
Fabiola Jaramillo de Arango tenía 89 años, cinco nietos y una vida que terminó de la forma más absurda e injusta: atropellada y abandonada en una silla de Itagüí por el mismo hombre que la arrolló. No la llevó a un hospital, no esperó a que llegara una ambulancia. Solo la acomodó como si con eso pudiera aliviar su culpa y desapareció. Hoy, mientras su familia le daba el último adiós en sus exequias, el dolor se mezclaba con la indignación. Parientes confirmaron en Exclusivo Colombia que el conductor se presentó ante las autoridades, pero la pregunta sigue en el aire: ¿por qué huyó?
Fabiola Jaramillo de Arango tenía 89 años y una vida llena de historias. Era madre, abuela y una mujer que aún conservaba la costumbre de salir a tomar el aire en las tardes. Un día, esa rutina se convirtió en tragedia. Salió de su vivienda y, en cuestión de segundos, fue atropellada por un vehículo. El conductor, un hombre cuya identidad aún no se ha revelado públicamente, no la llevó a un hospital, no esperó a que llegara una ambulancia. La acomodó en una silla, pidió “auxilio” y desapareció. “Lo único que hizo fue bajarse, pedir ayuda y luego se fue”, cuenta un familiar con voz entrecortada. No sabemos qué pasó por su cabeza. ¿Cómo alguien puede abandonar a una persona en esas condiciones?”.
La silla en la que la dejaron se convirtió en su último refugio antes de que la vida se le escapara.
La familia recibió la noticia con incredulidad. “No entendemos cómo pudo pasar algo así. Era una persona mayor, indefensa. Ni siquiera se aseguró de que estuviera bien”, lamentan.
Exclusivo Colombia conoció que el conductor se entregó a las autoridades. Sin embargo, su huida inicial dejó muchas preguntas sin respuesta. ¿Fue miedo? ¿Indiferencia? ¿Pensó que podía escapar de la responsabilidad?
El caso de Fabiola Jaramillo de Arango no es solo una tragedia personal. Es el reflejo de una realidad donde la negligencia y la falta de empatía pueden costar vidas. Hoy, su familia busca respuestas y justicia. No quieren que su muerte quede en el olvido, como una historia más en la larga lista de víctimas de conductores que huyen.
Su doloroso caso es ahora un símbolo de la ausencia, del dolor y de la exigencia de que la justicia haga su parte. Porque nadie debería ser atropellado y dejado atrás como si su vida no importara.