La primera vez que se celebró la fiesta religiosa fue en 1541, luego de la fundación de Santa Fe
En Santa Fe de Antioquia está el personaje más antiguo del departamento. Llegó en 1746 desde Andalucía, en barco. Después la metieron por el río Magdalena y luego la llevaron, con sumo cuidado, por caminos de herradura. Su nombre es Nuestra Señora de las Angustias y es una figura policromada; tiene la mirada fija en los ojos de su hijo; Jesús yace sobre su regazo, semidesnudo, con la herida abierta bajo sus costillas. Sus rodillas están tumefactas, consecuencia de las caídas y el sufrimiento.
Nuestra Señora de las Angustias fue traída en el siglo XVIII para la celebración de la Semana Santa en Santa Fe, para entonces capital de Antioquia. Su cuidado ha pasado de generación en generación. Muchos hombres han nacido, crecido y declinado junto a ella, que sigue incólume al paso de los años.
Pero, ¿por qué llegó esta imagen a Santa Fe de Antioquia? ¿Por qué no a Medellín, por ejemplo? Acá hay que contar otra historia, la de la primera Semana Santa en el departamento.
En 1538, dejando una estela de sangre, llegaron los primeros cristianos al centro de Antioquia. Habían partido de Urabá, donde hacía algunos años habían fundado San Sebastián, hoy Necoclí, y la gloriosa y perdida por siempre Santa María de la Antigua del Darién. Los españoles, después de muchos años de bordear las costas, se decidieron a penetrar en las montañas, tierra adentro, atraídos por las promesas de tierras muy ricas en oro.
Fue una expedición calamitosa. Los primeros cristianos llegaron sedientos y con hambre al Occidente de Antioquia. Habían padecido las consecuencias de un terreno agreste, repleto de una vegetación exuberante que a veces los atacaba, hostil, con su ponzoña. Dos de los hombres más importantes del grupo murieron en el recorrido. Atrás habían dejado el Golfo de Urabá con sus riquezas naturales, y llegaban a unas tierras agrestes, llenas de indígenas dispuestos a defender lo suyo con sangre.
Uno de los muertos fue Pablo Fernández, el primero en columbrar el valle del Tonusco. Cuenta Pedro Cieza de León, cronista de la Colonia, que a Fernández le hicieron un entierro “muy cristiano” y solemne. Fue la semilla del cristianismo en el interior de Antioquia.
Durante la expedición se cometió un acto de crueldad innombrable que presidió lo que sería la conquista de esos territorios. Juan Badillo, el líder de la expedición, montado en cólera, mandó a quemar vivo al cacique Buriticá. Los españoles querían oro y sabían que en esas montañas había mucho. Estaban dispuestos a hacer lo que fuera por conseguir el metal, costara lo que costara, así hubiera que robar, extorsionar o matar a un cacique.
Luego del hambre, las dos muertes y el asesinato de Buriticá, los españoles volvieron a Urabá con las manos vacías. Sin embargo, cimentaron el terreno para que tres años después, en 1541, otro grupo de españoles, ahora dirigidos por Jorge Robledo, se aventuraran a fundar la primera ciudad en el Occidente: Santa fe de Antiochia.
Ese año se celebró la primera Semana Santa en Antioquia. El pueblo no es donde está hoy, en el Tonusco, sino que estaba situado en donde ahora es Peque. No hay mucha documentación sobre esa primera celebración religiosa, pero se sabe que los españoles, en esas tierras tan contrarias a ellos, levantaron la primera iglesia y celebraron como pudieron, en medio de las penurias y las calamidades que les habían acaecido.
Esa fecha, 1541, quedó en firme como la de la primera Semana Santa en Antioquia. Así pues, en este 2024 cumplen 452 años de tradición. Muchas cosas han pasado desde entonces, desde el asedio constante y las hambrunas en el pueblo, el posterior establecimiento y bonanza, la explotación incesante de oro, la llegada de Nuestra Señora de las Angustias. No es en vano que la Semana Mayor del cristianismo tenga como una de las sedes principales a Santa fe de Antioquia.
El pueblo actual, en el Tonusco, se fundó en 1546, cinco años después del primero. La decisión de fundarlo en este punto fue evidente: está cerca de las minas de oro de Buriticá, en donde Badillo prendió vivo al cacique.
“De este pueblo que estaba asentado en este cerro, que se llama Buriticá (…) donde está asentada una villa que ha por nombre Santa Fe, que pobló el mismo capitán Jorge Robledo (…) las minas se han hallado muy ricas junto a este pueblo en el río grande de Santa Marta. Cuando es verano sacan los indios y los negros en las playas harta riqueza”, escribió el cronista Pedro Cieza de León.
Como pasa siempre donde hay riquezas inusitadas, en Santa Fe hubo excesos de toda clase. Los habitantes cayeron en un “relajamiento de las costumbres” que ni siquiera la fe, la iglesia ni la solemne Semana Santa pudieron aplacar. El pueblo era fecundo para la prostitución y los juegos de azar.
Sucedía esto entre los siglos XVII y XVII. Así lo cuenta el historiador Juan David Montoya lo explica así en el artículo La ciudad y la villa: los años inestables:
“Para desterrar los viejos hábitos, los administradores coloniales ordenaron que se restringieran los excesos de las fiestas, se abrieran calles y fuentes públicas de agua, se construyeran acequias, cárceles, hospitales, cementerios, escuelas de primeras letras y casas de recogidas para las mujeres ‘libertinas’”.
Han pasado varios siglos desde eso y puede que el libertinaje continúe, pero el mundo de hoy es otro. Lo que no ha cambiado es la devoción por la Semana Santa y las figuras. Cada una de las imágenes tiene un “mayordomo” que vela por su bienestar y la arregla para que salga lo mejor posible durante la Semana Santa. La mayordomo de Nuestra Señora de las Angustias, por ejemplo, es Rebeca Martínez, una mujer mayor que la tiene bajo su cuidado desde 1982, cuando heredó la mayordomía de su padre.
Otra de las curiosidades de la Semana Santa en Antioquia tiene que ver con la historia del Cristo Caído. Este llegó un año antes que Nuestra Señora de las Angustias, en 1745. El Cristo, como el de Zaragoza (Antioquia) fue emblema por muchos años hasta que pereció en un incendio en 1970.
Todavía hay tiempo de ir a Santa Fe y disfrutar el Jueves o Viernes Santo, el fin de semana y el Domingo de Resurección. Allí están las imágenes centenarias, los cargueros y las calles empedradas.