Catorce adolescentes pudieron gozar de su fiesta de quinces gracias a la iniciativa de la primera dama y la generosidad de los abejorraleños
Las redes sociales se han convertido en amplificación de las excentricidades. En Tiktok, Instagram y los shorts de Youtube abundan videos de personas visitando lugares paradisíacos o celebrando fiestas fastuosas, salidas de toda proporción. Hace unos meses, por ejemplo, una quinceañera llegó a la iglesia en una tractomula. El video, como era de esperarse, se hizo muy popular en redes. Otras quinceañeras han llegado haciendo equilibrio sobre un caballo de paso fino, sosteniéndose el vestido, para bailar el vals. Cuanto más gasta y cuanto más llama la atención, mejor: esa es la premisa.
Pero la cara tiene otra moneda. En los barrios de las grandes ciudades, pero principalmente en el campo, hay miles de familias en la brega diaria por la supervivencia. ¿Cómo pensar en una fiesta cuando la carne sube cada día, cuando la inflación amenaza empobrecernos a todos, cuando los arriendos se vuelven impagables? Según el Dane, el índice multidimensional de pobreza en las ciudades está en 12,1%, mientras en el campo asciende hasta 25,1%.
Es escandalosa la desigualdad de ingresos y niveles de vida entre el campo y las grandes ciudades. Si apenas se suplen las necesidades básicas de supervivencia, ¿cómo pensar en una fiesta? Y entonces comienzan las cuentas: el alquiler del salón, la comida, el licor, los souvenirs, el dj que programe la música, los meseros para que atiendan a la gente; la decoración, las bombas, los dulces, los centros de mesa, etc, etc, etc.
Celebrar unos quinces es un lujo. Eso lo entendieron bien en Abejorral, un extenso municipio del Oriente de Antioquia. Abejorral está sobre una meseta alta, a 2.275 metros sobre el nivel del mar, pero buena parte de su territorio es rural y bastante disperso. Es tan grande el municipio que tiene frontera con Santa Bárbara, en el Suroeste de Antioquia. Hay veredas que están a dos horas o más del casco urbano y a ellas se entra por carreteras destapadas que van subiendo y bajando por una geografía muy quebrada. Según la última medición del Dane, el 8,7 por ciento de los abejorraleños son adolescentes.
Como es lógico siendo un municipio extenso, buena parte de esa población está asentada en las veredas. Conociendo las dificultades de las personas que viven en la ruralidad, la primera dama del municipio, Blanquita que es profesora, pensó en las niñas que este año cumplieron quince y que por dificultades económicas no pudieron tener fiesta ni festejo alguno. Blanquita tiene dentro de su agenda los asuntos sociales, principalmente lo relativo con la niñez.
Pues bien, se puso en la tarea de darle un rato de felicidad a las señoritas que no habían tenido ni el más pequeño jolgorio. Teniendo esa idea muy fija en la cabeza, la primera dama, a través del municipio, abrió una convocatoria para que las niñas de la ruralidad se inscribieran y pudieran gozar de su fiesta de 15 años. Hubo que fijar varios requisitos, por supuesto: haber cumplido los quince años durante este 2024 y que no hubieran tenido ningún tipo de celebración.
Entonces pasó lo más bonito de esta historia. El rumor de una celebración de quinces colectivos se regó por el pueblo y la gente comenzó a estirar la mano en son de ayuda. Comerciantes, funcionarios de la administración y personas del común aportaron para que las niñas de la zona rural pudieran gozar sus quinces. Un grupo de música incluso donó sus horas de trabajo para amenizar la celebración.
También hubo animadores que, por supuesto, ofrecieron su trabajo en pro de las cumpleañeras. No es difícil imaginar el engranaje de un pueblo en función de una buena causa. Los comerciantes donando desinteresadamente sus productos, los músicos ofreciendo horas de entretenimiento con su talento. “Fue una iniciativa que recogió todas las voluntades de la comunidad abejorraleña. A las niñas las maquilló y les prestó los vestidos una empresa que se llama Creativo Colors con un grupo de voluntarios que las pusieron muy bonitas”, contó Leonardo, de la oficina de comunicaciones de Abejorral.
Fueron catorce las cumpleañeras que pudieron gozar de una fiesta inusual, pero muy sentida. Llegaron al salón con sus vestidos, unos rojos con lentejuelas y otros grises, blancos. Posaron para las fotos sosteniendo velones que representan la esperanza, que las oportunidades pueden estar a la espera.