En medio del basurero y del humo del bazuco hay historias de tragedias familiares, de decepciones humanas. Así se vive en el Bronx.
En el cruce de Cúcuta con la Paz, en el centro de Medellín, está “Ma”, un hombre de unos 40 años que usa uñas acrílicas. Pasa las horas ahí, en medio de la basura, del humo del bazuco, de los cientos de personas que, desgonzadas, están sobre el suelo. Es el llamado Bronx, un lugar físico que no existe, pero que está en el imaginario colectivo. No es para menos: es la olla de vicio más grande de la ciudad.
En el Bronx de Medellín viven más o menos 600 personas, según la Alcaldía. Pero calcular su población es complejo por la errancia de las personas que hasta allí llegan. La Personería, basada en las visitas a los centros de atención a los habitantes de calle, dijo que son 40 los extranjeros que han llegado hasta este lugar. Se ha utilizado una metáfora para explicar el fenómeno. El Bronx es como el “triángulo de las bermudas”, un espacio que atrae a las personas y las desaparece.
No es más que una metáfora, por supuesto, pero el fenómeno es similar. Los extranjeros han llegado errando, sin dinero, buscando un inquilinato para pasar las noches bajo techo, y han terminado sumergidos en el Bronx, adictos a las drogas que allí se venden.
Ese es el caso de Jordan, un canadiense de 43 años que llegó a Medellín hace cuatro años. Su papá, con quien tuvo una complicada relación, tenía una empresa minera que exploraba tierras en Perú. La compañía llegó a Marmato, Caldas, donde adquirió una licencia, y Jordan conoció Colombia. En Medellín, durante una fiesta, alguien le ofreció bazuco. Él dijo que no le gustaba el crack, que prefería la marihuana y la cocaína, pero finalmente flaqueó.
“La droga que más se vende en el Bronx es el bazuco, una mezcla de baja calidad que se hace con lo que sobra de la producción de cocaína”.
Hoy Jordan es uno de los personajes más conocidos del Bronx. Todos lo llaman “gringo”, aunque es canadiense. “Ma” recuerda que hace un par de años le celebró el cumpleaños en el Bronx, con torta y todo, aunque un “pirobo” se las quería robar. La rutina de los que allí habitan, incluyendo a Jordan y a “Ma”, es sencilla, y se resume en comer, buscar plata para una dosis, consumir, y dormir.
La droga que más se vende en el Bronx es el bazuco, una mezcla de baja calidad que se hace con lo que sobra de la producción de cocaína. Es un polvo blanco al que hay que mezclarle ceniza de cigarrillo. Una dosis cuesta 1.200 pesos en el Bronx.
Pero el bazuco no es lo único que allí se comercia. Los jíbaros, dueños y señores del Bronx, ofrecen “pastillas azules y rojas”. Es el llamado clonazepam. Uno de los jíbaros tiene un estribillo para promocionar el producto: “Clonazepam, la que te hace explotar”. Este fármaco hace parte del grupo de las benzodiacepinas y actúa sobre el sistema nervioso central. Funciona como un ansiolítico y tiene efectos relajantes y anticonvulsivantes.
En la esquina de Cúcuta con la Paz hay un muchacho que dice que su rutina es levantarse, vacilar un rato por ahí, conseguir plata para un clonazepam y acostarse a dormir sin importar la hora que sea.
El llamado Bronx no siempre estuvo ahí. En 2018, durante la administración de Federico Gutiérrez, se hizo un operativo en la avenida de Greiff, donde entonces estaba la mayor olla de vicio de la ciudad. Los policías desmantelaron las plazas de vicio y removieron toneladas de basura, pero eso solo condujo a que el Bronx, con sus personas enajenadas por las drogas, se trasladara a otro lugar.
Los más perjudicados han sido los comerciantes de Cúcuta con la Paz. Desde que el Bronx se desplazó, como es lógico, los negocios se vinieron al suelo. Con la representación del abogado Antonio Sánchez, demandaron a la Alcaldía por el detrimento del lugar, e incluyeron a la Policía, al Icbf y otras entidades estatales que no han podido resolver este problema.
El Tribunal Administrativo de Antioquia falló, en segunda instancia, a favor de los comerciantes, el 22 de mayo de 2022. Aunque ha pasado más de año y medio, nada ha cambiado. Por eso, los demandantes han puesto varias órdenes de desacato contra las instituciones demandadas, y el asunto llegó al Consejo de Estado, que también dio razón a los comerciantes. Aun así, la intervención, que debe ser integral, no ha pasado de lo cosmético como la remoción de la basura y la incautación de droga.
La pregunta es qué hará la administración de Federico Gutiérrez con este problema que no solucionó en el periodo anterior y que solo creció y se ahondó en la administración Quintero.