Diferentes concepciones sobre el uso del espacio público están en pugna
En la Plaza Botero se cocina una disputa de baja intensidad. Ese lugar en el centro, donde están las 23 esculturas de Fernando Botero, está bajo el escrutinio público desde hace tiempo: la explotación sexual, los robos, el cercado, el desmantelamiento del cercado. Pero, por debajo, hay una disputa que se viene cocinando y que había pasado desapercibida.
El 23 de noviembre de 2023 se anunció que una “callecita de Provenza” se había inaugurado en Plaza Botero. Para esa fecha se abrieron sucursales de varios restaurantes, todos venidos de Provenza. La noticia se tomó con agrado y se celebró en medio de las malas noticias que usualmente genera este lugar del centro.
Desde entonces es posible ver mesas con manteles en el espacio público y una oferta gastronómica que antes no existía. Los nuevos restaurantes llegaron a compartir el lugar con las mujeres que ejercen la prostitución y que caminan de un lado a otro de la Veracruz; con los venteros sin permiso de Espacio Público que deambulan por allí. Más allá de eso, del contraste muy colombiano, nada más pasó.
Hasta el pasado 24 de febrero, cuando El Colombiano publicó un artículo titulado “¿Van a convertir la Plaza Botero en un nuevo Provenza?”. De inmediato, las críticas cayeron en redes sociales y los usuarios se empezaron a preguntar sobre la recuperación del centro.
Jenny Giraldo, en X, dijo al respecto: “De esto se trata el proyecto de “recuperar el centro de Medellín”. Encarecerlo, gentrificarlo, expulsar a quienes siempre nos la hemos jugado por él a pesar de estar en grave estado de salud, a los que no necesitamos que se “recupere” para habitarlo”.
Dio en el blanco. Justo después de la publicación de El Colombiano, varios venteros de la plaza, que llevan muchos años, se comunicaron con un periodista de Exclusivo Colombia para expresar su inconformismo. Uno de ellos es Alberto Ávila, presidente de Asobotero, una asociación que reúne a artesanos, venteros informales y fotógrafos que se ganan la vida en la plaza.
El artículo del diario antioqueño citaba a Juanita Cobollo, presidenta de la corporación Provenza y dueña de una de los restaurantes que llegaron a Botero en noviembre del año pasado. La líder dijo, en términos generales, que la idea era ocupar el espacio público pagando una cuota por ello a la Alcaldía. Además del restaurante de Cobollo, se anunció la apertura de una sede de El Social, un bar en auge que impusó un concepto que se ha ido expandiendo por el valle de Aburrá.
El meollo del asunto es que los comerciantes viejos como Alberto y muchos otros tienen una visión diferente. Exclusivo Colombia habló con Daniel Silva, dueño de un restaurante en Botero y quien lleva siete años habitando la plaza. El comerciante dijo que no quieren replicar el modelo de Provenza que, a su modo de ver, tiene muchos problemas: “No queremos que esto acá se convierta en un lugar de rumba ni de aglomeraciones de personas. Nosotros llevamos más tiempo acá y hemos pensado el lugar de una manera diferente”.
Y es que Silva ya tuvo un encontró con Cobollo, lo que demuestra que entre los nuevos y los viejos comerciantes hay diferencias. “Yo soy la persona que ella mencionó en la nota, a la que dijo que le mandó a entrar las mesas con los funcionarios de Espacio Público”, precisó.
Silva y otros comerciantes más antiguos están formando una asociación nueva para impedir que la llamada gentrificación los saque del lugar que han habitado desde hace años. La pregunta que hay que hacerse es quién planea cómo hacer uso del espacio público y, principalmente, qué papel cumple la administración pública.
Es claro que hay una puja, dos visiones de lo que debe ser Botero. La ciudad no está del todo al tanto de lo que por debajo se está moviendo en este espacio icónico.
¿Y los venteros?
Otro tema que preocupa es la caracterización de los venteros que ocupan Botero. La actual administración llegó con la promesa de organizar el espacio público. Hasta ahora, sin embargo, los resultados han sido escasos.
Ávila, el líder de los venteros, dijo que hay un desorden que no está permitiendo que los turistas hoy disfruten a plenitud del lugar. Con la promesa de la resolución que les dé permiso para vender, muchos se la pasan de un lado a otro, casi que implorando, con sus productos a cuesta. Si se quedan en un sitio, los funcionarios los hacen mover para otro y eso entorpece todo.
De manera que la disputa no es solo por el comercio, sino también por quién puede estar en la plaza. ¿Qué papel tomará la Alcaldía?