Además de cientos de cuerpos sin identificar, el cementerio cuenta buena parte de la historia reciente de la ciudad
La historia de las ciudades puede rastrearse a través de sus cementerios. Esta premisa parece un lugar común, y en cierta medida lo es, pero hay que mirar las historias en detalle, con casuística, para desentrañar hechos que están en las profundidades.
Medellín inauguró su primer cementerio en 1828, dos siglos después de su fundación. ¿Cómo es que enterraban a los muertos antes de esto? ¿Qué hacían con los cuerpos? ¿O es que de plano, como en el cuento de Carrasquilla, la muerte se había tomado un descanso? Lo último es una hipérbole, por supuesto, pero resolvamos la duda.
En Medellín no hubo cementerios hasta entrado el siglo XIX porque hasta la fecha los muertos eran enterrados en las iglesias. Así lo disponían las normas hasta que a comienzos del XIX, justo antes de la emancipación de España, desde la península Ibérica llegó una orden perentoria: había que construir cementerios fuera de las iglesias para enterrar a los muertos. Los Borbones, que estaban ahora en el poder, introdujeron este dentro de los tantos cambios que pusieron patas arriba al Nuevo Mundo.
La razón, en realidad, era práctica. Las iglesias se habían llenado de ratas y la descomposición de los cuerpos amenazaba a la salud pública. En 1928, entonces, se inauguró el cementerio San Lorenzo, conocido desde 1840, se puso en funcionamiento el San Pedro, como el “cementerio de los pobres”.
Pero, ¿dónde entra el Universal en esta ecuación? Hay que esperar hasta la entrada del siglo XX, que llegó con ideas más liberales. Como los cementerios estaban bajo el dominio de la iglesia, estaba prohibido enterrar a suicidas y prostitutas. Influidos por ideas más modernas, algunos alegaban que no era justo que esas personas no pudieran reposar eternamente en un lugar digno.
En 1930, con el gobierno del liberal Enrique Olaya Herrera, se llegó a un acuerdo para que la Iglesia donara terrenos en los que podrían ser inhumados los laicos y personas no católicas. Era un logro impensado en el siglo XIX, pero que llegaba cuando la ciudad crecía y emulaba a las metrópolis europeas y norteamericanas.
El asunto, sin embargo, no fue tan expedito. Luis Alfonso Rendón, en su tesis para la Facultad de Ciencias Humanas de la U de A, expresa que en 1934 se abrió el concurso para la creación del cementerio municipal. La promesa era construir un lugar amplio en el que cupieran todos. El concurso de arquitectura lo ganó Pedro Nel Gómez, quien diseñó un cementerio ambicioso, con portales barrocos y amplios jardines. Pero en 1951, el alcalde de la ciudad, Luis Peláez, pidió al arquitecto que le entregara los planos del cementerio. Para ello le dio un plazo de tres meses.
Pedro Nel, dice en la tesis de Rendón, entregó finalmente los planos el 15 de diciembre de 1951 y entonces comenzó, al fin, la construcción del primer cementerio universal de Medellín. Ya en otras ciudades habían aparecido estos espacios laicos en los que no se precisaba que el muerto tuviera alguna condición.
La guerra en la ciudad
La historia del Universal fue relativamente calma hasta la década de los 80, cuando las violencia convulsionó a Medellín. Cuenta un sepulturero que vivió esa época que la fila de cadáveres a enterrar era eterna. En un solo día, contó, podían inhumar a 40 personas, la gran mayoría víctimas de la violencia que se había enquistado en la ciudad y que, aunque en otras proporciones, continúa hoy rondando, amenazando, en los barrios.
En ese lapso llegaron decenas de cuerpos sin identificar que fueron enterrados como NN. Hoy, para darles dignidad, se les llama Cuerpo No Identificado. Basta dar un recorrido para darse cuenta de la cantidad de bóvedas sin nombre alguno, rudimentariamente marcadas en el cemento fresco.
El estado del cementerio es deplorable desde hace años. Algunas de las bóvedas están mal selladas y las moscas que se aprovechan de la descomposición salen de la oscuridad para sobrevolar y molestar a los visitantes.
La Alcaldía de Daniel Quintero anunció en 2021 prometió darle una nueva cara al cementerio, y anunció que invertiría 2.000 millones de pesos en reparaciones. Literalmente, con muertos y todo, el Universal se estaba cayendo. El panorama no cambió demasiado, y hoy es notable la sensación de desolación al caminar por las bóvedas y el patio central.
Para la misma época del anuncio de la alcaldía, la JEP impuso medidas cautelares sobre el cementerio, pues se teme, como bien se dijo atrás, que bajo tierra y en las bóvedas reposan decenas de cuerpos no identificados. Asociaciones de víctimas de la comuna 13 están pendientes del proceso, pues creen que hay muchos cuerpos allí de personas asesinadas en los tiempos más duros de la guerra y en la Operación Orión.
Otra de las extrañezas del cementerio Universal es que recibió un ingente trasteó de muertos que reposaban en el San Lorenzo, que fue cerrado y hoy permanece vacío, sin un solo muerto entre sus bóvedas. Fue un trasteo poco típico, casi un hito de la ciudad.
Al igual que el San Lorenzo, el Universal ha sido víctima de la llamada magia negra. Una crónica de El Tiempo, publicada en 2005, cuenta lo siguiente:
“Pocas de las tumbas del panteón, situado en la zona noroccidental del cementerio, se escaparon de los rituales de magia negra. “Lo más impactante fue que dentro de las bóvedas vimos sábanas tendidas como si alguien hubiera dormido allí -contó Ovidio Prisco, un pintor que participó en la limpieza-. Se tomaron el trabajo de subir a los nichos más altos y prender velas en ellos”.
Según los relatos que le dieron al cronista, por el cementerio habían visto a unas mujeres jóvenes muy bellas que fumaban tabacos de una manera extraña.
Son muchas historias extrañas, escabrosas y tristes que están relacionadas con el cementerio Universal, el que ayudó a la ciudad, al fin, a entrar en la Modernidad en cuanto a descanso eterno se refiere.