¿Qué falta por decir?
Cada 2 de diciembre, sin falta, se desata la memoria de los medios entorno a la muerte del narcotraficante más temido, la misma memoria que Medellín quiere enterrar de una vez por todas arrasando con cualquier vestigio de su otrora imperio criminal intocable.
¿Qué queda? ¿Quiénes son sus “herederos”? ¿Cómo ha cambiado la ciudad que azotó en los 90? Exclusivo Colombia investigó ese último pedazo de la historia en la que Medellín, con números en la mano, muestra que ya no es la casa del “Patrón”.
El 20 de octubre pasado la guerra contra Pablo Escobar, 30 años después de su muerte, tuvo un nuevo capítulo. La Fiscalía General de la Nación ocupó una de las últimas propiedades conocidas del capo muerto a tiros el 2 de diciembre de 1993 en un tejado cerca al Estadio Atanasio Girardot. La llamada “Casa Museo Pablo Escobar” no fue más.
La propiedad de $12.000 millones, administrada por Roberto Escobar, alias “El Osito”, hermano del capo y quien apareció cientos de veces en los carteles de los más buscados, pasó a manos de la Sociedad de Activos Especiales, después de que la Fiscalía pudiera evidenciar que había pasado en modalidad de testaferrato a una mujer que aparecía como dueña, pero quien la ocupó por décadas fue el mismo “Osito”, quien había logrado un lucrativo negocio exhibiendo artículos del extinto Pablo Escobar a turistas y vendiendo su libro “Mi hermano Pablo”, al que llama un “Bestseller”.
Fue el quinto de los intentos fallidos por arrasar ese vestigio de la memoria de Escobar. En julio pasado, por orden de la Inspección de Policía 9B y con luz verde de la Secretaría de Seguridad y Convivencia de Medellín, se realizó la demolición de la parte construida ilegalmente dedicada al museo, no obstante, la propiedad siguió funcionando y los turistas llegando.
En Medellín han insistido en borrar toda huella Pablo Escobar. El icónico edificio Mónaco fue derribado hasta los escombros en febrero de 2019, hoy allí se encuentra el Parque de la Memoria, en pleno corazón de El Poblado, la cárcel La Catedral hoy es un refugio para adultos mayores de Envigado, el “Barrio Pablo Escobar”, nunca ha existido con ese nombre en los mapas.
“Es un lugar muy significativo, por el edificio que había aquí construido. Una historia de mucha violencia, mucho dinero. Espero que sigan con su lucha, antes era una zona de guerra y ahora es una zona que puede ofrecer mucho al turismo”, dice Óscar Martínez, un mexicano que pasea en el Parque de la Memoria.
Al lado, un guía turístico dice a unos norteamericanos: “Pablo era un Robín Hood para nosotros, fue uno de los hombres más ricos del mundo y lo persiguieron por muchos años”. Borrar la huella de un criminal parece más difícil así, pensaría cualquiera.
30 años de lucha contra el mito: los números de la guerra paisa
El mismo día que el otrora “Patrón” cayó en el tejado de esa casa del barrio Los Olivos, se generó el primer mito: “Pablo se suicidó”. Esa afirmación fue desmentida no solo por los exámenes post mortem del cadáver, sino por el mismo tanatólogo que preparó el cadáver, Omar Cardona, quien descartó la huella o tatuaje de pólvora, de alguien que se dispara a quemarropa. Escobar murió por disparos oficiales, según afirma en su propio libro el entonces coronel del Bloque de Búsqueda, Hugo Aguilar Naranjo.
Desde entonces la ciudad se ha enfrentado a todo tipo de mitos, incluso, se ha dicho que fue un montaje y que sigue vivo en alguna isla del Caribe. Se hablaba de su fantasma en el edificio Mónaco, de sus “guacas” enterradas en sus propiedades, de los testaferros que huyeron con millones de dólares, entre muchos otros.
Lo cierto, es que con los años se han conocido, más allá de los mitos, las cifras de lo que significó el capo en la ciudad. Exclusivo Colombia tuvo acceso a las más recientes mediciones comparativas en términos de homicidios, que muestran por qué hoy Medellín no es más la zona de guerra que era en los 90.
Según el Sistema de Información para la Seguridad y Convivencia de Medellín (SISC), con cifras validadas por el Instituto Nacional de Medicina Legal, en 1991 se registraron 6.809 homicidios. Esto quiere decir que se produjeron 18.6 asesinatos cada día, convirtiendo a Medellín no solo en la ciudad más violenta del mundo, sino en la ciudad capital sin declaración de estado de guerra, con más muertes del siglo XX.
Según fuentes judiciales, se calcula que a nombre de Escobar se produjeron 623 atentados en todo el país, explotaron más de 200 carro bombas, se asesinaron 550 policías y la guerra declarada del Cartel de Medellín al Estado, produjo entre 15.000 y 16.000 muertes, la mayoría entre 1989 y 1993. Solo como resultado de los múltiples ataques con explosivos, se produjeron 402 muertes y más de 1.700 heridos.
Medellín era el epicentro de la peor era de la violencia generada por un cartel delincuencial en el mundo.
“Primero hay que felicitar a los ciudadanos de Medellín. Fueron épocas muy violentas. Por la resistencia que han tenido, por poder asumir ese dolor y convertirlo en alegría y felicidad. Devolvernos en el tiempo es triste. Este individuo tenía el poder en la ciudad, es muy maluco hablar de esto. Yo a este señor no me gusta nombrarlo, por que aún sufrimos las consecuencias. Hoy en día la situación es muy diferente, esta ciudad no aparece ni en las 50 ni en las 100 más violentas del mundo. Esto obedece al compromiso de los ciudadanos que han podido resistir a estos hechos de violencia”, dice el Brigadier General (RA) José Gerardo Acevedo Ossa, actualmente Secretario de Seguridad y Convivencia de la ciudad.
Según la Organización Seguridad, Justicia y Paz, de México, que realiza anualmente el listado de las ciudades más violentas del mundo, Medellín no aparece en la lista de las 50 desde el 2015 y este año 2023, el penoso listado lo lidera la ciudad de Colima, en México, con una tasa por cada 100.000 habitantes de 181 casos. La capital de Antioquia llegó a tener una tasa de 395.5 casos por cada 100.000 habitantes, casi tres veces más, en 1991.
Hoy como Distrito, según el SISC, Medellín terminará el 2023 como el año menos violento de su historia, con una tasa de homicidios de aproximadamente 13 casos por cada 100.000 habitantes y menos de 400 asesinatos acumulados durante el año, lo que equivalía a la cifra de tres semanas en promedio, cuando arreciaba el poder criminal de Pablo Escobar y el Cartel de Medellín.
La herencia criminal
En la actualidad las principales organizaciones criminales del Valle de Aburrá, entre ellas la conocida “Oficina de Envigado”, organización delincuencial que, de acuerdo con los informes judiciales de la Fiscalía General de la Nación, se creó justo después de la muerte de Pablo Escobar, se encuentra en negociación con el Gobierno Nacional para un posible desarme y sometimiento.
Sus principales cabecillas se encuentran privados de la libertad. Juan Carlos Mesa Vallejo, alias Tom. calificado por las autoridades como último jefe que tuvo “La Oficina”, pedido por los Estados Unidos, y capturado en 2017, también Juan Camilo Rendón Castro, alias Saya, vocero de “La Terraza”, condenado en 2014, Alberto Antonio Henao Acevedo, alias Albert, de “Pachelly” y Freyner Ramírez García, alias “Pesebre”, líder de la banda delincuencial de “Robledo”, entre otros más, están representando una especie de cuerpo colegiado, que a su vez dependió alguna vez de la misma cabeza criminal: Diego Fernando Murillo Bejarano, alias “Don Berna”, creador de “Los Pepes” (Perseguidos por Pablo Escobar) y escritor de su libro “Así matamos al patrón”, en el que se atribuye la muerte de Pablo Escobar y se nombra como heredero único del poder criminal en la ciudad.
Tras su extradición en 2008, alias “Don Berna” purga una condena de 31 años de prisión en una cárcel de máxima seguridad en Estados Unidos.
Así, de acuerdo con la información más actualizada de los organismos de Inteligencia policial y de la Fiscalía General de la Nación, ha ido mutando la criminalidad, bajo la herencia que dejó Escobar en una ciudad que aún tiene que resolver el problema de tener el 43% del total de los Grupos Delincuenciales Organizados del país.
Exclusivo Colombia tuvo acceso a un informe de Inteligencia actualizado y que se realiza cada año entre las principales autoridades del Valle de Aburrá, basado en las investigaciones adelantadas por los grupos que luchan contra el crimen organizado. Según dicho informe que se denomina “Inventario Criminal Unificado”, actualmente en esta región se han identificado 93 estructuras de crimen organizado, entre ellas 10 grupos de primer nivel con unos 2.600 integrantes.
Este informe señala la existencia de cuatro estructuras que agrupan la totalidad del poder criminal: el llamado “Cuerpo Colegiado de La Oficina”, la “Alianza de Estructuras Criminales”, el conocido como “Outsourcing Clan del Golfo” y un aproximado del 9% de grupos declarados como independientes, que son dos Grupos Organizados con 6 subgrupos.
Para los expertos, Medellín está lejos de dejar atrás la herencia criminal y el modelo mafioso del Cartel de Medellín, pero si ha marcado el camino para que sea improbable que surja un Pablo Escobar nuevo, un capo que nadie quiere recordar, pero cuya memoria sigue viva en series de televisión, decenas de libros y cada 2 de diciembre en todos los noticieros, documentales, especiales periodísticos y camisetas con su imagen, vendidas por los hijos de una generación que fue la víctima de la violencia, para darle gusto a los turistas curiosos que hurgan en una historia que no les pertenece.