
Mientras el oro sigue saliendo de las entrañas de Segovia, un colegio bilingüe brilla aún más fuerte en medio del polvo, la pobreza y las cicatrices de la violencia. En un territorio históricamente golpeado por el abandono, 810 niños hoy saludan en inglés, acceden a tecnología, deportes y formación con calidad. Es el milagro educativo del Gimnasio La Salada, una revolución silenciosa que está cambiando vidas donde antes solo había promesas rotas.
En el nordeste de Antioquia, donde la tierra es rica en oro pero los niños crecen entre las grietas de la pobreza y la violencia, hay un lugar donde la esperanza aprendió a hablar en inglés. Se llama Gimnasio La Salada y es mucho más que un colegio: es una promesa cumplida en medio del contraste.
Segovia es un municipio atravesado por décadas de minería, desigualdad y conflicto armado. Las montañas que la rodean están cargadas de historia y de heridas. Sin embargo, allí, en un rincón donde antes solo había carencias, se levanta una institución educativa que está cambiando el destino de cientos de niños. Un periodista de Exclusivo Colombia viajó hasta el corazón de esta transformación, acompañando una comisión de la minera internacional Aris Mining en un vuelo chárter con destino a Segovia.
Después de aterrizar en un pequeño aeropuerto, abordamos un vehículo que nos llevó por caminos empolvados hasta las instalaciones del colegio. Lo que encontramos allí no fue una simple sede educativa, sino un espacio vivo, lleno de energía y futuro.
Apenas cruzamos la puerta, los niños se pusieron de pie y saludaron en inglés, con naturalidad, como si hablar otro idioma fuera parte de su esencia. Luego retomaron sus clases en aulas amplias, tecnológicas, bien iluminadas y acondicionadas para aprender sin obstáculos. Parecía otro país. Pero estábamos en Segovia.
La historia del Gimnasio La Salada comenzó hace 76 años, con una modesta sede de primaria. Todo cambió en 2018, cuando Aris Mining puso la primera piedra para construir la sede de bachillerato. Desde entonces, el crecimiento ha sido gradual, pero firme. Cada año se abrió un nuevo grado. Hoy, la institución alberga 810 estudiantes desde jardín hasta el grado once.
Más de 4.000 becas se han entregado desde que la empresa decidió apostarle a la educación como motor de transformación social. Porque, como ellos insisten, el desarrollo de los territorios comienza con calidad educativa. Y eso se respira en cada rincón del colegio.
Los niños no solo aprenden matemáticas, ciencias o lenguaje. También acceden a formación en deportes como fútbol, voleibol, baloncesto, danza y patinaje, gracias al programa “Estrellas Azules”. Tienen acompañamiento emocional, formación vocacional, capacitación pre-ICFES y un modelo pedagógico ajustado a las necesidades del contexto. Incluso trabajan para prevenir la deserción escolar y el suicidio, realidades dolorosas que todavía persisten en regiones como esta.
Uno de los pilares más fuertes del colegio es su apuesta por el bilingüismo. Los estudiantes de La Salada no repiten frases memorizadas. Saben sostener una conversación en inglés, producir textos, desenvolverse en escenarios que, hasta hace poco, parecían inalcanzables.
El año pasado, la emoción llenó las aulas cuando se graduó la primera promoción de bachilleres: 54 jóvenes que ahora cargan no solo un diploma, sino también una formación del SENA que les permite continuar sus estudios o acceder al mundo laboral con herramientas reales.
“Actualmente sostenemos un convenio de cooperación con la compañía minera que opera en el municipio de Segovia para sacar adelante este proyecto”, cuenta Natalia Marín, directora de la Fundación Angelitos de Luz. “Desde ahí brindamos calidad educativa a 810 estudiantes escolarizados en los grados de jardín y grado 11, con un enfoque de bilingüismo, investigación y tecnología”.
Sobre la graduación de la primera promoción, Marín no oculta el orgullo: “fue una experiencia muy enriquecedora. Logramos graduar 54 bachilleres con enfoque de bilingüismo que les permite salir a buscar nuevas oportunidades y darle continuidad a su educación en su municipio o en cualquier sector, con una labor certificada”.
Ese día, mientras los niños nos saludaban con sus uniformes impecables y sonrisas enormes, uno entendía que algo está cambiando en Segovia. Que sí es posible hablar de oportunidades en lugares golpeados por la exclusión. Que un aula puede ser más poderosa que el conflicto y que en medio del oro que brota del suelo, hay otro oro más valioso naciendo en las mentes de estos niños.