La tragedia marcó la vida de Francisco Javier Marulanda Giraldo cuando perdió a su hijo menor en un atentado terrorista. Sin embargo, en medio del dolor, encontró un propósito: convertir su pasión por los caballos en un proyecto terapéutico que hoy mejora la vida de decenas de niños con discapacidades. Así nació la Fundación Juanes del Alma, un homenaje al amor.
Francisco Javier Marulanda Giraldo, fundador de la Fundación Juanes del Alma, no imaginaba que el dolor más profundo de su vida lo conduciría a crear un proyecto que transforma la vida de decenas de niños con diagnósticos complejos.
“Mi hijo menor ingresó la policía y mientras hacía el curso para ser oficial de la escuela general Santander en Bogotá, en el 2019 ingresó un carro bomba en la escuela y murieron 22 policías y el atentado fue perpetuado por el grupo terrorista ELN y 22 cadetes mordieron. Entre ellos, mi hijo Juan Esteban”.
Francisco dedicó 28 años de su vida a la Policía Nacional, veinte de ellos en la sección de carabineros de Medellín. Allí inició una labor que marcaría su camino: emplear caballos para ayudar a niños con discapacidades.
“Fue en la clínica de la Policía donde comprendí que trabajar con caballos podía tener un impacto terapéutico enorme”, relató. Así, junto con un equipo interdisciplinario de médicos, fisioterapeutas, psicólogos y trabajadores sociales, formalizó el uso de caballos en terapias destinadas a niños con diagnósticos como autismo y síndrome de Down.
Cuando Francisco se retiró de la institución, su conexión con los caballos lo llevó a luchar por la donación de Faraón, el caballo con el que había trabajado durante años. Este animal no solo fue su compañero de servicio, sino también un refugio emocional tras el evento que cambió su vida para siempre: la pérdida de su hijo menor.
“Es el dolor más grande que puede sufrir un ser humano”, dice Francisco con voz entrecortada. En medio del duelo, encontró consuelo en Faraón. “Un día, mientras estaba con él, pensé: ¿por qué no usarlo para trabajar con niños que necesitan ayuda terapéutica? Fue entonces cuando recibí una llamada de una madre que me pidió montar a su hijo con autismo, y así comenzó todo”.
Ese fue el primer paso para fundar la organización que lleva el nombre de su hijo. Hoy, cinco años después de su inicio y con tres años de estar legalmente constituida, la fundación cuenta con seis caballos argentinos donados por la Policía, así como un criollo rescatado de las calles. En este tiempo, han atendido a unos 30 niños que llegan cada semana buscando mejorar su calidad de vida.
“Cada vez que un niño sube a uno de los caballos y sonríe, siento que el dolor de perder a mi hijo se transforma en algo positivo”, reflexionó Francisco.
Francisco Marulanda sigue adelante, acompañado de sus caballos y de su amor por el servicio, demostrando que, incluso en las pérdidas más devastadoras, puede nacer una fuerza capaz de cambiar vidas.