
Jorge Andrés Quintero Jaramillo fue inducido a coma después de un accidente en el oriente antioqueño que lo dejó sin habla, sin movimiento y con un pronóstico devastador. Le dijeron a su madre que se preparara para despedirlo, pero ella se aferró a su fe. Hoy, contra todo pronóstico, volvió a caminar, a hablar y a vivir. Ahora se está formando como preparador físico, decidido a recuperar todo lo que la vida casi le arrebata.
El cuerpo de Jorge Andrés Quintero Jaramillo quedó inerte sobre el asfalto aquella madrugada del 3 de agosto de 2023. Su rostro destrozado, la mandíbula fracturada en tres partes y un trauma craneoencefálico lo sumió́ en la inconsciencia. No respiraba, reaccionaba. Los médicos que lo atendieron pensaron que estaba muerto. Pero, de repente, en medio del caos y la desesperación, una de sus manos se movió́.
Fue esa mínima señal de vida lo que hizo que el equipo médico actuara de inmediato. Lo reanimaron, lo intubaron y lo indujeron a un coma. En cuestión de minutos, Jorge pasó de ser un cuerpo sin esperanzas a un paciente en estado crítico. Mientras tanto, su madre recibía la llamada que ninguna madre quiere recibir: su hijo estaba al borde de la muerte.
El accidente ocurrió́ en la vía La Ceja – Rionegro, dejando a cuatro heridos. De todos, él era el más grave. Una ambulancia que pasaba por la zona fue su primera salvación, trasladándolo de urgencia a un hospital cercano. Pero su pronóstico era devastador: “nos dijeron que nos preparáramos para lo peor”, recuerda su madre.
Durante varios meses, Jorge estuvo atrapado en un cuerpo inmóvil. Un mes en un hospital, otro en la clínica Sómer de Rionegro. Mientras él luchaba en silencio por sobrevivir, su familia enfrentaba otro golpe: su abuelo falleció́. Justo ese día, a Jorge le dieron el alta, pero en condiciones desgarradoras.
El joven de 25 años había dejado de ser quien era. Perdió́ la movilidad, el habla y cualquier capacidad de movimiento. Perdió 45 kilos. Era un cuerpo frágil, dependiente de una sonda para alimentarse. Los médicos le dijeron a su madre que eran pocas las esperanzas y que averiguara funerarias. Pero ella se negó́. “Yo tengo fe. Mi hijo va a volver a caminar”, respondió́.
Jorge volvió́ a casa, pero no como cualquiera regresa. Lo trasladaron en ambulancia, en estado vegetativo, con la certeza médica de que nunca volvería a ser el mismo. Su madre, sin embargo, no aceptó esa sentencia. Aprendió́ a cuidarlo, a alimentarlo, a mover sus extremidades rígidas. Día y noche, sin descanso, convirtió́ su hogar en una sala de rehabilitación.
Lo que los médicos daban por imposible comenzó́ a suceder. Primero, Jorge logró comer sin necesidad de una sonda. Luego, pudo sentarse en una silla de ruedas. Un día, con ayuda, logró ponerse de pie. Más adelante, dio su primer paso.
Pero la recuperación no fue fácil. Cada avance traía consigo un nuevo reto. Aprender a hablar de nuevo fue una de las pruebas más difíciles. “Al principio, cuando me quitaron la traqueostomía, tenía un huequito que, si no me lo tapaba así́, yo hablaba y no me salía nada porque se me iba todo el aire”, recuerda.
Con el tiempo, cada pequeño logro lo acercaba más a la vida que había perdido. Y con cada paso, su percepción de la vida cambió. “Ahí́ sí supe cuál es el significado de la familia”, dice con la voz cargada de emoción.
Hoy, después de meses de esfuerzo, ha recuperado el habla, camina cada vez mejor y hasta volvió́ al gimnasio. No solo está de pie, sino que se está́ formando como preparador físico, convencido de que su historia es una prueba de fortaleza. “Primero Dios, segundo cómo uno piense y tercero: la disciplina que uno le ponga a los objetivos que uno quiere”, asegura.
Pero si hay alguien que nunca lo dejó caer, fue su madre. Jorge lo tiene claro: “mi mamá es mi guerrera. ¿Qué seria de mí si no te tuviera a ti al lado?”.
Él no es el mismo joven que se subió́ aquel 13 de agosto al asiento del copiloto. Algo en él cambió para siempre. “Ustedes conocían al loco de antes que no creía en Dios. Ese día se murió́ y nació́ una persona totalmente diferente”, afirma.
Contra todo pronóstico, venció́ a la muerte y volvió́ a nacer.