Desde hace 2 años, una mujer adulta mayor de la comuna 16, del distrito de Medellín ha ayudado con alimentos, cobijas, ropa y regalos a los habitantes de la parte baja del puente de la quebrada El Chocho, sobre la carrera 76 con calle 28, cerca al Parque de Belén. Guiada por su fe, y convencida de hacer la diferencia con sus actos, semanalmente cocina los alimentos para llevar el almuerzo los sábados, domingos y lunes a aquellas personas que tienen hambre, y por ahí derecho, aprovecha para entregarles alimento espiritual a través de la Biblia de la iglesia de Roma, con el objetivo de sean conscientes de su situación y busquen recuperarse.
Lo primero que aclaró, en entrevista con Exclusivo Colombia, es que “la mano derecha no debe saber lo que hace la mano izquierda”, por ello, optó por utilizar el seudónimo de Mariana, para evitar reconocimientos que, según dijo, solo se los merece Dios. Como crítica a la sociedad actual y a muchos de los fieles de su iglesia, indicó que el sacrificio es necesario para seguir las enseñanzas de su fe.
Con ayuda de otras personas que comparten sus ideales, Mariana prepara los alimentos y siempre procura que el caldo esté caliente. Además, aseguró que estos espacios permiten que aquellas personas bajen la guardia que, por su realizad, siempre está arriba para prevenir ataques o robos. La mujer dijo que los habitantes de calle, después de comer expresan sus dolencias y sentimientos.
“Lo que se da es un almuerzo. O sea, viene el seco y se da también caldo de carne. Pero más que ese almuerzo es la lectura del evangelio antes de dar eso y una oración bendiciendo los alimentos. Estas personas se alimentan físicamente y cuando termina esta parte muchos se quedan y nos comentan sus cosas, sus dificultades. Muchos han manifestado su necesidad de salir del problema que viven porque es que la calle es muy dura y se ha podido a través de otras entidades remitir a estas personas”.
Sobre el lugar en el cual entrega los alimentos, le dijo a este medio de comunicación que buscó un lugar donde la necesitaran, y que no necesariamente debía ser lejos, por ello optó por los habitantes del puente cerca al parque de Belén, el cual es regularmente habitado por una población fluctuante e indicó que muchas veces no encuentra las mismas personas o las vuelve a ver después. Para ingerir los alimentos, hace que salgan de la oscuridad que representa la parte baja del puente y los ubica, en una mesa improvisada, en la acera.
Y es que en los dos años en los que ha prestado esta desinteresada labor social reporta que se han entregado, a julio de este año, 2.604 almuerzos, 101 cobijas, 70 prendas de ropa, 30 mercados y 80 regalos navideños. Lo que la conmueve es el agradecimiento que demuestran los beneficiados por su obra.
“Yo siento que estas personas son más agradecidas que uno mismo. A mí Jesucristo me ha dado todo en la vida. Y yo veo en muchas formas lo desagradecida que yo soy, que yo muchas veces no valoro las cosas que tengo. Y estas personas son capaces de compartir, de llegar. Yo reparto un límite de alimentos. Yo llevo 23 platos y llega el número 24 y el que está de 23 le dice, ah, tenga. O lo comparte o le regala el plato”.
Sobre la rehabilitación de las personas en condición de calle, respondió que ella guía a quien se lo pida a las entidades que pueden ayudar, pero aún así, sigue siendo un proceso complejo. Algo que le sorprendió fue la sinceridad que encontró en los habitantes de calle al mostrarse tal cual son.
“Son muy simpáticos, son muy graciosos. Y sobre todo que el alma tan transparente que tienen. O sea, si ellos están por robar, se presentan como ladrones. Si ellos están en el mal, ellos dicen, es que yo soy un asesino. O sea, de frente nosotros hacemos las cosas solapadamente y nos creemos los más buenos y los mejores. Esta gente es frentera”.
Por último, Mariana hizo un llamado a la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, alegando que si hay fe debe haber sacrificio a favor de las personas menos favorecidas, independiente de las creencias religiosas de cada individuo.