En el parque, donde estuvo 25 años, le hicieron un sentido homenaje
Gisela estuvo siempre ahí, bajo la sombrilla, cubriéndose del sol y la lluvia. Todos esos años la pasó sentada, abanicándose, alzando la voz. Siempre estuvo en pie de lucha, consiguiendo una cosa y la otra para sus compañeras. Más de una vez tuvo que enojarse y pararse en la raya para defender a las suyas, para evitar que les pasaran por encima.
Cuentan en el parque que Gisela se empezó a quejar de un dolor que le oprimía el pecho. Con estoicismo se mantuvo en su lugar, siempre luchando, con la planilla de las tinteras y los termos en las manos. Un día no pudo ir a trabajar y a las demás les informaron que la matrona de las tinteras estaba hospitalizada. Más de dos semanas estuvo en cama, muy decaída en los últimos días, hasta que su vida terminó.
Después de estar ahí 25 años, su ausencia se siente con ardor. María Ospina, una de las 430 tinteras que conforman Asotintos, dice que el Parque Berrío está de luto. “Mire cómo se ve el parque, cómo se siente la tristeza, la soledad”, dice, recordando a Gisela, a quien conoció hace 20 años.
María llegó desplazada de Abejorral y, por el azar, fue a dar al parque Berrío. Ahí conoció a Gisela, que entonces tenía una pequeña chaza en la que vendía dulces, cigarrillos y tinto. Una mañana trabaron conversación y desde entonces se hicieron amigas; pero, más que una amistad, era una relación de protección, de ayuda. “Doña Gisela fue como una mamá para mí. Ella nos daba consejos, nos conseguía cositas. En la pandemia tocó muchas puertas y a muchas nos dio mercados”, recuerda María.
Gisela fue la que soñó con que las tinteras del parque Berrío, mujeres en su mayoría cabeza de hogar, tuvieran condiciones dignas de trabajo. Aunque llevaban años vendiendo café, andaban sin garantías, sin agremiarse, y eran víctimas de un machismo agresivo, cuando no de la Policía y Espacio Público, porque ni siquiera tenían permiso para vender.
María recuerda que el parque se salió de control hace unos años. Sin autoridad, los alrededores de la estatua de Pedro Justo Berrío se atiborraron de chazas en las que se vendía licor desde la mañana hasta la noche. Las borracheras venían acompañadas de baile, de desorden, de peleas en las que se blandían cuchillos y machetes.
“Entonces doña Gisela, que tenía un temperamento muy fuerte, se tuvo que enojar con esa gente y puso la cara para que esto mejorara”, dice María. Sus hijas, las más de 400 tinteras que pasan los días deambulando en el parque, resguardándose del solo bajo la sombra de las palmeras, dicen que ahora la tarea es mantener el legado de Gisela.
Y es que gracias a esa mujer que pasó miles de horas en el parque, bajo las sombrillas, las vendedoras de tinto formaron Asotintos, una agremiación y sindicato que, con el paso de los años, no solo se ganó el respeto en el parque, sino que consiguió respaldos para hacer realidad los sueños de las 430 mujeres.
Asotintos tiene un local desde hace siete meses. Está detrás de la Candelaria. Es un espacio pequeño, humeante, donde todos los días hacen olladas enteras de café humeante, bien negro, pero con panela, que los transeúntes van consumiendo en el transcurso de mañana y tarde.
Ese fue un paso importantísimo para las tinteras, pues ahora no tienen que estar comprándole el café a terceros. Son cientos de termos de tinto los que se venden todos los días; ni siquiera ellas pueden calcular la cantidad, o al menos estimarla.
Gracias al sueño de Gisela y de muchas otras compañeras, dice María, muchas de las tinteras han tenido acceso a formación técnica y empresarial. La Corporación Interactuar y el Club Rotario de Medellín hicieron una alianza para formarlas y ofrecerles mejores oportunidades.
En ese proceso surgió otro sueño: construir un acopio para distribuir los centenares de termos repletos de café. Gisela se fue con ese sueño en mente, recuerda María, la última de las tinteras que habló con ella, la matrona afable de sonrisa amplia que pasaba las horas bajo la sombrilla.
Con su muerte, el sindicato quedó acéfalo y aturdido. Entre las tinteras reina la incertidumbre, pero una cosa tienen clara y es que Asotintos, en honor a Gisela y a las que siguen luchando en este mundo, debe continuar.
Por eso, este viernes 26 de enero se hizo un sentido homenaje a la matrona en el parque Berrío. Con música, un altar, globos y aplausos se despidió a Gisela. Ella se había hecho inseparable de ese lugar. En 2021, el metro de Medellín expuso una foto suya en los bajos de la estación. Gisela aparece con una blusa roja, sonriendo con amplitud, con dos termos de tinto y una planilla en sus manos.
“Por más de 25 años doña Gisela Ardila vendió tintos en Parque Berrío. En todos estos años trabajó por la dignidad y el bienestar laboral de las mujeres tinteras, quienes se unieron para crear Asotintos, una asociación que integra a más de 400 mujeres”. Con este mensaje, el metro se despidió de la matrona de los tintos.
Aunque Gisela ya no está, seguro quedará en la memoria colectiva la figura de aquella mujer afable, a veces un tanto regañona, que pasó miles de horas vendiendo tintos y tramando un sueños que ahora es sueño de más de 400 personas.