El 31 de mayo de 2001, en la vereda Salto Arriba, Marinilla, un acto de fe se convirtió en una tragedia. Mientras los habitantes rezaban el Rosario de Aurora, paramilitares del Bloque Metro los rodearon, secuestraron más de 200 campesinos, ejecutaron a 28 y desaparecieron a 2. Entre los retenidos, estaba el esposo de Ana Tulia Jiménez, don Eduardo, un líder devoto de la comunidad.
En la madrugada del 31 de mayo de 2001, la comunidad de la vereda Salto Arriba, en Marinilla, Antioquia, se había reunido para realizar el tradicional Rosario de Aurora. Desde temprano, hombres y mujeres caminaron juntos hacia la pequeña escuela de la vereda, mientras oraban en honor a la Virgen María.
Alrededor de las cinco de la mañana, los feligreses llegaron a la escuela y se encontraron rodeados por más de 200 hombres armados. Según la comunidad, eran miembros del bloque metro. Los paramilitares interrumpieron la procesión y llevaron a los asistentes a la capilla de la vereda, donde los retuvieron bajo amenazas.
“La noche antes de ese suceso, había sido muy lluviosa. La gente se levantó muy temprano para hacer el rosario cuando se dieron cuenta que estaban siendo rodeados por más de 200 personas del bloque metro, ellos fueron secuestrados y retenidos en la capilla de la vereda, les dijeron quiénes debían quedarse y quiénes iban a ser judicializados por ellos, de cierta manera, por ser disque colaboradores“, recordó Ana Tulia Jiménez, esposa de uno de los retenidos.
Según los testimonios, los paramilitares sacaron una lista y empezaron a llamar a las personas por su nombre. Algunos fueron interrogados, otros torturados y otros más asesinados. Entre ellos estaba don Eduardo, el esposo de Ana Tulia, un hombre conocido por su devoción y su liderazgo en las actividades religiosas.
Ana Tulia recordaba que su esposo había salido temprano esa mañana junto a sus hijas mayores, mientras ella se había quedado en casa con las más pequeñas. “Por esos días había llovido mucho, pero esa madrugada no cayó ni una gota. Mi esposo se levantó temprano con nuestras hijas mayores para ir al Rosario, mientras yo me quedé dormida en la casa con las más pequeñas. A las 7:30 de la mañana, como no aparece me puse a llamar y a llamar a los teléfonos vecinos y no, prácticamente nadie me contestó hasta que de pronto me contestó así un vecino de acá unos Cardonas. Eliseo me dijo pues que los tenían detenidos y secuestrados por toda parte. Que no dejaban salir a la gente de la escuela. Yo dije, gracias a Dios que están ahí porque hacía 15 días habían hecho una pesca ya por el lado de La Milagrosa y se habían llevado más de 30 personas”.
La intranquilidad inicial de Ana Tulia se transformó en dolor porque “catalogaran a mi esposo como guerrillero. Él era un hombre bueno, un ejemplo para la comunidad”.
En los días siguientes, la presencia de helicópteros y los enfrentamientos armados incrementaron el miedo en la vereda. Muchas familias decidieron huir, dejando atrás sus casas y cultivos. “La gente se fue, dejaron las casitas, los cultivos… El miedo nos obligó a buscar refugio en otros lugares“, contó Ana Tulia.
De las más de 100 familias que vivían en Salto Arriba, la mayoría abandonó la zona. Las pocas que permanecieron lo hicieron por no tener otra alternativa, enfrentando el impacto de tierras abandonadas y escuelas vacías, en un entorno marcado por el silencio y la desolación.
A pesar del dolor y las pérdidas, Ana Tulia y su familia lograron reconstruir su vida. Con esfuerzo y dedicación, sacaron adelante un pequeño negocio de mermeladas y aromáticas.
“La paz no se encuentra en cualquier esquina ni se compra en una tienda. La llevamos dentro cuando aprendemos a perdonar. Sanamos cuando miramos al otro con compasión y entendemos que el rencor solo prolonga el dolor”, reflexionó Ana Tulia.
Dos décadas después, el 31 de mayo de 2001 seguía siendo una fecha imborrable en la memoria de la comunidad. El horror de aquel Rosario de Aurora recordaba la crudeza de la violencia que azotó a la región, pero también mostraba la capacidad de los sobrevivientes para sobreponerse al dolor y buscar nuevas formas de salir adelante.