Las dificultades no acababan ahí. La densa vegetación y los árboles de 50 metros hicieron imposible un descenso cercano. Gnecco notificó a la Aerocivil y regresó a Medellín porque le quedaban 45 minutos de vuelo por el combustible. Un día después de ser avistada la aeronave, fue hallada gracias a las coordenadas que entregó el experimentado piloto, pero ninguno de los ocupantes sobrevivió.
Cinco de las víctimas eran integrantes de una misma familia:
- Angie Sanclemente (MAMÁ)
- Greimar Castro Sanclemente (8 años).
- Grettel Castro Sanclemente (4 años).
- Raquel Palacios (ABUELA)
- Cristal Sofía Hernández (15 años)
Hoy, cuando se le pregunta por ese día, Gnecco simplemente responde con una expresión melancólica: “alegría momentánea de encontrar la aeronave porque era el propósito del día, pero mucha tristeza de ver que sobrevivientes no hay. Debido al fuerte impacto se desintegró la aeronave, según lo que yo vi y, mucha tristeza. Lamentable accidente “.
Su historia, más que un relato de aviación, es una lección sobre la perseverancia y la capacidad humana para encontrar respuestas, incluso en los lugares más hostiles y remotos del mundo.
Miguel Gnecco es piloto comercial de aviones y helicópteros, tiene 64 años, de ellos ha dedicado 42 años a volar en importantes compañías en Colombia y el mundo. Tiene 17 mil horas de vuelco en en helicóptero, 2 mil en avión y ha sobrevivido a tres secuestros, dos de ellos orquestados por las Farc, en 1997 y 2003 en Carmen de Atrato y Villalobos, Huila