Exclusivo colombia

  • INICIO
  • ACERCA DE
  • EXCLUSIVO
  • INVESTIGACIONES
  • OPINIÓN
  • ESCRÍBENOS

La vida de los pocos campesinos que aún cultivan en la comuna 13 de Medellín

POR Exclusivo Colombia / viernes, 16 febrero 2024 / CATEGORÍA CIUDAD
Janeth y Alfredo han vivido toda su vida en la zona rural.

Historia de Janeth y Alfredo, una familia que mantiene las costumbres del campo en la comuna 13

La casa de Janeth y Alfredo es de tapia; las paredes son gruesas y centenarias. Alfredo recuerda que, según le contaron, sus antecesores levantaron esa casa hace 150 años. Ahí nacieron su papá, él y sus hijos. A finales del siglo XIX no había llegado el primer carro a la ciudad, no se había construido la Basílica Metropolitana, el río Medellín tenía meandros y el Parque Berrío era una plaza de estilo español. Todos esos cambios, más la masificación de la urbe, el estallido de la violencia y la construcción del metro, a finales del siglo XX, los ha visto la casa de Jhaneth y Alfredo desde lo más alto de la comuna 13. 

Jhaneth y Alfredo viven en Medellín, pero son campesinos. Se levantan a las 5:00 de la mañana, cuando el viento sopla frío, y con los primeros rayos de sol encienden el fogón de leña. Jhaneth amasa y asa las arepas, mientras Alfredo le da vuelta a los cultivos, no vaya a ser que una helada los echara a perder durante la noche. 

Toman chocolate con leche, ideal para el frío de la mañana. La casa centenaria está a 2.000 metros sobre el nivel del mar, muy por encima del valle. Desde el balcón, adornado con flores de tierra fría, se columbra el valle: el estadio y la unidad deportiva, el cerro Nutibara, el Parque Explora. 

Janeth y Alfredo en su parcela.
Janeth y Alfredo en su parcela.

Pero arriba, en la casa de Janeth y Alfredo, el ruido es un rumor lejano de la ciudad. Hasta la parte alta de Belencito, el sector Travesías El Morro, solo se escuchan las guacharacas que graznan sobre los campos. Hasta esa parte no suben carros, ni buses, ni siquiera motos. Para llegar a la casa hay que subir calles empinadas y escaleras inclinadas. 

La pareja es una reminiscencia de una ciudad que ya no existe. Sobre la comuna 13 se habla demasiado, pero siempre sobre lo mismo: la operación Orión, las escaleras eléctricas, el grafitur. Es muy poco, en cambio, lo que se dice de la parte rural de la comuna, donde viven Janeth y Alfredo en su casa de tapia y paredes gruesísimas, donde levantan pollos y siembran coles. 

Ellos también son habitantes de la famosa comuna 13. Vivieron el horror de la Operación Orión y el aciago final de los 90. Alfredo, apoyado sobre una de las viejas paredes de la casa, recuerda que las balaceras eran frecuentes y que tenían que meterse bajo las camas. Pasaban hasta cuatro horas ahí, inmóviles, esperando que la recia balacera menguara. 

En las noches, recuerdan Janeth y Alfredo, los milicianos pasaban por los campos. Surcaban las tierras que ellos cultivaban, que sus abuelos y bisabuelos habían conseguido y mantenido durante siglo y medio. Nada podían hacer ellos, una familia de campesinos, frente a esos jóvenes indómitos que atravesaban la tierra con sangre, saliva y balas. 

Campesinos comuna 13 Exclusivo Colombia
En la parcela siembran coles, fríjoles y arvejas.

La comuna 13 vivió su peor época a finales de los 90 y a comienzos de los 2000. Para entonces, los paramilitares, con la anuencia de algunos mandos militares, decidieron tomarse la comuna 13 al costo que fuera. La convicción era sacar a las milicias de las guerrillas que desde hacía unos años se habían apoderado de las calles, las terrazas y las plazas de vicio. 

El culmen de los años más infaustos llegó el 16 de octubre de 2002, cuando se perpetró la Operación Orión, que dejó 71 personas asesinadas por los paramilitares y 92 desaparecidos, según datos de la Corporación Jurídica Libertad. 

¿Qué había pasado? ¿En qué locura colectiva se había subido la ciudad? ¿Qué era ese baño de sangre? ¿Cómo entender que la apacible ciudad de comienzos de los 30 se hubiera transformado en esa vorágine de violencia? 

Esa transformación se vivió también allá arriba, donde se difumina la frágil frontera entre campo y cuidad. Janeth y Alfredo, que están tan lejos de la ciudad para algunas cosas, sintieron en carne propia esa debacle social sin precedentes. 

Campesinos comuna 13 Exclusivo Colombia
En la finca todavía cocinan el maíz y las arepas en leña.

A medida que se va subiendo por las calles de Belencito Corazón, las casas se comienzan a espaciar y aparecen parcelas verdes, barrancos y quebradas. Se escuchan los graznidos de las guacharacas y el cantar de los gallos. Es un mundo diferente, que parece más reciente y bondadoso. 

En ese mundo se conocieron Janeth y Alfredo hace muchos años, no recuerdan ni cuántos. Janeth, que es buena conversadora y bromista, cuenta la historia: su mamá era amiga de la familia de Alfredo. Cuando ella nació, él tenía 17 años. 

—Yo la conocí cuando ella gateaba—dice Alfredo, y se ríe.

Aunque se conocieran de toda la vida, él era tímido y no se animaba a llevar las conversaciones por otros rumbos. Hasta que un día, borracho, le propuso matrimonio. Janeth se quedó muda, pero le dijo que hablara con la mamá de ella, la futura suegra, para que le diera el visto bueno. Pactaron que así se hiciera el siguiente miércoles. 

Pero Alfredo no aguantó y fue el martes a pedir la mano. Sin parapetos, con naturalidad campesina, se fueron a vivir juntos y formaron un hogar con tres hijas. 

Campesinos comuna 13
El corredor de la finca es típico de las casas rurales antioqueñas.

En Medellín, según la alcaldía, hay 50.000 campesinos. Están principalmente asentados en los cinco corregimientos, pero también en las laderas de la ciudad, donde se confunde lo urbano y lo rural. Se estima que son 12.000 las familias que aún viven del campo, como Janeth y Alfredo, que venden en Belencito sus arvejas, coles y fríjoles. 

Su vida se parece más a las de las zonas remotas de Antioquia, aunque están a 20 minutos del centro de Medellín. No reciben ningún apoyo oficial y su vida sería más difícil si no fuera por la fundación Dame la Mano, que desde hace un tiempo los apoya. 

Están lejos de las escaleras eléctricas, de los grafitis y los reflectores de las cámaras, pero son habitantes de la comuna 13 y se definen como tal. Que nadie les diga que no son los campesinos de la 13. 

  • Tweet

ACERCA DE: Exclusivo Colombia

Vamos más allá de lo básico, más allá de la carrera constante contra el tiempo, la información será contundente pero detallada.

ARTÍCULOS RELACIONADOS

Copacabana transforma sus instituciones educativas con una inversión histórica de 2.500 millones
El imitador de Darío Gómez Exclusivo Colombia
Darío Gómez tiene su evangelizador sobre la Tierra: esta es su historia 
La Bastilla
La Bastilla de ayer y de hoy: de “refugio de poetas y novelistas” a pasaje de bares, apuestas y meseras “conversadoras”

Deja un comentario Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

  • SÍGUENOS

© 2023. All rights reserved.

TOP